El padre Gerardo Martínez, Misionero de la Natividad de María (MNM), parte para su país, México, el próximo miércoles, 27 de septiembre, tras más de seis años en nuestra diócesis. El pasado sábado, 23 de septiembre, celebró una eucaristía de despedida y agradecimiento para todos los que le han acompañado durante todo este tiempo, en la parroquia de Santa María de Ariza, donde ha estado casi cinco años.
Llegó el 15 de enero de 2017 y su primer destino fue la parroquia de Alhama de Aragón, para pasar después a la de El Frasno. Relata que al principio sintió que tenía ante si muchos retos, pero «después los fieles más cercanos a nosotros -se refiere a otros religiosos MNM- nos fueron acogiendo con mucha amabilidad. En todos los pueblos a donde iba, siempre había familias que nos hacían sentir como parte de la misma y Ariza no fue la excepción, ya que varias familias me acogieron y me abrieron sus casas y sus corazones».
Se va a México, pero todavía no sabe dónde, «yo me abandono a lo que Dios quiera por medio de mi Superior General», dice y se marcha, además, con la satisfacción de haber aprendido muchas cosas. «Hay una religiosidad popular muy enriquecedora para mi como latino. El temperamento español y su forma de ser me han enseñado a ser más recio y más serio, a estar un poco más centrado en lo que soy y en lo que hago en mi sacerdocio y, sobre todo, me llevo el gran ejemplo de un sacerdote que, en especial, me ha ayudado mucho», asegura.
De todos estos años, destaca la cercanía de muchos sacerdotes y el apoyo de toda esta diócesis. «En especial, del actual obispo don Vicente que para mí ha sido una ayuda muy fundamental en mi vocación. Y me llevo, ante todo, en la fe y en el afecto a muchas personas que no solo veían en mi a un sacerdote, sino también a un ser humano con sentimientos y emociones. A todos ellos los echaré de menos», añade.
Gerardo Martínez subraya la labor de la Delegación de Migraciones, donde ha sido el responsable durante varios años, «estaré siempre unido en oración a todas las personas que luchan por una vida más digna», y no olvida al arciprestazgo del Bajo Jalón, a donde llegó, ni por supuesto al del Alto Jalón que es donde más tiempo ha estado y donde ha ejercido como arcipreste.
«Gracias a todos los sacerdotes de esta diócesis, a los agentes de pastoral con los que me reunía para reflexionar y por el ser y quehacer de la Iglesia, juntamente con nuestro obispo. Gracias a los religiosos, en especial a mis hermanos Misioneros de la Natividad de María, y gracias a las religiosas que nos fortalecen en la fe por medio de su oración y nos manifiestan la alegría de la vida consagrada. Gracias a todos los fieles laicos y a todas las personas que se han acercado a mí para vivir la fe y para compartir su amistad. En pocas palabras GRACIAS A TODOS», concluye.