El mes de marzo está dedicado en la tradición cristiana, singularmente, a san José. Este año esta memoria tiene una especial relevancia por el ‘Año de San José’ que el papa Francisco ha proclamado y que comenzó el pasado 8 de diciembre y durará hasta el 8 de diciembre próximo. Como sabemos el motivo de esta iniciativa es porque en 1871, el beato Pío IX, lo declaró patrono de la Iglesia católica. Se cumplen ahora 150 años de aquella feliz iniciativa. Desde entonces los papas han ido enriqueciendo la reflexión sobre la figura de san José: el venerable Pío XII lo presentó como “patrono de los trabajadores” y san Juan Pablo II como “custodio del Redentor”. El pueblo lo invoca como “patrono de la buena muerte”.
La proclamación de este año josefino ha coincidido con la publicación de la carta ‘Patris Corde’ sobre san José, escrita por el papa Francisco. El objetivo de la misma es que crezca el amor al esposo de la Virgen María para que nos sintamos llamados a implorar su protección, a imitar sus muchas virtudes y a descubrir en él algunos rasgos que iluminan la vida cristiana.
Me resulta muy sugerente el cómo Francisco va detallando el sentido de la paternidad de san José, destacando algunos elementos que la configuran y que nos sirven a nosotros de estímulo en nuestro seguimiento de Jesús. Dice de él que es padre amado del pueblo cristiano; padre en la ternura que se inclina ante la debilidad; padre en la obediencia pronunciando siempre su sí a Dios; padre en la acogida sin exclusiones; padre trabajador; padre en la sombra del Padre dispuesto siempre a la auto donación y, por último, padre de la valentía creativa.
Todos los apelativos me parecen muy sugerentes en la propuesta del Papa, pero permitidme que me quede con el último: la valentía creativa. Esta “surge especialmente cuando encontramos dificultades. (…). A veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener. Muchas veces, leyendo los ‘Evangelios de la infancia’, nos preguntamos por qué Dios no intervino directa y claramente. Pero Dios actúa a través de eventos y personas. José era el hombre por medio del cual Dios se ocupó de los comienzos de la historia de la redención. Él era el verdadero ‘milagro’ con el que Dios salvó al Niño y a su madre. El cielo intervino confiando en la valentía creadora de este hombre” (Patris Corde 5).
Valentía creativa que, aprendiéndola de san José, puede ayudarnos a sacar adelante con audacia esta situación de crisis provocada por la pandemia y puede iluminar también el complejo reto de la evangelización que tenemos delante.
Os animo a vivir con intensidad este año dedicado a san José y a vivir muy cerca de él su fiesta, el próximo día 19.