Salmo 112
1 ¡Aleluya!
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
2 Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.
3 En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
4 En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
5 Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
6 El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.
7 No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
8 Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.
9 Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.
10 El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.
INTRODUCCIÓN
El salmo 112 tiene un parecido con el anterior en cuanto que es de corte sapiencial y se desarrolla en forma alfabética. Estos dos salmos se completan como los lienzos de un díptico: el primero celebra las perfecciones y las obras divinas, mientras que el segundo canta las virtudes y las acciones del hombre justo. El salmo habla del justo y del malvado; pero, mientras al justo le dedica nueve versículos, al malvado sólo le dedica uno. “El justo tiene un gran futuro y, aunque en el AT. ese futuro se describe a través de promesas terrenas y de esta vida, sin embargo en ellas se refleja la plenitud de Dios, que colma de bendiciones aun la vida material” (Kraus). El malvado, al ver la vida feliz del justo se llena de envidia, se irrita, se consume de rabia. La vida del impío acaba en desastre total.
REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO
“La dicha está estrechamente unida al amor; pero no un amor cualquiera sino al amor que brota del corazón” (v. 1).
El salmo comienza con una bienaventuranza; pero el salmista tiene sumo cuidado de no designar dichoso a cualquiera que sigue a Dios. En ese seguimiento puede darse mucho de legalismo rutinario. Aquí se trata de una persona para quien Dios es una realidad viva.
No se limita a cumplir los mandamientos sino que los lleva en su corazón: los ama, los acuna, los gusta, se deleita intensamente en ellos. Habla de ellos con pasión, con alegría, con entusiasmo. “Dichoso el hombre que es sensible a Dios y que traduce en su corazón cada una de sus voluntades” (Paul Claudel). Es interesante descubrir ya en el AT. la preocupación por una religión personal, íntima, gozosa. Aquel que sirve al Señor debe hacerlo con alegría.
“La mejor herencia que unos padres pueden dar a sus hijos es la fe. Y es la mejor bendición que Dios les puede dar” (v. 2).
Un elemento de la recompensa era una descendencia numerosa, poderosa y virtuosa. La mayor satisfacción para un buen israelita era la de poder transmitir a sus hijos la fe de sus padres. Era éste el signo más claro de la bendición de Dios.
En el Cap. 24 del libro de Josué se nos habla de un testimonio admirable. Josué va a morir y sólo parece que le preocupa una cosa: la suerte que pueda correr la fe de su familia y de su pueblo. Convoca al pueblo en Siquén y les dice: ¿A qué Dios queréis servir? Yo y los míos lo tenemos claro: serviremos al Señor (v. 15). Todo el pueblo respondió: nosotros queremos servir al Señor (v. 21). Josué se murió tranquilo y en paz. Bonita tarea para tantos hogares cristianos: no morirse los padres en paz mientras no hayan transmitido la fe a sus hijos y nietos.
“Las riquezas eran consideradas como una bendición de Dios, pero éstas debían compartirse con los pobres” (v. 3).
La prosperidad material era otra de las bendiciones concedidas al justo. “Tus graneros se colmarán de grano y tus lagares rebosarán de vino” (Prov 3,10). Pero estas riquezas no se podían acumular sólo para beneficio personal. Debían compartirse con los más necesitados. La beneficencia en favor de los pobres no podía faltar.
“Sólo si recibimos la luz de Dios, podemos ser “clementes y compasivos” (v. 4).
Al parecer un texto un poco extraño. Normalmente los adjetivos
“clemente y compasivo” siempre se atribuyen a Dios y aquí parece que se aplican al justo. Por otra parte parece que la recompensa le viene al justo no por su honrado comportamiento con Dios sino por volcarse en el hombre. Un texto de Isaías nos aclarará. “Si partes tu pan al hambriento y satisfaces al desfallecido entonces surgirá tu luz en las tinieblas y tu oscuridad se volverá mediodía” (Is 58,10). La luz que brilla en la oscuridad es la de ese Dios “clemente y compasivo”. Una luz que brilla siempre que nosotros nos abrimos al amor concreto de nuestros hermanos necesitados. La luz es el símbolo de una vida feliz. El justo que se abre al amor del prójimo, recibe los rayos de la felicidad de la vida lo mismo que recibe los rayos del sol.
La felicidad no está en tener sino en dar de lo que se tiene (v. 5.)
Siempre ha habido verdaderos abusos a la hora de cobrar intereses por un dinero prestado. Lo ideal en Israel es que el dinero que se presta a una persona necesitada se ofrezca sin cobrar intereses. Se parte de un principio básico: los bienes son de Dios. Si te los ha dado a ti es para que hagas buen uso de ellos. Cobrar intereses al pobre era considerado como un abuso.
“Sólo vacilan y se tambalean los que no se apoyan en Dios. (v. 6).
El justo es un hombre de convicciones profundas. En los momentos de crisis no tambalea su fe, se mantiene firme. Jamás duda de Dios. No lo entenderá, pero seguirá fiándose de él. El justo deja unas huellas profundas por donde pasa. Al morir, esas huellas permanecen. Permanece viva su estampa, su memoria.
Es un modelo para las futuras generaciones.
“El único miedo que debemos tener en la vida es el miedo a perder a Dios” (v. 7-8).
Las dificultades hay que afrontarlas desde arriba, desde la seguridad que le da la confianza en el Señor. La única mala noticia que turbaría su paz sería la de constatar que Dios no estaba con él. Esa noticia le derrumbaría. Pero, mientras Dios está de su parte, no tiene miedo a nada y sabe relativizar todas las cosas.
“Temer en sentido pleno del concepto, significa tener que esperar de alguien o de algo el cese de la propia existencia… Lo que no tememos sobre todas las cosas, no lo tememos en absoluto” (K. Barth).
Compartir con el que no tienen, es el modo mejor de pasar por la vida con la cabeza bien alta (v. 9).
El salmista parece tener una bonita intuición: solamente aquellas personas que, teniendo bienes materiales. hacen limosnas y se solidarizan con los que no tienen, pueden pasar por la vida con la cabeza bien alta. Ellos pueden mirar de frente a sus hermanos necesitados. En cambio, aquellos que tienen bienes materiales y no comparten con los pobres, deberían pasar por la vida con la cabeza baja, deberían de sentirse avergonzados. Es la vergüenza de no reconocer al otro como verdadero hermano. O la vergüenza de reconocerlo y, no obstante, no ayudarle. No hay mayor orgullo que sentirse hermano de todos y, consecuentemente, solidario con todos.
“El que obra el mal no puede soportar al hombre de bien. Se lo come la envidia, ese gusano roedor que hunde a tantas personas” (v. 10).
El malvado no puede soportar el triunfo del honrado. Hay una envidia que le corroe por dentro. El rechinar los dientes es signo de furia desmedida. El salmista quiere decirlo bien claro: la vida del impío acaba mal. Puede tener muchas riquezas materiales, pero ellas no le llenan el corazón. Al no poner a Dios como norma de su vida, el egoísmo, el afán de dinero, la ambición, le han ido esclavizando poco a poco. Ha quedado atrapado por sus propias esclavitudes.
TRASPOSICIÓN CRISTIANA.
El salmo nos da grandes lecciones.
La primera es la de recuperar la honradez que brota de la fe. Una vida de fe auténtica tiene que traslucirse en la vida concreta. El cristiano es el más hombre, el que más y mejor vive los valores humanos de honradez, justicia, solidaridad, lealtad. Es la única manera de tener credibilidad a la hora de presentar el mensaje. Esta realidad que ya se apuntaba en el A.T. debería ser lo habitual entre los cristianos. Jesús nos da su gracia, su fuerza, para que los cristianos participemos de la experiencia que Él tuvo al pasar por nuestro mundo. Jamás hablaba de aquello que Él no vivía. Entre lo que decía y lo que hacía había una coherencia total.
En segundo lugar, el salmista ha sabido poner su seguridad en Dios. Mientras busquemos seguridades humanas no nos sentiremos nunca seguros. Nuestra seguridad está en Dios, el único que no nos hace vacilar. Y eso, en este tiempo de pandemia, se hace más patente. Esto se hizo realidad en Jesús. Él puso toda su confianza en el Padre. Incluso en el momento de su muerte. Por un momento sintió el zarpazo del “abandono de Dios”, pero terminó echándose en los brazos del Padre. Confió en el Padre hasta “más allá de la muerte”.
También podemos descubrir en este salmo la necesidad de una armonía interior. El salmista transmite paz porque la lleva dentro. Su fe inconmovible en Dios ha estructurado su vida interior. De ahí ha sacado fuerzas para combatir a todos sus enemigos. El amor a Dios y el amor al hermano los ha vivido el salmista con un gran equilibrio y ha formado en él un principio de unidad. El más beneficiado ha sido el propio salmista que ha experimentado toda la felicidad que puede ofrecer esta vida humana. Pero también se han beneficiado todas las personas que han vivido cerca de él: familiares y amigos. El salmista apunta a Cristo. A pesar de todas las dificultades, el alma de Jesús siempre estuvo en paz, como las aguas profundas del Océano.
San Juan Crisóstomo: “Cuando hemos escalado la montaña, la ciudad y sus murallas nos parecen pequeñas, y los hombres semejantes a hormigas; de la misma manera, llegados a las alturas de la sabiduría, todo lo que es de la tierra: riqueza, gloria, poder, honores, todo nos parece mezquino”.
Schammai: “Haz de la Tórah una ocupación fija. Habla poco; obra mucho y acoge a todo hombre con cara sonriente”.
Santa Teresa: “Los favores que Dios nos da en esta vida son una gota de ese torrente de delicias que el Señor nos ha preparado en el cielo”.
ACTUALIZACIÓN
¿Dónde está Dios?
La pregunta sobre Dios ha estado siempre presente en todos los tiempos y en todas las culturas. En tiempo de crisis, como es el que estamos atravesando con el COVID-19 mucho más. El salmo 112 puede arrojarnos alguna luz.
Dios nunca actúa fuera de la historia de los hombres. Nunca queda fuera de esa historia. Por el misterio de la Encarnación se hace presente en todas las circunstancias. Tantos hermanos nuestros que han muerto en medio de una terrible soledad, ¿podemos decir que han estado solos? En la muerte de su amigo Lázaro, Él lloraba por el amigo. (Jn. 11,33). Y ante una niña que acababa de morir, Él la tomó de la mano y la entregó a sus padres. (Lc. 8,54-56). Cada persona que muere es un hijo de Dios, una hija de Dios. Dios ha tendido sobre cada uno una mano amiga, aunque invisible, para llevárselo con Él a la casa del Padre Bueno.
Tampoco ha estado fuera de tanta gente buena que ha dado lo mejor de sí mismos por atender a la gente que los estaba necesitando. Según el Papa Francisco ésos son santos de hoy. ¿Dónde estaba Dios? Ahí estaba: apoyando, animando, estimulando a tanta gente de gran corazón. Lo propio de Dios es hacer el bien y quitar el mal. Lo que más le disgusta a Dios es ver sufrir a sus hijos. Y lo que más le agrada es verlos felices.
PREGUNTAS:
1.- El salmo nos dibuja el perfil del hombre bueno. Y yo como cristiano, ¿cómo ando en valores humanos? ¿Tengo sentido de la justicia, la solidaridad, la verdad, la honestidad? ¿Vivo esos valores desde mi fe?
2.- ¿Es mi comunidad cristiana una verdadera escuela de humanismo? ¿Me hace a mí más persona? ¿Crecen todos los miembros? ¿O crecen unos a costa de los otros?
3.- Según el salmo, el que se aparta de Dios acaba mal. ¿Estoy convencido de que no puede haber felicidad sin Dios? ¿Qué estoy haciendo para hacer felices a las personas?
ORACIÓN
“El justo jamás vacilará”
Señor, me llama la atención y me atrae este hombre justo de quien habla el salmo. No es un hombre de gran cultura, de grandes cualidades, de subidas contemplaciones. Es un hombre sencillo, llanote, honrado, trabajador, muy pendiente de los problemas de la gente y con una fe recia. Para él Dios es siempre lo primero y lo más importante. Desde esa profunda convicción le resulta fácil amar a los hombres, sus hermanos, e interesarse por ellos. Este hombre, Señor, es tu amigo. Este hombre es un santo. Haz que yo busque la santidad en las cosas pequeñas y sencillas de la vida.
“Su caridad es constante, sin falta”
La caridad es la respiración del alma. Y lo mismo que es imposible encontrar a un ser vivo sin pulso, también es imposible encontrar a un cristiano sin amor. “El que no ama es un cadáver” (1 Jn 3,14). El corazón humano no para ni descansa; siempre está enviando sangre al organismo. Así es el amor en este hombre justo: constante, sin falta.
Señor dame la gracia de comprender que el amor es lo más importante en la vida cristiana. Haz que mi amor no tenga interrupciones ni interferencias; no sea partidista ni caprichoso; no busque su propio interés sino el interés de los demás.
“Su corazón está firme en el Señor”
Señor, miro mi propio corazón y me da miedo. Sé que sólo en ti puede encontrar firmeza y seguridad. Sé que sólo en ti puede hallar alegría y felicidad. Y, sin embargo, muchas veces este corazón mío se ha apoyado en falsas seguridades humanas. Ellas sólo me han proporcionado angustia y zozobra; ansiedad y miedo; vacío y frustración.
Hoy, Señor, quiero volver a ti. Quiero llevar a tu casa mi pobre corazón y hacer el serio compromiso de afianzarlo en ti, sólo en ti. Quiero ser firme con la firmeza que tú me das; quiero ser fuerte con la fortaleza que dimana de ti; quiero cortar para siempre todas ataduras de mis seguridades humanas y sentirme seguro contigo, Señor.
ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.
Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén