Hemos asistido con gran dolor de corazón en los últimos días a la terrible tragedia que ha asolado parte del territorio de España. Las consecuencias de esta DANA son incontables y las más irreparables son, sin lugar a dudas, las que hacen relación al elevado número de víctimas mortales. Durante este pasado fin de semana en todas las Eucaristías celebradas en nuestra Archidiócesis hemos elevado oraciones por el eterno descanso de los fallecidos y para pedir al Señor el consuelo para los familiares y damnificados. Como Iglesia diocesana queremos en esta ocasión dar un paso más en comunión con todos los que sufren. Por eso destinaremos la colecta de este día de la Iglesia diocesana que tiene lugar en todas nuestras parroquias y comunidades a ayudar en la reconstrucción de esa tierra hermana.
Junto a esa llamada solidaria, os invito a vivir también esta Jornada de la Iglesia diocesana. En ella la Iglesia que peregrina en Zaragoza, es consciente del reto misionero que tiene delante. Reto al que debe dar respuesta como Pueblo de Dios. Como Iglesia nos sentimos invitados a caminar juntos – dinamismo sinodal-, sintiéndonos llamados por un Dios que nos convoca – dimensión vocacional- para dar repuesta evangelizadora, como Iglesia en salida, en este momento de la historia – dimensión misionera-.
Esta triple dimensión (sinodal, vocacional y misionera), alumbra a la Iglesia universal, a la que peregrina en España y también a nuestra Iglesia diocesana. La dimensión sinodal va dejando sus frutos y vamos descubriendo en este precioso proceso de comunión, la importancia de la acogida, de la escucha y de una nueva metodología grupal para atender a las mociones del Espíritu. Caminar juntos supone descubrir el reto del prójimo y ponerme a su servicio.
El evangelio de la vocación es permanente buena noticia acerca de Dios, que siempre llama, y del hombre que se abre a la escucha y responde. La vocación no es algo extraordinario, sino que se entiende desde el sentido elemental de la vida: la vida es un bien recibido que tiende a convertirse en un bien que se dona. Así, la dimensión vocacional nos mueve a tomar plena conciencia de la presencia de Dios en nuestro camino y a redescubrir y renovar el don de nuestro bautismo, es decir, a seguir descubriendo cómo Dios nos capacita para la tarea evangelizadora.
La dimensión misionera nos recuerda que siendo una porción del Pueblo de Dios, formamos una comunidad viva de fieles que se alimenta de la Palabra de Dios y de la Eucaristía y que, como discípulos misioneros, tenemos la misión de anunciar el reino de Dios en nuestro mundo. Esta gran familia diocesana cuenta con cada uno de nosotros. Son muchas las tareas que se desarrollan en nuestra diócesis: en la catequesis y celebraciones litúrgicas, en la enseñanza religiosa escolar, en la actividad de nuestros misioneros, en la acción caritativo-social y en la atención a los enfermos, en el testimonio apostólico de los diferentes movimientos, cofradías, hermandades y asociaciones de cristianos laicos. Gracias por tanto compromiso que construye nuestra Iglesia.
En este día de la Iglesia diocesana de Zaragoza, como os decía al principio, queremos acordarnos de los damnificados en España por la terrible DANA. Nuestra oración y nuestra ayuda solidaria hacia todos ellos. Eso es también construir Iglesia.
Un comentario
Me ha gustado mucho su reflexión y me ha ayudado a ver con más claridad esa triple dimensión que nos alumbra a la Iglesia: sinodal, vocacional y misionera.
Sinodal, todos juntos en una misma sintonía, vocacional la presencia De Dios en mi camino y misionera para anunciar el Reino de Dios en nuestro mundo.
Esta reflexión me ayuda en mi oración para discernir en el camino.
Muchas gracias.