El Señor nos quiere santos

Carlos Escribano Subías
25 de octubre de 2024

Este mes de noviembre la tradición de la Iglesia nos invita a orar especialmente por los nuestros seres queridos fallecidos. La conmemoración de los fieles difuntos, el día 2 de noviembre, invita especialmente a la comunidad cristiana a orar al Padre por todos los que “nos ha precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz”.

Pero también recibimos en este mes una singular llamada a la santidad en la celebración de la solemnidad de Todos los Santos. En ella recordamos a esa muchedumbre innumerable de hombres y mujeres de todo tiempo y nación, edad, estado y condición que han alcanzado la santidad. De la gran mayoría no conocemos su nombre, porque no han sido reconocidos oficialmente por la Iglesia, pero por la fe sabemos que gozan ya para siempre de la gloria de Dios. A todos les une haber encarnado en su existencia terrenal las bienaventuranzas con la ayuda del Espíritu Santo: fueron pobres en espíritu, hambrientos y sedientos de justicia, humildes, misericordiosos y limpios de corazón, trabajadores por la paz y, muchos de ellos, perseguidos a causa del nombre de Jesús. Son en muchas ocasiones, los santos de la “puerta de al lado” (Francisco,  Gaudete et exultate 6), que han llegado ya a la casa del Padre. Viven ya con Dios, gozando de Él e intercediendo por nosotros.

Todos estamos invitados a ser santos. El Señor “nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada” (Francisco, Gaudete et exultate 1). La contemplación del ejemplo de los santos nos puede ayudar a ello: su testimonio y su vida suscita en nosotros el deseo de ser como ellos. En definitiva, Dios nos crea por amor para la vida, para la presente y para la futura; Dios quiere que todos tengamos parte de su misma vida para siempre.

Pero, ¿cómo podemos llegar para ser santos? Para serlo no es preciso realizar obras extraordinarias, ni poseer carismas excepcionales. La santidad es antes de nada don de la gracia de Dios, que la ofrece a todos. Para ser santo es necesario, ante todo, acoger la vida nueva que Dios nos ofrece en el bautismo y vivirla día a día; el camino para ello es creer en su Hijo, Jesús, dejarse encontrar personalmente por Él, adherirse a Él, dejarse transformar por su Palabra y la gracia de Dios, alimentar la nueva vida bautismal en los sacramentos y seguir a Cristo cada día sin desalentarse ante la dificultad. Descubrir que somos amados por Dios de modo gratuito, nos ha de impulsar a amarle y a amar también a nuestros hermanos, especialmente a los más pobres. Este es el camino el camino de la santidad, de la dicha y de la felicidad eterna.

Me gustaría haceros una sencilla invitación para este mes de noviembre: además de rezar por los fieles difuntos, os animaría a releer la exhortación “Gaudete et Exultate” del Papa Francisco sobre la llamada a la santidad en el mundo actual. Seguro que su lectura te ayuda a seguir descubriendo el plan que Dios tiene preparado para ti y a hacerlo vida con alegría.

 

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