La ruta de las muletas: vida, obra y milagros de santa Genoveva, un ‘Ángel de la Soledad’

José Antonio Calvo
3 de enero de 2020

En plena plaza del Pilar hay un recoleto museo que muestra la andadura vital de santa Genoveva. Una andadura no exenta de dificultades y que aparece significada por sus muletas. Muletas de distintos tamaños: si a la niña Genoveva le cortan la pierna cuando tiene doce años, la muleta es pequeña; cuando se hace mayor y corpulenta, las muletas se adaptan a esta condición. Tras su marcha al cielo, las muletas descansan, pero ella sigue trabajando y realiza su cometido antes, más y mejor.

El actual es el segundo museo y se estrenó para la canonización en 2003. Antes hubo otro, que ocupó la antigua tienda de la ‘Hospedería’. Se creó cuando comenzó el proceso que llevaría a los altares a este ‘Ángel de la Soledad’, en tiempos del arzobispo Cantero, el postulador Altabella y la madre Pardo.

Un testigo de excepción, Carlos Parra, actual capellán de la casa y devoto agradecido de la Santa, en aquel momento seminarista de alrededor de veinte años, da cuenta de cómo se fue conformando esta muestra. Recuerda cómo las religiosas iban sacando muchos objetos normales -tazas, servilletas, rosarios, devocionarios…- y tres que siguen llamando poderosamente la atención: las muletas y un zapato-bota; los cilicios y las disciplinas; una imagen de la Virgen dentro de un curioso estuche.

Las muletas y el zapato…. y otra cosa genial, porque cuando santa Genoveva va quedándose sorda, quiere seguir escuchando a las personas y emplea todos los medios a su alcance: uno piadoso, como ponerse en el oído una discreta medalla de santa Teresita, y todo tipo de artilugios técnicos -micrófonos, amplificadores-. Esta santa es una mujer que no se rinde.

Después, los cilicios y las disciplinas: tenía poco con la pierna cortada, que empleaba cilicios de pinchos.

Finalmente, una imagen de la Virgen, metida en una caja de zapatos -¡menuda capilla!-: la Santa había hecho en ella como una ventanita para verle la cara a María y así rezarle cuando iba de viaje en tren.

Y ella no se está quieta, sino que va recorriendo las fundaciones, no lleva una vida estática: siente la urgencia de acompañar a las nuevas comunidades que se van formando en sus dificultades.

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