El administrador apostólico de la Diócesis de Huesca, don Vicente Jiménez Zamora, ha compartido este viernes 26 de enero un encuentro con los jóvenes que ha tenido lugar en la iglesia de Santiago Apóstol de la capital oscense. Una actividad de carácter anual que organiza la delegación diocesana de Pastoral de Vocacional, Infancia, Juventud y Universitaria. Presentado por la delegada, Isabel Ramos, y acogido por el párroco, el reverendo don Luis Gurucharri, se dirigió a un numeroso grupo de jóvenes acompañado asimismo por catequistas y profesiones de Religión.
Don Vicente se definió como “joven de espíritu” ante una audiencia que le escuchó atenta y se presentó como un sacerdote que escuchó la “llamada de Dios” porque “la vida es vocación y el Señor nos llama de muchas maneras”. En el Seminario de Tarazona, cercano a su localidad natal de Ágreda (Soria), inició sus estudios sustentado en “la llamada de Dios, los padres, los buenos maestros que tuve y el buen ambiente de estudio religioso que había entonces”.
Su lema, ‘Amoris officium’ , extraído de san Agustín, se debe al deseo cumplido de “una vida al servicio de Dios”. Don Vicente explicó la diferencia entre la labor de obispo y la de un administrador apostólico, que “administra y cuida la Diócesis en nombre del Papa. En el fondo, soy obispo igual pero en nombre de la Santa Sede y no en virtud de uno mismo”.
Una de las preguntas lanzadas por los jóvenes se refería al papel de una Iglesia que “se adapta y se renueva para dar respuesta desde el Evangelio y la revelación de Dios a lo que demanda el mundo”. No cambia en la “doctrina”; pero sí “en la forma de estar en la sociedad y de exponer esas verdades”. El Concilio Vaticano II supuso en ese sentido un punto de inflexión, y don Vicente relató cómo la Iglesia se ha adaptado a los tiempos y técnicas modernas durante las sesiones del Sínodo, en el que desarrolla un papel muy activo como Padre Sinodal en representación de la Conferencia Episcopal Española.
El administrador apostólico puso en valor a los jóvenes que tienen “interés en conocer a Jesús y en compartir la fe con otros jóvenes”. El testimonio, el boca a boca, las Jornadas Mundiales de la Juventud o las redes sociales facilitan que “seáis los unos catequistas de los otros”. Elogió el empeño de profesores y catequistas por “transmitir la fe” en el marco de un “desafío que tiene la Iglesia: evangelizar a y con los jóvenes”. Aboga por practicar “la cultura del encuentro” entre los mayores, “que tienen la experiencia”, y los jóvenes, “que tienen el futuro”. Dios te ama, Jesús vive y el Espíritu renueva siempre a la Iglesia, afirmó don Vicente.
Sin amor, continuó, “no hay alegría, porque hay más alegría en dar que en recibir”, y la vocación es “un poema de amor que se descubre por las llamadas del Señor”. Explicó que una de las cuestiones que se han puesto sobre la mesa en el Sínodo es la adaptación del lenguaje litúrgico de las celebraciones eucarísticas “sin traicionar su esencia”. El pecado es “el desamor” y Dios perdona “siempre”, ha enviado a su Hijo al mundo “para borrar los pecados. Hace falta que nosotros queramos volver a encontrarnos por la vía del amor con Dios y Jesucristo. En todo pecador puede haber un santo”.
Para terminar, don Vicente definió el mal como “el gran mal del hombre”. No hay explicación para este Misterio, como tampoco para el de la muerte. La fe, aporta “algo de luz para explicarlos. Dios, en sus designios, puede sacar del mal bien. Ha llenado el sufrimiento de sentido y de vida”.