El papa Francisco ha pedido a la congregación para el Culto Divino inscribir en el calendario litúrgico universal (Calendario Romano) la memoria de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia. Ya es un hecho que, a partir de 2018, se celebrará el lunes después de Pentecostés. La razón que ha llevado a Francisco a instituir esta fiesta es “incrementar el sentido materno de la Iglesia en los pastores, en los religiosos y en los fieles, así como la genuina piedad mariana”.
Teología de siempre
El reconocimiento de María como madre de la Iglesia estaba ya de alguna manera presente en el sentir eclesial a partir de las palabras de san Agustín y de san León Magno. El primero dice que María es madre de los miembros de Cristo, porque ha cooperado con su caridad a la regeneración de los fieles en la Iglesia; el otro, al decir que el nacimiento de la Cabeza es también el nacimiento del Cuerpo, indica que María es, al mismo tiempo, madre de Cristo, Hijo de Dios, y madre de los miembros de su cuerpo místico, es decir, la Iglesia. Estas consideraciones derivan de la maternidad divina de María y de su íntima unión a la obra del Redentor, culminada en la hora de la cruz.
Con este sentimiento, la piedad cristiana ha honrado a María, en el curso de los siglos, con los títulos, de alguna manera equivalentes, de madre de los discípulos, de los fieles, de los creyentes, de todos los que renacen en Cristo y también ‘madre de la Iglesia’, como aparece en textos de algunos autores espirituales e incluso en el magisterio de Benedicto XIV y León XIII. De todo esto resulta claro en qué se fundamentó el beato Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, como conclusión de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, para declarar la bienaventurada Virgen María “Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa”, y estableció que “de ahora en adelante la Madre de Dios sea honrada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título”.
Arte al servicio del misterio
El templo de Santa María, Madre de la Iglesia, de la parroquia del Rosario (Zaragoza), fue la primera parroquia española decorada por el sacerdote y artista Marko Iván Rupnik (Slovenia, 1954). Cinco grandes paneles decorativos, que a modo de retablos cubren una superficie de 98 metros cuadrados, constituyen una original pieza de arte figurativo que reinterpreta la iconografía cristiana tradicional desde los parámetros del arte actual. “Nuestra fuente de inspiración -afirmaba Stella Secchiaroli, una de las artistas que trabajó en su confección- es siempre el icono, pero intentando reescribirlo desde el lenguaje del arte contemporáneo”.
El gran tema de este retablo-mosaico, inaugurado el 4 de febrero de 2012, es la fundación de la Iglesia como camino hacia la salvación del género humano. Todo, desde la primordial perspectiva de María, la Virgen Madre de Dios. Es, pues, una magnífica catequesis sobre el misterio que quiere conmemorarse en esta nueva fiesta mariana instituida por el papa Francisco.
La relación del arte con la liturgia es clave para los autores de este gran mosaico. El arte sacro, alimentado primero por la contemplación y el estudio de la Escritura y la Teología, contribuye a dar vida a la liturgia, la acción propia de la Iglesia que introduce en el misterio vivo de Dios, y convierte la expresión del arte en un canal excelente de comunicación espiritual con el espectador: un arte cristiano capaz de recuperar el valor didáctico que había tenido desde sus inicios.
¿Cómo se refleja el misterio de ‘María, madre de la Iglesia’ en esta obra de arte integrada en una iglesia zaragozana? Tres fotografías con unos pequeños comentarios nos pueden dar una idea.
[divider]Cristo sacerdote[/divider]
Cristo aparece en la cruz vestido de sacerdote. Desde la herida de su costado, rasgando el poder divino que simboliza la estola dorada, vierte sangre y agua como símbolos de los sacramentos de la eucaristía y del bautismo, los sacramentos que dan origen a la Iglesia. María, la Madre de Cristo, la llena de gracia, señala la llaga de la que brota la Iglesia, mostrando el gesto acogedor de Cristo, que nos mira desde la cruz. Es también madre de la Iglesia.
[divider]El bautismo[/divider]
La idea del vestido, como símbolo de la persona, puede usarse como eje conceptual de toda la composición del mosaico de ‘Santa María, Madre de la Iglesia’.
Adán se dio cuenta de que estaba desnudo cuando pecó, Cristo se desnuda voluntariamente y deja a las orillas del Jordán su traje divino, para que el hombre pueda revestirse de la divinidad de Cristo por el bautismo.
La eucaristía[divider]La eucaristía[/divider]
Estamos en el cielo. Los colores se han vuelto progresivamente más dorados: “la plaza de la ciudad era de oro puro”. Ahí se produce el banquete definitivo de la Iglesia, la misma carne y sangre de Cristo.
El alimento de la felicidad del hombre, el insaciable deseo íntimo de Dios, se colma con el don de la eucaristía de Cristo, con el don de sí de Cristo, y se celebra en el banquete definitivo del Cordero con la Esposa, la Iglesia.