Ayer, 5 de octubre, se presentó en El Patio de la Infanta ‘Mis años con Juan Pablo II’ (Espasa, 2023). Se trata de la publicación post mortem que recoge las notas personales de Joaquín Navarro-Valls, portavoz del Vaticano durante 22 años. Para ello, la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria, el Colegio Mayor Miraflores y la Fundación IberCaja, se pusieron en contacto con el hermano del autor, Rafael Navarro-Valls, Vicepresidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España.
Una sala de conferencias llena esperaba impaciente al hermano de quien fue durante dos décadas la cara pública y amigo personal de san Juan Pablo II. Rafael Navarro-Valls comenzó contando el momento exacto en que el papa polaco contactó con su hermano y le animó a ocupar el puesto de portavoz a pesar de que su ocupación entonces era la Medicina: “Nadie ha rechazado hasta ahora una petición del papa en persona”. Así fue como Joaquín (1936-2017) -un murciano graduado en Periodismo y summa cum laude en Medicina y Cirugía- empezó a tratar asiduamente con el sumo pontífice, con “línea directa”, como decía él.
El catedrático de Derecho Eclesiástico continuó la ponencia introduciendo brevemente su persona con ayuda de Fernando Lostao, director de la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria, obra de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP). “Como dijo Kennedy, esta presentación enorgullecería a mi padre y, mi madre, incluso, se la creería”, bromeó el jurista. Sin embargo, en seguida comenzó a perfilar la personalidad del papa Juan Pablo II y de su hermano: “Ambos tenían un corazón enorme”. Por ejemplo, señaló que, en una ocasión, un niño le preguntó a Wojtyla por qué el papa viajaba tanto, a lo que este respondió: “El papa viaja tanto porque no todo el mundo está aquí”.
Juan Pablo II confiaba plenamente en mi hermano
La confianza que Juan Pablo II tuvo en su portavoz fue, sencillamente, toda. Lo demuestran hechos como el que Joaquín Navarro-Valls fuera el mediador entre el pontífice y Gorbachov durante la época de la Perestroika. «Él mismo le llevaba las cartas personales del santo padre a Moscú». Otro botón de muestra: ayudó a salvar la vida de un condenado a muerte intercediendo -de parte de Juan Pablo II- con el gobernador cuando se encontraban ambos en Misuri.
También cuando EEUU invadió Panamá para derrocar al ex dictador Manuel Antonio Noriega. Este señor salió corriendo y se metió en la nunciatura de la Santa Sede en el país. Los tanques norteamericanos rodearon el edificio, pusieron altavoces con música Heavy a todo volumen y cortaron las comunicaciones. Pasaron una nota pública a mi hermano y salió en la prensa italiana. Mi hermano calificó de muy grave la guerra y denunció el acoso contra la nunciatura. Al día siguiente, el presidente Bush habló de «mis amigos del Vaticano». Noriega decidió entregarse para ser encarcelado posteriormente en una cárcel de Norteamérica”.
Ese es el peso de la presencia de un hombre como san Juan Pablo II y un comunicador de la talla de Joaquín Navarro-Valls, que acabó sus días dedicado a la Medicina en Valencia. Pero, ¿cómo surge la idea para esta publicación? Así lo explica Rafael Navarro-Valls: «Cuando se va de portavoz, firma un contrato de un millón de dólares que le ofrece una casa norteamericana muy importante para escribir sus memorias. Él ve todo el material que tiene, 600 páginas, y decide no publicar. Llama a la editorial y decide no escribirlo. Desde entonces, todos sus amigos y sus hermanos le insistimos en que lo escribiera. Al final, se animó y pasó las páginas a ordenador. Y un amigo suyo, periodista español, le ayudó con la edición. Pero este falleció repentinamente. Se dio cuenta de que, hasta su propia muerte, no saldría. Cuando murió Joaquín, salimos con el furgón. Le encantaba la canción ‘My Way’. Entonces, de pronto, misteriosamente, se me disparó el móvil sonando este tema de Sinatra. Siempre he pensado que fue una señal”.
Cerrado el acto, la velada concluyó con una firma de libros de la mano de Rafael Navarro-Valls, quien había demostrado su cariño y conocimiento de estas dos figuras: “Mi hermano destacaba por su valentía, su lealtad y su audacia, pero no sé cuál de los dos tenía más sentido del humor”.