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En un mundo de increencia, ¿es posible creer en Dios?

Raúl Romero López
25 de marzo de 2019

(Salmo 14)

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1 Dice el necio para sí: “No hay Dios”.

Se ha corrompido cometiendo execraciones,

no hay quien obre bien.

2 El Señor observa desde el cielo

a los hijos de Adán,

para ver si hay alguno sensato

que busque a Dios.

3 Todos se extravían igualmente obstinados,

no hay uno que obre bien, ni uno solo.

4 Pero, ¿no aprenderán los malhechores

que devoran a mi pueblo como pan

y no invocan al Señor?

5 Pues temblarán de espanto,

porque Dios está con los justos.

6 Podéis burlaros de los planes del desvalido,

pero el Señor es su refugio.

7 ¡Ojalá venga desde Sión

la salvación de Israel!

Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo,

se alegrará Jacob, y gozará Israel.

INTRODUCCIÓN

 El salmo se abre de una manera inusual, violenta. El salmista no sale de su asombro al constatar que hay personas tan locas, tan absurdas, que puedan negar la existencia de Dios. De hecho, la palabra que usa para definir al ateo -nabal- significa eso: persona inconsciente, irresponsable. Esta afirmación va a tener unas graves consecuencias de tipo moral. Este desprecio insolente de la voluntad divina tendrá unas fatales repercusiones, no tanto en el culto, sino en la justicia social y en el amor fraterno.

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN SOBRE EL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

Dios es objeto de fe; pero ¿acaso no es lo más razonable creer?

Así comienza el salmo: “Dice el necio para sí: “No hay Dios”. Se han corrompido cometiendo execraciones, no hay quien obre bien” La frase: “No hay Dios” no hay que entenderla en un contexto de nuestro contemporáneo “ateísmo teórico”. Para aquella mentalidad de los Israelitas, la realidad de Dios se imponía. Se trata de un “ateísmo práctico”, que podríamos formular así: “Dios no está actuando en este momento histórico”. Está indiferente a todo lo que pasa en el mundo. No le interesa nada lo nuestro. El Targúm lo diría de esa manera: “No hay señorío divino sobre la tierra”. En la misma Biblia hay otras citas que aclaran el verdadero alcance de la frase: “No hay Dios”: “Dios no pide cuentas” (Sal 9, 25); “Dios no se entera” (Sal 94, 7); “Las nubes le tapan y no le dejan ver” (Job 22, 14).

 

“Se han corrompido”… La negación de Dios supone negación de la moral y los valores de la persona.

“Cambiaron la gloria de Dios por vaciedades” (Rom 1, 23). La gloria de Dios es ese mismo Dios actuando, abriendo brecha en la historia…, desplegando posibilidades para el hombre. A ese Dios lo cambiaron por ídolos sin consistencia, incapaces de llenar el corazón.

 

El Dios Bíblico no es un Dios  “estático sino dinámico”

El Señor “observa”. No está en el cielo indiferente, viendo correr la historia. Sus pupilas ven, observan, escrutan a los hijos de Adán. ¿Qué ve? A los sensatos, a los que saben que Dios está metido en la historia, a los que tienen “una fe que informa la vida” (Sant 2, 26). Cuando se hace desconexión entre la fe y la vida, entonces se vive en un ateísmo de tipo práctico.

 

 ¿Está Dios decepcionado de los hombres?

 “Todos se extravían…, no hay uno que obre bien” Estas palabras rezuman una especie de decepción por parte de Dios. Esperaba algo más de nosotros. No sólo no hemos estado a “su altura”, sino que nos hemos ido a “la bajura”. Es como cuando dice Dios: “le pesó de haber creado al hombre” (Gn 6, 6). O cuando se queja por medio de Isaías: “Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no conoce, mi pueblo no discierne” (Is 1, 2-3). Es el propio Dios el que se asombra, se admira de la ingratitud de la criatura más digna que ha salido de sus manos.

“No hay ni uno que obre el bien”… “Aquí no se trata tanto de una exageración apasionada, sino que corresponde al descubrimiento radical y total de la culpa”. (Gunkel)

 

El no creer en Dios acarrea malas consecuencias para el hombre.

 Al prescindir de Dios, al no tenerle en cuenta, las personas cometen los más graves  delitos. Los malvados aparecen como enormes monstruos que devoran al pueblo de Dios “con la misma impasividad e indiferencia con que uno se come un trozo de pan” (H.Gunkel). Para ellos el devorar es un acto biológico cotidiano, como si los pobres no fueran personas, sino objeto de presa. “Gentes cuyos dientes son espadas y sus mandíbulas cuchillos, para devorar a los desvalidos de la tierra y a los pobres de entre los hombres” (Prov 30, 14). Hay que destacar la fuerza de estas palabras “mi pueblo”. Los que son objeto de esa barbarie son algo que afecta a Dios en las mismas niñas de sus ojos. Aquí Dios no sólo está observando como desde un balcón celeste lo que está ocurriendo en nuestro mundo. El está metido dentro del pellejo de su pueblo. Lo que el pueblo sufre, también Él lo sufre en carne viva.

 

Dios respeta nuestra libertad por encima de todo.

 “Podéis burlaros”… Es como si Dios dijera: “Sois libres, podéis hacer con vuestra libertad lo que os de la gana. La libertad es el supremo don de la persona y yo Dios nunca os la quitaré. Cuando yo os hice libres, ya sabía a qué me arriesgaba. Pero esto no os da derecho a pensar que yo no me preocupo de los que hacen buen uso de esa misma libertad. Yo los guardo y los protejo. Yo soy su refugio. A veces, al no actuar de inmediato, doy sensación que estoy ausente. Pero es sólo una sensación, no una realidad.

Yo estoy metido en la historia. Sólo los que miran esta historia con ojos de fe saben descubrirme”. “Las almas de los justos están en las manos de Dios y nos les afectará ningún tormento. A los ojos de los insensatos parecían muertos; su partida de este mundo se consideraba como una desgracia y su alejamiento de nosotros, una completa destrucción; pero ellos están en paz” (Sab 3, 1- 3).

 

Siempre es posible el retorno. 

En Sión está el Templo, morada de Dios. Allí vive con su pueblo. Esta situación actual de sufrimiento Dios la cambiará en alegría y salvación. Lo que se pide en este verso último del salmo es que haya un nuevo orden de cosas, que se produzca un giro definitivo. Y esto sólo puede hacerlo Yavé. El cambio obrado en el salmista se actualiza en la realidad de todo el pueblo. Y así el salmo se convierte en bendición para Sión y el Templo restaurado. Aquí se habla de una restauración completa. Y así se empalma con los deseos de los profetas: “Ojalá que Dios trajese una vuelta grande para su pueblo: una vuelta en justicia y amor” (Jer 31, 23).

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

  “Un Dios para los sin Dios”. Según la mentalidad del salmista, estos “sin-Dios” no tienen remedio y están condenados al fracaso rotundo. Pero con Cristo todo ha cambiado. Jesús muere pidiendo perdón por aquellos que le están asesinando, es más, incluso llega a excusarles: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc. 23,34).

Dios está en la historia para dar una orientación total, la gran alegría después de los momentos de dolor. Son muy esclarecedoras las palabras que escribe G. Ebeling a propósito de este salmo: “El Dios de los privados de Dios es Dios matado y cuando los necios murmuran en su corazón que Dios no existe, pronuncian una sentencia de muerte, es más, aumentan la sentencia: nosotros no queremos que Dios sea. Pero Dios de los privados de Dios continúa molestándoles… El Dios de los privados de Dios es la gran  vuelta”.

¿Fracaso de Dios? Todo lo contrario. “Dios ha permitido que todos seamos rebeldes para tener compasión de todos.” (Ro. 11,32)

 

ACTUALIZACIÓN

 + El ateísmo que denuncia el salmista aflora también en nuestros días. Así lo describe el famoso novelista J.Green: “Vivamos como ateos”, dice Vivekamanda. Es cierto, Dios se muere de frío. Llama a todas las puertas, pero ¿quién le abre? El lugar está ocupado. ¿Por quién? Por nosotros mismos”.

+ Hay que tener muy presente las palabras del “padre del ateísmo moderno” en un momento de sinceridad: “¿Quién encontrará una esponja tan grande que sea capaz de borrar a Dios del encerado del mundo? ¿Qué hicimos cuando soltamos a esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? Y nosotros, ¿hacia dónde nos movemos lejos de todo sol? ¿No nos estamos cayendo continuamente? ¿Hacia atrás? ¿Hacia adelante? ¿En todas las direcciones? ¿Hay aún arriba y abajo? ¿No nos estamos confundiendo y equivocando a través de una nada infinita? ¿No nos asusta el espacio vacío? ¿No nos está viniendo continuamente la noche y siempre la noche?

(F. Nietzsche)

 + Alguna culpa tendremos los cristianos  para que  muchos de nuestro tiempo caminen sin Dios, mientras aumenta el número de los pobres y oprimidos.

 A esta “gran vuelta”, a esta “restauración total” de la que habla el salmo nos llama Dios a los hombres y mujeres de hoy.  Ante un mundo como el nuestro: ateo, materialista, agnóstico, que pasa de Dios como de algo que no le interesa, debemos optar por una fe recia y profunda. Sólo la experiencia profunda de Dios puede convencer. Con una vida mediocre no vamos a convencer a nadie.  Es tiempo de concentrar  todas las energías en lo fundamental. “Está ardiendo el mundo. No es tiempo de tratar con Dios los asuntos de poca importancia” (Santa Teresa de Jesús).

 

PREGUNTAS

          1. En la Historia Sagrada, la salvación de muchos depende, a veces, de la fidelidad de unos pocos. ¿A qué me está llamando Dios en estos momentos?

  1. En tiempos de ateísmo y de incredulidad hay que saber concentrar todas las energías en lo fundamental. ¿Sé descubrir qué es lo fundamental hoy en mi parroquia, en el grupo cristiano en el que vivo? ¿Qué le falta y qué le sobra?

 3.“Al hombre de cada siglo le salva un grupo de personas que se oponen a sus gustos” (Chesterton). ¿Qué resonancia tiene en mí esta frase? Dice el necio: “No hay Dios”

 

ORACIÓN

 

Dice el necio: No hay Dios.

 Hoy, Señor, cuando vengo a estar contigo, siento que un fuerte escalofrío atraviesa toda mi piel. ¿Cómo puede haber personas que nieguen tu existencia? Me paro a pensar en lo que sería mi vida sin Ti: algo así como un día sin sol; como un jardín sin flores; como una noche sin luna y sin estrellas; como una atmósfera sin aire. Tú, Señor, no eres un lujo para mí. Eres una imperiosa necesidad. Aunque alguien cierre los ojos a la luz del sol y diga que el sol no existe, ¿Acaso el sol dejará de alumbrar?

 

No hay quien obre el bien

Tú eres, Señor, el fundamento del orden moral. Si Tú no estás, desaparece la verdad, el amor, la vida. Negarte a Ti es negar al hombre. Dame un convencimiento vivencial de esta verdad. Haz que haya en mí una coherencia entre mi fe y mi vida. Yo quiero vivir para obrar el bien, para servir a los demás. Yo quiero manifestar con mi vida que Tú existes y que eres Amor.

   

Devoran a mi pueblo como pan

Los que no creen, los que te ignoran o marginan y los que no son consecuentes con la fe, pueden hacer verdaderos estragos en la sociedad. Ahogan tu voz en las conciencias y pisotean los derechos de las personas, hechas a tu imagen y semejanza. ¡Cómo sientes, Señor, en carne viva, las injusticias de los pobres! Son “tu pueblo” y herirle a él es como herirte a Ti donde más te duele.

Que aprenda yo a querer como Tú quieres. Que sienta, como algo propio, los atropellos de las personas. Y que sepa descubrir en cada hombre y en cada mujer que sufre, el rostro dolorido y sufriente de tu propio Hijo.

 

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