José María Calderón, director nacional de OMP: «¡La Iglesia sois vosotros!»

Luis Sierra
6 de junio de 2022

Así de claro se dirigía a los jóvenes José María Calderón Castro, director nacional de las Obras Misionales Pontificias. Con motivo de la celebración de los centenarios de OMP, la diócesis de Zaragoza entregó 122 becas a favor de las vocaciones nativas, en el marco del Ciclo de Encuentros a la Luz de la Misión.

José María Calderón Castro, director nacional de las Obras Misionales Pontificias.

El viernes, 27 de mayo, se celebró un encuentro con Calderón, con motivo de la entrega de becas, presidido por el delegado de Misiones de la archidiócesis de Zaragoza, Federico A. Castillo. Fue seguido por una oración juvenil, ‘¡Levántate! Deja huella, sé testigo’, en colaboración con Pastoral Juvenil y Vocacional, que llenó la iglesia de San Juan de los Panetes (Plaza César Augusto, 3).

Después de 33 años como sacerdote, 12 como delegado de Misiones en Madrid y 4 como director de OMP, José María Calderón compartió su experiencia en la Casa de la Iglesia (Plaza de la Seo, 6), donde tuvo la amabilidad de ofrecernos estas palabras.

¿Qué expectativas tiene con respecto a la celebración de los centenarios de Obras Misionales Pontificias?

Es una gran oportunidad para hablar de la misión. Espero que esto sirva para que muchos hombres, muchas mujeres que han sido bautizados, recuperen, profundicen y ahonden en su ser misionero.

¡Es muy importante salir de uno mismo! Para empezar, el Papa lo dice mucho. Hay que salir a las periferias.

¿Qué significa hoy ser misionero?

Tomarse en serio la fe. Es imposible ser misionero si no te tomas en serio la fe. Y al revés: si te tomas en serio tu fe, tienes que ser misionero. Si una persona está enamorada de Jesucristo y está dispuesta a entregar la vida por él, será misionera lo quiera o no, porque está dentro de su ser. Si no, puede caer en un aburguesamiento que convierta su vocación, sencillamente, en una forma de vivir.

Aragón es tierra de misión

¿Hasta qué punto significa salir de la tierra?

¡Es muy importante salir de uno mismo! Para empezar, el Papa lo dice mucho. Hay que salir a las periferias. Eso lo primero que significa es salir de uno mismo. Y lo dice en Evangelii Gaudium (2013). Tenemos que dejar de estar pensando en MI tiempo libre, en MIS necesidades, en MI espacio para YO poder crecer… ¡Tengo que salir de mí mismo!

Madre Teresa de Calcuta nos decía a los sacerdotes: «Los sacerdotes sois como Cristo, os tenéis que dejar comer por la gente, como Cristo se deja comer por ti y por mí». Y dejarnos comer quiere decir que nos dejamos abrazar por él, que nos dejamos tirar de la gente, que no estamos pensando en nosotros mismos. Por lo tanto, salir a las periferias, lo primero, es salir de uno mismo. De nuestras comodidades, de nuestras rutinas, de nuestras experiencias personales… ¡Querer ir más allá!

¿Es Aragón tierra de misión?

Por supuesto, toda España y todo el mundo es tierra de misión, ¡claro! Mientras que en Aragón haya alguna persona que todavía no está bautizada y que no cree en Jesucristo, o algún bautizado que no va a Misa y que no se confiesa, ¡es tierra de misión! Hay que ir con ella, para ayudarle a crecer y a encontrarse con Cristo.

Por lo tanto, ¿es Aragón tierra de misión? ¡Si! Ahora, si la gente que, en Aragón, va a visitar, va a besar el Pilar, es misionera… ¡Aquí habría más misioneros que en todo Burundi! Si todos los que vivís la fe en esta tierra tan buena, tan espectacular, donde la Virgen se ha hecho presente, vivís y viviéramos nuestra fe con entusiasmo, con ilusión, con ganas… En Aragón no quedaría una persona que no hubiera oído hablar de Jesucristo, porque entre todos le habríais hecho ver la grandeza de ser hijo de Dios.

Los jóvenes tienen una gran ventaja: que tenéis deseos de cosas grandes. Lo malo es que ponéis las cosas grandes, a veces, en tonterías. Entonces, ¿cuál es la clave? Orientar la mirada hacia Arriba.

La clave es orientar la mirada

Estamos celebrando el Sínodo sobre la Sinodalidad y ahora hemos concluido la fase diocesana, ¿cómo podemos salir de nosotros mismos, hacer misión y caminar juntos?

Me alegra la pregunta porque, si no se aplica, no se puede. ¡Ser cristiano quiere decir «compartir con todos»! Un sacerdote como yo, solo, ¿qué hago? ¡Yo me muero! Yo no estoy para servirme a mí mismo, yo estoy para entregarme a los laicos. Un laico sin sacerdote sería ridículo. Dejaría de tener esa participación en la Eucaristía y ese contacto continuo con el Sacramento del Perdón. Y los religiosos nos están continuamente ayudando a ser conscientes de que Dios se hace presente en la vida del hombre.

Así que la Sinodalidad no es algo nuevo, está desde el principio en la Iglesia. Cuando, en los Hechos de los Apóstoles, se habla de la evangelización, ahí se habla de una tal Priscila, de los apóstoles y de los que siguen al Señor. ¡Todos juntos construimos la Iglesia! Por eso, soy contrario a eso de «¡Es la hora de los o las «lo que sea» (el grupo que toque)!»… No. Es la hora de la Iglesia. De los bautizados. Todos juntos, abrazados, dando el paso… llegamos a Jesús.

Incluidos los jóvenes. Este verano preparamos la Peregrinación Europea de Jóvenes (PEJ) y queremos salir juntos de nuestra tierra… hasta Santiago. ¿Una clave para hacerlo con corazón misionero?

Los jóvenes tienen una gran ventaja: que tenéis deseos de cosas grandes. Lo malo es que ponéis las cosas grandes, a veces, en tonterías. Entonces, ¿cuál es la clave? Orientar la mirada hacia Arriba. ¡Mirad hacia Arriba! Si los jóvenes cristianos, de repente, se encuentran con Cristo, serían verdaderos apóstoles. Y nos darían cien mil vueltas a los mayores, porque tenéis: mucha más capacidad, mucha más fuerza, mucho más entusiasmo y muchas más ganas de entrega.

En definitiva, yo animo a los jóvenes. Claro, los jóvenes, primero, sois los que tenéis que evangelizar a los jóvenes, por supuesto. Porque, ya, los que somos mayores no llegamos a los jóvenes, nos cansamos y se cansan de nosotros. Pero vosotros estáis allí con ellos. Es vuestro momento, porque podéis profundizar en vuestra fe y llevar a Jesucristo a los demás. Y, como decía Juan Pablo II: «No sois el futuro, ¡sois el presente!». ¡La Iglesia sois vosotros!

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