El sacerdote Joaquín Trujillo, delegado de Pastoral Vocacional y rector del Seminario, reflexiona sobre el servicio sacerdotal, siempre presente para «celebrar la fe y celebrar la vida y, así, custodiar su rebaño».
Nos preparamos para celebrar el día del seminario en las fechas del 19-21 de marzo, teniendo como telón de fondo la figura de San José en este año dedicado a reflexionar en su persona y en su acción prudente en la historia de salvación. Es así, como la subcomisión episcopal para los seminarios de la Conferencia Episcopal Española, nos propone el lema para esta campaña: Padre y hermano, como San José.
De ahí que, en el material enviado, la reflexión teológica, las catequesis y celebración litúrgica, han querido reflejar la figura de San José en el ser y el hacer de nuestros sacerdotes. Y es que se la han pensado muy bien, pues igual que San José pasa humildemente en la vida de Jesús, muchos sacerdotes pasan silenciosos e inadvertidos en nuestras comunidades, sin ejercer protagonismos mediáticos, pero siempre presentes para acompañar en los alegres y difíciles momentos; para celebrar la fe y celebrar la vida y, así, custodiar su rebaño encomendado.
Sí, custodiar. Así como suena. Un servicio sacerdotal que no se puede recoger en estadísticas ni en resultados evaluables, sino que queda solo como aquella semilla que se siembra y que no se sabe cuándo crece, solo hasta que se aprecia en los frutos maduros (Marcos 4, 26-29). Por supuesto, la presencia del sacerdote como padre que acompaña y orienta pero, a la vez, como hermano que camina en la fe junto con sus semejantes sigue siendo tan necesaria hoy como ayer no solo en la vida de nuestra Iglesia, sino también en la vida de nuestros pueblos. Que lo atestigüen aquellos poblados incrustados en la montaña y extendidos en los valles, muy propios de la geografía del alto Aragón Oriental, que escuchan sonar las campanas a la llegada de este hombre, tan débil como todos, pero que lleva el tesoro más preciado para entregar generosamente a manos llenas: Dios.
Sin duda alguna, al celebrar el día del seminario, comprometidos con nuestra fe cristiana católica, debemos asumir tres acciones muy concretas:
- Dar gracias a Dios por la vida y el ministerio de nuestros sacerdotes. Servicio abnegado y silencioso, quizá muchas veces invisible a los ojos humanos.
- Continuar rogando al “dueño de la mies” que bendiga con santas vocaciones sacerdotales y religiosas a nuestra iglesia y en especial a esta porción de su pueblo que camina en la diócesis de Barbastro-Monzón.
- Aportar con nuestra ayuda económica en la formación de los seminaristas y la sustentación de los seminarios. Ayudar a las vocaciones es un compromiso de todo cristiano.
Que San José, patrono de la Iglesia Universal y de los seminarios, alcance de Dios muchas bendiciones para cada uno de nosotros y especialmente, en este día del seminario, para los seminaristas y sacerdotes que son padres y hermanos con él.
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