Este miércoles, 25 de marzo, solemnidad de la Encarnación del Señor, se celebra la Jornada por la Vida. Este año se ha elegido el lema “Sembradores de esperanza”, título del documento que presentó el pasado mes diciembre la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida sobre cómo acoger, proteger y acompañar la etapa final de esta vida. Ante la situación de pandemia por el coronavirus, los obispos comparten un mensaje complementario que invita a ser, aun en esta situación, portadores de la luz cristiana. La celebración de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo tendrá este año una motivación especial. Nuestro Dios, ante el dolor que sentimos todos, la incertidumbre ante la posible muerte de muchas personas, la inseguridad al ver lo vulnerables que somos como personas y sociedad, quiere aún hoy enviarnos al Ángel Gabriel para darnos una palabra de esperanza a nosotros que estamos sometidos a la realidad de la muerte y de la precariedad, quizás con un sentimiento de tristeza, soledad y angustia. El ángel nos dice como a María “alégrate el Señor está contigo”. Hay una razón para no perder la alegría profunda y la esperanza: “El Señor está contigo”.
El Señor sigue estando entre nosotros y en este tiempo nos sigue llamando a vivir como creyentes. En días de dolor, muerte y miedo como éstos, los cristianos debemos recordar que estamos en las manos de un Dios que es Padre capaz de sacar cosas buenas también de lo peor e, incluso, del mal objetivo. En las actuales circunstancias, los cristianos debemos seguir siendo en nuestro entorno –con nuestra palabra y ejemplo- sembradores de esperanza, paz y alegría.
Como ha dicho el Papa Francisco el pasado 8 de marzo, debemos vivir esta crisis sanitaria y humana “con la fuerza de la fe, la certeza de la esperanza y el fervor de la caridad”. En la Jornada por la Vida, todos, como Cuerpo de Cristo, somos invitados a ser sembradores de esperanza.Las familias estáis invitadas a ser sembradoras de esperanza, construyendo y viviendo la Iglesia doméstica. Ahora, con el confinamiento, podemos vivir a fondo ese misterio y tal vez sea una oportunidad de recuperarlo en toda su grandeza. La Iglesia está en casa, en el hogar, en la familia y ahora más que nunca es “Iglesia Doméstica”. De un modo especial en estos días podemos aprender a descubrir a Dios en cada hogar, y darnos cuenta de que juntos formamos ese Sacramento precioso que es la Iglesia y, mientras haya quien rece en nombre de Jesús, la Iglesia está ahí y Dios en ella.
Es momento de orar juntos, de esforzarnos y hacer sacrificios que, ofrecidos a Dios, serán una penitencia saludable. Es momento de cuidarnos unos a otros y de practicar la misericordia (empezando por esa maravillosa obra de misericordia que nos llama a “sufrir con paciencia los defectos del prójimo”) dentro de la familia y con los más cercanos.
Es tiempo de poner en el centro de nuestra casa la liturgia de la Iglesia Doméstica. Es una maravillosa oportunidad animaros a todos a recuperar costumbres que el mundo ajetreado actual nos ha robado: el Rosario en familia, hacer juntos una oración en la mañana, el Ángelus a mediodía, la oración antes de dormir. Hay una oración maravillosa a la Virgen que el Papa ha compuesto para pedirle que nos libre de este mal y que debemos hacer juntos todos los días.
En la liturgia de la Iglesia Doméstica las televisiones, radios y plataformas digitales, pueden ser una ayuda que, aunque no podrán nunca sustituir la riqueza del encuentro personal con el Señor, sí son medios que nos pueden servir para sostener nuestra fe. Y, sobre todo, no olvidaros que toda la vida contemplativa de la Iglesia se une a vosotros sembrando esperanza y os acompañan en la oración desde la vida oculta de Nazaret.
En esta Jornada por la vida también son sembradores de esperanza los sacerdotes disponibles a atender las necesidades espirituales.
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