Hemos comenzado este año sorprendidos por una nevada impresionante y poco usual en algunas zonas de Aragón. Hemos empezado 2021 con la dureza de la pandemia que nos sigue golpeando y con un horizonte incierto en el terreno social y económico.
Nuestra programación diocesana para este curso debe seguir animando las tareas ordinarias de la pastoral, tal y como está planteada en los objetivos que en ella se proponen. A la vez, debemos ir preparando el futuro e ir reflexionando sobre qué camino seguir en los cursos venideros, para poder dar respuesta a los retos que hoy tiene planteados la acción evangelizadora de la Iglesia.
Cuando se comenzó el pasado Plan Diocesano de Pastoral se hizo un trabajo muy interesante y exhaustivo al analizar la realidad que tenemos delante y escrutar las necesidades que se debían priorizar en los próximos años, para intentar darles respuestas adecuadas. Entre esas necesidades destacaban: la renovación pastoral de la diócesis y la renovación personal y comunitaria.
En el documento de 2015 podíamos leer al hablar de la renovación pastoral de la diócesis (p.11): “Tenemos muchas iniciativas y mucha estructura, pero no siempre los frutos son los deseados. Se hace cada vez más necesaria la adecuación y actualización de nuestras estructuras, prioridades y acciones pastorales al dinamismo misionero que hoy se nos reclama”. La renovación personal y comunitaria de la que también se habla, que afecta a los sujetos evangelizadores, requiere de un serio empeño de conversión personal y pastoral, que desde el encuentro personal con Dios nos lleve a la renovación de nuestras comunidades cristianas, para poder vivir nuestra pertenencia a las mismas como auténticos discípulos misioneros que han descubierto la importancia de su vocación bautismal.
Entiendo que estas cuestiones se siguen presentando como retos pastorales, a pesar del esfuerzo que se ha hecho en la diócesis en los últimos cursos. Debemos seguir afrontándolos con determinación, ilusión, creatividad y trabajo, sabiendo siempre que el Espíritu nos antecede. Estoy convencido que una reflexión compartida que nos mueva a realizar un discernimiento comunitario nos va a ayudar a vislumbrar ese futuro pastoral que debemos acometer. Los próximos meses debemos dedicarlos a ello para poder constituirnos en auténtica Iglesia en salida, tomando conciencia de lo nos pidió el Papa a los obispos españoles en la última visita Ad Limina (3-3-2014): “el momento actual, en el que las mediaciones de la fe son cada vez más escasas y no faltan dificultades para su transmisión, exige poner a vuestras Iglesias en un verdadero estado de misión permanente”.
Seguro que con la ayuda de la gracia podemos conseguirlo.