El Seminario de Tarazona celebra su fiesta de la Inmaculada

Patricia Vallés
7 de diciembre de 2017

Como todos los años, el  Seminario diocesano de Tarazona abre sus puertas de par en par para celebrar  su fiesta de la Inmaculada el 8 de diciembre. A las cuatro y media será la recepción, a las cinco de la tarde  se celebrarán las solemnes vísperas presididas por el obispo, don Eusebio, y a las cinco y media se despedirá esta fiesta con un concierto del Coro de voces blancas del colegio Santo Domingo de Silos de Zaragoza. Además, se podrá disfrutar de un aperitivo y un vino español.

Los seminaristas se forman en el Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón (CRETA).

Los seminaristas dicen que estar en el seminario les ha hecho crecer como personas, acercarse más a Dios, tener una formación previa integral (académica, intelectual, filosófica, teológica y espiritual) o ser capaces de ver la huella de Dios en todo lo que les rodea. Otros, como Alberto Seminario, venido desde Perú a Tarazona, tiene muy claro que la palabra seminarista es sinónimo de “vocación”, “una llamada que a veces uno no se merece, pero que tienes que saber oírla, discernirla y responder”.

Rodrigo Montoya, oriundo de Guatemala, disfruta de esta celebración desde hace tres años. Para él, “es una fiesta muy solemne y una experiencia espiritual muy amena” que une a todos ellos, que viven juntos en comunidad. Tanto él como Víctor Osbando y Ángel Cabrera, descubrieron sus vocaciones a edades muy tempranas, con 14 y 16 años, respectivamente. A partir de ese momento no pararon de caminar. Y sí, por el camino han tenido muchas dificultades, pero han podido superarlas.

Todos ellos vienen de distintas partes de Latinoamérica y el choque entre ambos países al comienzo fue fuerte. Expresan que aquí, por ejemplo, las iglesias y los templos se cuidan mucho, pero luego la afluencia de gente es mínima en las celebraciones. Por ello, intentan que todas las eucaristías sean alegres, con más música y con palabras más sencillas en las diferentes lecturas.  Con sonrisas y brillo en sus ojos, muchos de ellos repiten que en los pueblos, al finalizar estas celebraciones, la gente se les acerca para darles las gracias.

Quizás esa alegría al transmitir la Buena Noticia sea lo que ha hecho que los más jóvenes se acerquen a ellos e incluso jueguen partidos de fútbol en sus ratos libres. Los seminaristas remarcan que ahora mismo “es un buen momento para enganchar a los jóvenes en la Iglesia”.

Ante todo, los seminaristas quieren “seguir preparándose para todo lo que viene y así poder servir mejor en sus parroquias o como misioneros”. Porque, como ellos dicen, “Dios está en todas partes” y sólo hay que saber verlo.

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