La Iglesia celebra este domingo el Día de la Infancia Misionera, una Jornada en la que ponemos los ojos en Jesús Niño como ejemplo de misión. Nuestros niños y niñas son los protagonistas de este domingo que nos invita a hacerles partícipes de nuestro principal cometido como cristianos: la evangelización del mundo a través de nuestras palabras y obras.
El Día de la Infancia Misionera despierta en muchos de nosotros un recuerdo agradecido para aquellos que contribuyeron en nuestra niñez a forjar una vocación misionera. Desde aquellos maestros que nos animaron a leer las revistas de Gesto o Super Gesto, hasta aquellos misioneros que venían a la escuela y nos dejaban impresionados con sus vivencias en las regiones más desfavorecidas del planeta; también a los reporteros que llevaban hasta nuestras casas las terribles imágenes del hambre en el cuerno de África o los efectos devastadores de la naturaleza entre las poblaciones más pobres, como aquella dramática imagen de la niña Omayra, atrapada en el lodo… Sí, también ella fue un testimonio de fe cuyos ecos resuenan todavía en nuestras conciencias. Desde hace años, Obras Misionales Pontificias (OMP) concibe la Infancia Misionera como una escuela de formación en la fe y en la misión para los niños de todo el mundo. «Comparto lo que soy» es el lema de la Jornada de este año en la que los niños son invitados a ayudar a los demás niños, especialmente a los que no tienen lo necesario para vivir o no conocen a Dios.
Iglesia en Aragón ha rastreado algunos testimonios de niños y niñas de nuestras diócesis que ya son conscientes de su vocación misionera gracias a iniciativas como los campamentos de OMP; las misiones diocesanas, como la de Tarazona, en Cochabamba; o las propias catequesis. Es el caso de Daniela, de Huesca, que con sus 11 años es consciente de la ayuda que los niños pueden prestar a otros niños que lo están pasando mal en el mundo: «con el corazón lleno de amor, como nos enseñó Jesús, transmitimos su mensaje y su enseñanza más importante, que es la de amarnos los unos a los otros, sin condiciones. En el colegio y dentro de la familia, en la calle y en la catequesis, aprendemos para enseñar a los demás». Por su parte, desde Tarazona, Lucía Roque, de 8 años, nos cuenta que «desde que estaba en la tripita de mamá he ido a la parroquia. Para mí es mi segunda casa, siempre he ido con mis papás a misa; desde muy pequeñita he participado cantando y tocando la pandereta en el coro y en otras muchas actividades de la parroquia. He escuchado muchas veces al párroco hablar sobre las misiones y de cómo ser misionera. Además, tanto en casa como en otros lugares, entre ellos en catequesis, he escuchado siempre a mi mamá contar su experiencia en la misión de Cochabamba durante un verano y como marcó su vida. Y también dice que no hay que irse lejos para ser misionero, aunque nos anima a que cuando seamos más mayores tengamos esta experiencia, que podemos ser misioneros aquí haciendo muchas cosas por los demás».
En Teruel, Haydée, de 10 años, nos relata su experiencia vivida el pasado año en el campamento de OMP en Navarra. Allí, junto a su hermano Javier y otros 50 niños de toda España, pudieron conocer las vidas de misioneros célebres como san Francisco Javier, san Juan Bosco, santa Teresa de Lisieux, san Daniel Comboni o santa Teresa de Calcuta. Durante varios días, convivieron con misioneros que han estado en países como Perú y Togo, y con jóvenes que han participado en alguna misión durante el verano. Para Haydée, «la misión es acercar el Evangelio y ayudar a la gente a ser mejores personas», y recuerda además la importancia de rezar por las misiones en el mundo. De su experiencia en el campamento misionero, se queda con la vivencia de haber podido compartir su fe con otros niños de su edad: «fue genial compartir nuestro amor por Jesús y descubrir juntos lo que podemos hacer por otros niños que aún no lo conocen».
Finalmente, Alonso, de Zaragoza, 9 años, nos dice cómo ejerce él su misión: «Me gusta hablar de Dios con mis amigos y si algún compañero de mi clase dice que no cree le doy razones para que crea. Una compañera del conservatorio me dijo que el mundo lo había creado el big Bang y yo le pregunté que quién había originado el big bang entonces. Solo puede haber sido Dios».