El pasado domingo, 13 de junio, el arzobispo Carlos Escribano ordenó a cinco nuevos diáconos permanentes al servicio de la Archidiócesis de Zaragoza: Enrique Garrido, Fernando Lozano, Esteban Luzón, Octavio Pérez y José Miguel Reula. De esta manera, la Archidiócesis cuenta con ocho diáconos permanentes y prosiguen su formación para este ministerio otros siete varones adultos.
Hace más de cinco años que don Vicente Jiménez, entonces arzobispo de Zaragoza, instauró el diaconado permanente en la archidiócesis, un ministerio al que pueden acceder varones que destacan por su disponibilidad, sus virtudes evangélicas y su madurez humana. Fernando Lozano es uno de los cinco diáconos permanentes ordenado por Mons. Escribano el pasado 13 de junio y así nos cuenta cómo ha vivido el proceso vocacional y lo que significa para su vida:
¿Cuándo descubriste tu vocación de diácono permanente? En 2016, llegaba con mi familia a la misa del domingo en nuestra parroquia de San Pedro Apóstol. Allí mi esposa me acercó la Hoja Parroquial de entonces y me mostró el anuncio de monseñor Vicente instaurando el Diaconado Permanente en la Diócesis de Zaragoza. Era una novedad total. Y cuando lo leí recuerdo que lo sentí: esa era la respuesta a ese paso más que quería dar en mi fe y en mi Iglesia.
Con el tiempo, tras hablarlo en familia y con los sacerdotes de mi parroquia, comenzaría un tiempo de discernimiento para tener claro si eso era para lo que Dios me llamaba o no.
¿En qué va a cambiar tu vida de ahora en adelante? En los últimos años ya vengo colaborando en lo posible con la parroquia. Pero ahora será distinto: dejaremos de ser laicos que ayudan puntualmente y pasaremos a ser ministros ordenados, con las obligaciones que ello conlleva de servicio, obediencia, disponibilidad… Nuestra vida pasa a estar regida por el servicio, a los demás y a nuestra iglesia. A partir de ahora la entrega a los demás o mi participación en temas litúrgicos deja de ser una opción y pasa a ser mi obligación: debo cumplir mi misión.
En mi caso personal, además, tenemos dos niñas pequeñas (Valeria María y Esther), por lo que lo importante de verdad es saber (y poder) equilibrar la vida familiar, la laboral y la pastoral.
¿Qué aspectos de la fe has redescubierto en este camino? Para ordenarse como diácono uno de los requisitos es la formación en ciencias religiosas. Esos años de formación, el ir poco a poco ayudando más y mejor donde nos necesitan, el papel del diácono como servidor, el poder estar como miembro autorizado junto al altar… todo ello ha aumentado mi fe, me ha hecho descubrir la verdadera misión tanto mía como de cualquier bautizado. Y este camino no ha hecho más que empezar…
¿Cuál es el papel de un diácono permanente en la Iglesia del siglo XXI? Cada día que pasa lo veo más claro; actualmente con la escasez de vocaciones y la dificultad de transmitir el mensaje de Jesús alrededor nuestro, es necesario dar un paso más los que podemos, los llamados. Debemos ser testimonio con una vida ciertamente cristiana, debemos dedicarnos a ayudar a los demás, dentro y fuera de la iglesia. Y quien no nos quiera escuchar al menos que nos vea. Hemos dicho sí a Dios, y cumpliremos hasta el final, como dice san Pablo.
¿Crees que cada vez serán más los que se sientan llamados a este ministerio? El otro día mi director espiritual me contó que, al verme como futuro diácono, dos chicos de la parroquia ya se habían interesado por dicho ministerio. Debemos dar ejemplo y el Espíritu obrará el resto, no tengo ninguna duda. Como me dijo un sacerdote amigo: “Dios llama, pero acompaña”.
