La mitra del abad de San Victorián participa en la exposición ‘Cátaros. Toulouse en la cruzada’

Ascen Lardiés
5 de abril de 2024

La mitra del abad de San Victorián, una pieza excepcional de la colección del Museo Diocesano de Barbastro-Monzón, participa en la exposición Cátaros. Toulouse en la cruzada, en la localidad francesa de Toulouse. Esta muestra única, reconocida como de interés nacional por el Ministerio de Cultura francés, reunirá cerca de 300 objetos alusivos a los cátaros y a la cruzada contra los albigenses en dos sedes, el Museo Saint-Raymond y el Convento de los Jacobinos. Hasta el 5 de enero de 2025, la mitra aragonesa compartirá espacio con esculturas, pinturas, trajes, armamento o documentos procedentes de la Biblioteca Nacional de Francia o los Archivos Nacionales.

La mitra del abad de San Victorián es una obra excepcional por su antigüedad -siglo XII-y constituye un fiel reflejo de la diversidad que ofrecía en aquella época el Alto Aragón. El trasvase de elementos culturales fue habitual y queda bien patente en los elementos que conforman esta mitra de 28 por 50 centímetros, más los 37 centímetros de las ínfulas.

Clasificada como auriphrygiata, está compuesta por un tejido de lino decorado con cruces bordadas en seda roja y negra y bordeado su perímetro, rematada con un finísimo galón con decoración de tradición persa, a base estrellas de seis puntas enmarcadas por dos pares de aves afrontadas que se alternan con elementos geométricos repetidos a base de celosías de 5 x 5. Debió tener decoración aplicada -posiblemente metálica o pedrería- apreciable por la impronta marcada sobre el tejido, que debían conferirle una belleza extraordinaria.

Técnica: Tejido de lino con decoración bordada en seda. Galón: tejido realizado en telar de tarjetas. Seda roja e hilos entorchados de plata: dorados con alma de seda amarilla para las estrellas y motivos geométricos e hilo entorchado de plata con alma de seda blanca para las aves y los centros de las estrellas. La mitra es un tocado litúrgico, distintivo de los obispos, desde que Inocencio II impusiera su uso como tal. A algunos abades que gozaban de una dignidad especial –abades mitrados–, se les concedía el derecho a llevar algunas insignias propias de los obispos, como el báculo, las sandalias, los guantes, el anillo o la mitra: es el caso del abad del Monasterio de San Victorián, al que pertenece esta pieza.

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