Jornada de la Vida consagrada

Carlos Escribano Subías
31 de enero de 2025

Celebramos este domingo la Jornada Mundial de la Vida Consagrada en este año Jubilar, que sitúa a toda la Iglesia bajo el signo de la “esperanza que no defrauda” (cf. Rom. 5,5) y que propone en esta ocasión, refiriéndose a los consagrados, un sugerente lema: «peregrinos y sembradores de esperanza». 

La propuesta de peregrinar hace mirar al futuro con esperanza a los consagrados, y a todos los bautizados, al reconocerse como ciudadanos de la ciudad celeste: hacia ella nos dirigimos. Esta Jornada actualiza, en el camino sinodal y jubilar, el propósito de san Juan Pablo II cuando instituyó la Jornada Mundial de la Vida Consagrada: que la Iglesia valore cada vez más el testimonio de las personas consagradas y estas puedan renovar cuanto debe inspirar su entrega al Señor. En consecuencia, estamos invitados a ayudar a descubrir, conocer y apreciar a las personas consagradas, que buscan configurarse con Cristo a través de su preciosa vocación y esperan cada día en el Señor, siendo figura e imagen de una peregrinación y una siembra cargadas de esperanza.

Estos días en todas las diócesis, también en Zaragoza, las personas consagradas (monjas, religiosos, religiosas, institutos seculares, vírgenes consagradas y eremitas) se reunirán en torno al Obispo para manifestar la eclesialidad de la vida consagrada y su importancia decisiva en la Iglesia. Una Iglesia sin vida consagrada es una Iglesia empobrecida. En el fondo porque la vida consagrada manifiesta la riqueza y abundancia de carismas y de estilos de vida que hay en el cuerpo de Cristo. Los consagrados, con su forma peculiar de vivir, por sus votos o promesas de castidad, pobreza y obediencia, y por la totalidad de su vida, muestran la meta esperanzada que todo cristiano desea alcanzar: Dios será todo en todas las cosas. Esa es nuestra esperanza. Sin esperanza la vida se vuelve triste, pierde fuerza, no tiene alma. Quién sostiene la esperanza es Dios mismo. Nuestra relación con Él, marca la intensidad de nuestra esperanza. Por eso, lo importante en la vida consagrada es la fidelidad al Señor. Y también la misión. Y, por supuesto, en el caso de la vida religiosa, la comunidad. Pero todo esto está sostenido por la calidad de nuestra fe en Dios.

El peregrino consagrado al Señor camina y en ese caminar va haciendo su siembra de esperanza. Camina en la fe, en la fraternidad, en la misión, en el servicio a los hermanos. Camina también actualizando el carisma, para ponerlo en consonancia con las necesidades actuales de la Iglesia y de la sociedad. Las obras pasan, el carisma permanece. El carisma es creativo, busca siempre caminos nuevos. Caminando en esperanza. Si, en esperanza porque sabemos que, a pesar de nuestros límites y nuestra pequeñez, el Señor no nos abandona y nos muestra un horizonte de plenitud. 

Gracias a todos los consagrados y consagradas de nuestra Iglesia diocesana por peregrinar con nosotros en Zaragoza y enriquecernos tanto. Gracias por ser signos y sembradores de esperanza en medio de un mundo complejo y tantas veces sufriente. Rezamos por vosotros siempre y, especialmente, en esta Jornada. 

Este artículo se ha leído 42 veces.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Compartir
WhatsApp
Email
Facebook
X (Twitter)
LinkedIn

Noticias relacionadas