«La pérdida de un hijo es una experiencia que no acepta descripciones teóricas y rechaza la banalidad de palabras religiosas o sentimentales, de estériles frases de ánimo o de circunstancias que, aunque quisieran consolar, acaban hiriendo aún más a quienes, como vosotros, afrontan todos los días una dura batalla interior», reiteró Francisco en marzo de este año al reunirse con los padres de la asociación «Talità Kum» de Vicenza.
Para Francisco, un dolor como el de la pérdida de un hijo, «tan lacerante y carente de explicaciones», solamente «necesita quedarse agarrado al hilo de una oración», un grito dirigido a Dios en cada momento, que no resuelve la tragedia, sino que está habitado por preguntas que se repiten, preguntas que piden saber dónde estaba Dios en ese momento y que, al mismo tiempo, dan fuerzas para seguir adelante y encontrar consuelo en la oración.