Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del III domingo de Adviento – C – (15/12/2024)
En la segunda lectura, hemos escuchado unas palabras de ánimo de Pablo a los cristianos de Filipos: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres». Mientras crecía la persecución, el Apóstol les invita a estar alegres; parece algo contradictorio, pero el evangelio (Lc 3, 10-18) presenta hoy a Juan como hombre sincero y humilde, de esos que tanto necesitamos…
– Tu palabra en este domingo es de difícil digestión -he dicho a Jesús con mi taza de café entre las manos-.
– ¿Por qué lo dices?
– Porque nos anuncia situaciones contradictorias.
– Aprende a digerir la contradicción -me ha respondido mientras cogía su taza-. En vuestro mundo abundan el mal y el bien, y siempre están en lucha. Mi vida entre vosotros sufrió una continua contradicción. Si lees el evangelio de mi infancia, tanto en la versión de Mateo como en la de Lucas, te darás cuenta del dolor y contradicción que soportaron mi madre y José ya antes de que yo naciera, cuando nadie les proporcionó un rincón en la posada y se refugiaron en un establo para darme a luz. El ángel había anunciado a mi madre que el bebé que llevaba en su seno era el Hijo del Altísimo y, sin embargo, la contradicción me acompañó hasta la mañana de la resurrección…
Pensativo he depositado mi taza de café sobre la mesa y le he dicho:
– También tu precursor tuvo que soportar la contradicción. Me ha llamado la atención la personalidad de Juan. Era sincero y no se amedrentaba si tenía que decir las cosas claras: a los recaudadores, tentados por la avaricia, les decía: «No exijáis más de lo establecido», no os aprovechéis del resguardo de la guarnición romana, que hacía la vista gorda si exigían más de lo debido y se quedaban con la diferencia; a los legionarios, tentados de hacerse fuertes porque llevaban armas en sus manos, les decía: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga»; a unos y otros les recordaba que «el que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene y el que tenga comida, haga lo mismo»…
– Y decir las cosas claras a Herodes y a Herodías, su concubina, le costó la cabeza –me ha recordado–. Pero Juan era sobre todo humilde. Cuando la gente se preguntaba si no sería el Mesías, reconoció que no llegaba a ser ni el esclavo que desata las sandalias de su dueño, y les anunció: «Yo os bautizo con agua; el que viene os bautizará con Espíritu Santo y fuego», previendo lo que yo haría a partir del Pentecostés después de mi Pascua. La sinceridad y la humildad son virtudes que os hacen dignos de admiración, porque sólo la verdad os hace libres para reconocer y rectificar vuestras conductas torcidas.
– ¡Cómo necesitamos oír de nuevo las palabras de Juan! Estamos llegando a utilizar la mentira como si fuera el aire que necesitamos para respirar, y a no reconocer lo que se ha hecho mal con tal de mantener ese poder que corrompe. ¿Hasta dónde vamos a llegar?
– No pierdas la esperanza. Eso que dices ya ha ocurrido en vuestra historia. Cuando Pablo exhortó a estar siempre alegres, la situación no era mucho mejor, pero tanto si lo queréis como si lo ignoráis yo vendré de nuevo para juzgar a vivos y muertos, y salvar a los que me esperan. Recuerda lo último que Juan dijo de mí: «en sus manos tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga». Estas palabras son “evangelio” o “buena noticia”, no amenaza. Toma nota y de momento volvamos a nuestras ocupaciones.