Pese a las diferencias teológicas, Jonathan Kohan (Buenos Aires, 1981) fomenta el diálogo interreligioso a través de la música. Conversamos con él aprovechando su paso por Zaragoza, donde comenzó el año con un concierto en San Miguel.
Quién es Jesús para un judío?
Nosotros no tenemos una voz de referencia como el papa en la Iglesia católica. Yo puedo hablar desde un judaísmo liberal, que es con el que más me identifico. Si bien esta tradición no ha incluido a Jesús dentro de su teología, en los últimos años sí se le ha reconocido como personaje histórico. Se le ubica como el líder de un movimiento religioso, como un rabino, con un mensaje que da continuidad a la tradición judía de Moisés.
¿Qué aporta la tradición sefardí a la comunidad judía?
Su papel es fundamental. En el año 70, los romanos destruyeron el templo de Jerusalén y, años después, decretaron la salida del pueblo judío de Tierra Santa. Si bien parte del pueblo se quedó a las afueras de Jerusalén, gran parte emigró. Con el paso de los años, se formaron dos grandes centros de concentración de comunidades judías. Una fue en lo que hoy es Alemania y otra en España y Portugal. Los judíos que vivían en la Península Ibérica se autodenominaban sefardíes porque a este lugar lo llamaban Sefarad.
Ejemplos concretos…
Estos judíos vivieron en España y Portugal hasta 1492, año en el que los Reyes Católicos decretaron que debían convertirse o marcharse del país. Un grupo eligió la conversión y trató de practicar el judaísmo de forma privada, mientras que la gran mayoría emigró al norte de África o Portugal. Además de las prácticas religiosas, difundieron su lengua, el ladino, que es muy similar al español medieval de la época. Esto llevó la cultura sefardí hasta Medio Oriente y, poco a poco, la cultura que estaba concentrada en España se dispersó por todo el mundo.
¿Qué comparten católicos y judíos?
Sobre todo, los valores centrales de la vida. Tenemos diferencias teológicas, pero en la base ética estamos de acuerdo. Si no, sería imposible un diálogo.
También hay una base bíblica…
Es cierto que compartimos mandatos bíblicos. Quizá el signo más concreto es el de los mandamientos, pero hay muchos más. No podemos obviar que provenimos de una tradición monoteísta. Además, compartimos algo fundamental: la idea mesiánica de un mundo mejor.
¿Por qué cantar acerca a Dios?
La música tiene algo universal y profundamente espiritual que trasciende las palabras. No es lo mismo leer que cantar. De hecho, en la liturgia judía todo se canta. Nada se lee sin música. A lo largo de la historia de la humanidad, la idea de considerar la música como un arte apartado de la vida comunitaria es relativamente nueva. La música surge como una expresión profunda del ser humano que trasciende el lenguaje verbal.
Una muestra de ello son los salmos…
A diferencia de la mayor parte de la Biblia, los salmos están escritos como canciones. Son cánticos por su estructura literaria, poética, y porque constituyen una expresión musical del servicio religioso.
¿La cultura judía destaca, pues, por su mixtura?
Así es. Una mixtura entre lo católico, fundamentalmente a través de la lengua castellana, lo árabe, por medio de la música y las comidas, y la impronta propiamente judía. Podemos decir que esta cultura es un símbolo del intercambio cultural que durante muchos siglos se dio en España de forma armónica.
¿Cómo vivir esa relación de amistad en nuestros días?
La clave está en concentrarse en las similitudes, escapar de la confrontación y fomentar el diálogo. El papa Francisco está construyendo puentes interesantes, aunque conviene reconocer que está continuando una relación que inició Juan Pablo II y prosiguió Benedicto XVI.