Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del II domingo del T. O. – C – (19/01/2025)
Después de la Navidad, la Iglesia nos invita a conocer de cerca a aquel a quien el Padre puso por nombre Jesús, que significa “Dios salva”. El mejor modo de conocerlo es ver cómo actúa. Los relatos que los evangelistas han conservado e iremos escuchando en los próximos domingos nos narran las acciones y las palabras de Jesús por las tierras de Galilea. Hoy lo encontramos, junto con su madre y los discípulos, en una boda que se celebró en Caná (Jn 2, 1-12)…
– El evangelista ha dejado ver que durante tu primera semana por Galilea no estuviste de brazos cruzados: además de elegir y llamar a tus primeros discípulos, te quedó tiempo para acudir a una boda, con tu madre y los discípulos, a pesar de que aquellas bodas duraban varios días…
– No te sorprendas al verme en una boda. El Padre quiso que me encarnara en vuestra vida y, desde los tiempos del profeta Oseas, el matrimonio venía siendo imagen de la relación amorosa entre Dios y el pueblo de Israel. Mis amigos me invitaron a su boda, y yo debía estar con ellos…
– Pues menos mal que tu madre te acompañó –le he cortado acercando nuestros cafés a la mesa que estaba libre–. ¡Qué bochorno hubieran tenido que soportar tus amigos, si llegan a quedarse sin vino el día de su boda! No se hubiera hablado de otra cosa en todo Cafarnaúm. Aunque me parece que tú no estabas demasiado dispuesto a resolver aquel entuerto. No logro entender por qué dijiste a tu madre: «Mujer, ¿qué tengo que ver contigo?», cuando te hizo notar que no les quedaba vino; como si no quisieras que ella se metiera en tu vida…, pero esto no encaja con tu manera de ser –le he dicho después de tomar un sorbo de café–.
– Entiendo que no te sea fácil comprenderlo –me ha replicado amistosamente–, pero debía advertir a mi madre que aún no había llegado la hora de mi manifestación gloriosa; primero yo debía pasar por la hora de la cruz. Mientras el mal esté presente en vuestro mundo, la cruz acompañará nuestras vidas -la mía y la tuya-. Ella debía saberlo; no le hice un desplante, sino un recordatorio, no sólo para ella, sino para todos los que queréis seguir mis pasos, y ella así lo entendió. Por eso, mirándome de reojo. dijo a los sirvientes: «Haced lo que él os diga», sabiendo que no la dejaría en ridículo.
– Y los sirvientes, siguiendo tus instrucciones llenaron de agua las seis tinajas de unos cien litros cada una, que estaban preparadas para las purificaciones. Cuando el mayordomo probó el agua convertida en vino, se quedó perplejo. ¿Dónde guardaba el novio aquel vino excelente y tan abundante? ¡Unos seiscientos litros! ¡Si acababa de darse cuenta de que apenas quedaba un poco del vino corriente que le había entregado! Estoy viendo a los sirvientes riendo y comentando entre ellos la bronca entre el mayordomo y el novio por haber guardado el buen vino para cuando los invitados ya estaban bebidos ¡Eso no se hace! ¡Qué cosas más raras ocurrían en aquella boda!
– No te sorprendas. Fue el primer signo que yo realicé para anunciar que el reinado de Dios estaba llegando. Después haría otros signos que los evangelistas os irán narrado; pero lo que importa es que captéis el significado de estos signos y que valoréis la intervención de mi madre. Mis signos anuncian lo deseable que es el reinado de Dios, y mi madre, además de salir en ayuda de aquella gente en apuros, confió en mí a ojos cerrados. Cuando la oí decir: «Haced lo que él os diga», me emocioné. ¡Cuánta ternura y cuánta confianza en las manos del Padre había en sus palabras!
– Nadie como ella hubiera sido capaz de estar al pie de la cruz y seguir confiando en ti y en el Padre –he dicho con emoción mientras devolvía el servicio a la barra–.
– Puedes estar seguro –ha ratificado al salir y despedirse–.
