Sería complicado resumir en pocas líneas lo vivido los días 7, 8 y 9 de febrero en el Congreso Nacional de Vocaciones celebrado en Madrid. Soy Javier Huete, secretario del Consejo Diocesano de Pastoral y miembro activo en la Delegación de Pastoral Juvenil, y he participado junto al resto de representantes de las diferentes delegaciones de nuestra diócesis en dichas jornadas.
En torno a 3000 personas compartimos el deseo de una Iglesia viva y en la que cada uno de nosotros tenemos una vocación concreta, particular y plena que parte del encuentro personal con Jesús. Experiencia que se traduce en una misión para conformar una vida entendida y vivida en un contexto social y actual que nos presenta una oportunidad para presentar nuestro día a día como Evangelio vivo.
Hemos comprobado que somos una comunidad eclesial entusiasmada y construida en clave relacional y no centrada en el yo individual. La Iglesia es alegría, como vivimos en el festival de música del día 8 de febrero. La Iglesia es reflexión y oración, como compartimos en los talleres y vigilia de oración. Nuestra Iglesia también es compromiso con el otro y con el mensaje del Evangelio, como se nos recordó en la Eucaristía final de envío.
El ultimo mensaje que se proyectó fue la palabra GRACIAS. Gracias, Señor por darnos la oportunidad de compartir con otros miembros de la diócesis, que antes eran simples conocidos y ahora son comunidad. Gracias también por el reencuentro con personas de otras realidades de nuestro país. Pero, sobre todo, gracias por recordarnos que eres nuestra ancla y nuestra luz que nos sostiene e ilumina en salir al encuentro de otros.
Pasemos de los sueños a los retos con la convicción de que Dios actúa y habita en la historia cotidiana de todas y cada una de las personas.
Vivamos para, por y con Él en clave de misión.