Mi reino no es de este mundo.
INTRODUCCIÓN
Jesús es lo contrario de lo que se entiende por un rey. Es el reino del amor y de la entrega al servicio a los demás. Para reinar de esa manera no necesita ni soldados ni poder. Lo va a demostrar entregando su vida en la cruz. Estaremos en la verdadera perspectiva si no olvidemos que Jesús reinó desde la cruz. Aceptar la muerte como entrega total, es toda su gloria y todo su poder. Jesús hace presente el Reino que es Dios, cuando se olvida de sí mismo y pone todo lo que es al servicio de todos. El «Hijo de hombre» (único título que Jesús se aplica a sí mismo), nos da la clave para entender lo que pensaba de sí mismo. Se considera el hombre auténtico, el modelo de hombre, el hombre verdad. Su intención es que todos lleguen a identificarse con él. Jesús es la última referencia para todo el que quiera llegar a manifestar en su vida la verdadera calidad humana (Fray Marcos).
TEXTOS BÍBLICOS
1ª lectura: Dan. 7, 13-14 2ª lectura: Ap. 1, 5-8
EVANGELIO
Juan 18, 33b-37:
En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?» Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?» Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.» Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?» Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
REFLEXIÓN
1.– La bella profecía de Daniel (1ª Lectura). Daniel tiene un sueño-visión. Y aparece el océano, como elemento hostil. Y del océano brotan las fieras, que entran en la tierra firme de la historia. Una fiera va eliminando a otra y cada vez peor. Esas fieras ya son conocidas por nosotros: el imperio de Nabucodonosor, los Medos, los persas, Alejandro Magno… Y así la historia va pasando bajo el dominio de lo bestial, lo feroz, lo brutal. Si sigue así, la historia no tiene remedio. Entonces, el mismo Dios, como un anciano venerable, se sienta solemnemente con unos libros en las manos. Hay que buscar una solución. Y la solución no está en una quinta fiera. Y sigue la visión. Aparece “una figura humana” que viene de la carroza celeste. En un principio a esa figura se le da una interpretación colectiva: “la comunidad de los santos del Altísimo, el Pueblo consagrado a Dios”. Pero va pasando el tiempo y la profecía no funciona. Es entonces cuando se le da una interpretación individual, esa figura es la cabeza de ese pueblo, es decir, EL MESIAS.
2.– Con Jesús, el Mesías, la profecía llega a plenitud. Es Jesús el que va a dar a la humanidad “un rostro humano”. Jesús va a ser “rey” pero no de este mundo salvaje y bestial. Él nos va a decir que “todos somos hijos de Dios” y que, por lo tanto, somos hermanos. Con Jesús se debe acabar con la ley de la selva. Y va a imponer la ley del amor, del servicio auténtico al hombre, a todo hombre o mujer sin poner etiquetas; la ley de la autoridad como servicio desinteresado. Jesús va a pasar toda la vida haciendo el bien y quitando de nosotros el mal. Es impresionante las palabras del ciego de Betsaida, después de haber sido untado por Jesús: “Veo hombres como árboles que andan” (Mc. 8.24). Unos hombres sin rostro humano. Sin capacidad de entender ni de sentir, reducidos a una vida puramente vegetativa. A ese hombre que no es hombre, que ha sido desfigurado, a ése viene a salvar Jesús. Cuando Cristo es perseguido en el huerto, Pedro le corta a uno la oreja, por defender a Jesús. Pero Jesús, después de curar la oreja, le dice mansamente a Pedro: “Mete tu espada en la vaina, porque el que a hierro mata, a hierro muere” (Mt. 26,52). Jesús no ha caído en la trampa. Por el camino de la violencia se entra en un callejón sin salida. Jesús morirá en una Cruz, como Rey de Paz, de Amor, de Verdad, de Justicia.
3.– El cristiano está llamado a ser “rey de sí mismo”. En el bautismo se nos dice que somos “reyes”. Pero no reyes para dominar sino para dominarnos a nosotros mismos. A los primeros cristianos que vivían en Roma en tiempo de los Emperadores, se les obligaba a dar culto al Emperador, como si fuera un Dios, pero ellos decían: Nosotros no adoramos más que a nuestro Señor Jesucristo, que ha muerto y ha resucitado por nosotros. Esta profesión de fe, les llevó al martirio. Debemos estar atentos porque, dentro de nuestro corazón, podemos llevar bestias salvajes. Lo decía muy bien San Basilio:” Los hombres estamos llamados a dominar el mundo, a ser dueños y señores de nosotros mismos. ¿Dominas toda clase de fieras? Me responderás: ¿Es que tengo fieras dentro de mí? Sí, y muchas. Fiera grande es la cólera cuando ladra en tu corazón, ¿no es más feroz que cualquier mastín? El que injuria afiladamente, ¿no es un escorpión? El codicioso, ¿no es un lobo rapaz? El lujurioso, ¿no es un caballo enfurecido? En resumen, hay muchas fieras en nosotros. Ahora bien, si dominando a las fieras de fuera, dejas que te dominen las de dentro, ¿te has hecho realmente señor de las fieras? Has sido creado para dominar: dominar las pasiones, dominar las fieras”.
PREGUNTAS
1.- ¿Estoy convencido de que este mundo salvaje, bestial, no puede seguir así? La solución ¿de dónde la espero? ¿De arriba o de abajo?
2..- ¿Me admira la figura del Hijo del Hombre, capaz de dar “rostro humano” a todos los medios y sistemas de deshumanización?
3.- ¿Estoy dispuesto, como cristiano, a trabajar para que el hombre sea cada vez más hombre, y la mujer más mujer?
ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:
Señor, los reyes del mundo
viven esclavos del miedo,
cubiertos por guardaespaldas,
policías y el ejército.
Por conservar el poder
son capaces de atropellos,
de condenar a los pobres
a la muerte y al silencio.
Tú, Señor, no eres así.
Tú dijiste en tu evangelio:
“Mi Reino no es de este mundo”.
Soy Rey con otros criterios.
Tú eres el Rey del amor.
Tú no quieres tener siervos.
Quieres tener sólo amigos
que compartan tus secretos.
Tú eres Rey de la Verdad,
la justicia y el derecho,
de la vida, de la paz,
del servicio a los pequeños.
Tú no vives en palacios.
Tu trono está en un madero.
Dando la vida en la cruz,
salvas, Señor, a tu Pueblo.
Señor, que también nosotros
imitemos tus ejemplos.
Te amamos de corazón.
¡Venga a nosotros tu Reino!
(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)