La Cuaresma no está de moda, como no lo está ceder el asiento en el autobús. Son prácticas que parecen de otro tiempo, cuando en verdad, son gestos que humanizan nuestra cotidianidad y nos ofrecen una oportunidad única de generar fraternidad.
El tiempo litúrgico en el que estamos, si lo sabemos aprovechar, es la respuesta a una pregunta que seguro nos hemos hecho alguna vez: si volviera a nacer, si tuviera de nuevo veinte años… ¿qué cambiaría? Tal vez haría otras opciones, o estudiaría otra carrera, o cuidaría más la relación con esa persona que ya no está…
La Cuaresma es otro ¿qué cambiarías?, pero de lo cotidiano. No hace falta enfrentarse a una situación límite para transformar algún aspecto de nuestra vida. La misma evolución de la naturaleza a lo largo de las estaciones es paulatina y a la vez sorprendente y maravillosa. Así también podemos hacer con nuestra vida: transformarla y dejarnos transformar. Asumir lo que necesitamos modificar y a la vez pedir la conversión interior que nos permita alcanzar esa meta.
Vivamos este tiempo entre la necesidad y el don, entre el clamor y la escucha, con la tensión propia de nuestra imperfección y la infinita misericordia del Señor. Con la absoluta certeza de que nada depende solo de nosotros y con confianza de que, afortunadamente, todo requiere la imprescindible ayuda de Dios.
Teresa Gomà, religiosa del Sagrado Corazón