Bajo el lema «Dar esperanza en la tristeza», los delegados de Pastoral de la Salud en España han celebrado recientemente unas jornadas para reflexionar sobre “el abrupto descubrimiento de un déficit de salud mental que ha emergido después de la pandemia”
«Los datos son estremece- dores», apunta Fernando Vi- dal, sociólogo y director de la Cátedra Amoris Laetitia, que inauguraba las jornadas de Pastoral de la Salud con la ponencia “La realidad del sufrimiento de la persona hoy en España”. Una encuesta elaborada por la Confederación de Salud Mental España concluye que el 39 % de la población reconoce que su salud mental no es buena. Según la agencia IPSOS –que elabora un índice global de felicidad–, entre los residentes en España en 2023, un 29% está insatisfecho con su vida religiosa o espiritual, un 28% dice que no tiene suficiente control sobre su vida, el 27% no siente que su vida tenga suficiente sentido, un 20% no se siente apreciado por los demás y el 18% no se siente amado. Con estos datos, este profesor agregado de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia de Comillas, abría las jornadas en las que han participado varios delegados y delegadas de la Pastoral de la Salud en Aragón. Una de ellas, Pilar Martín, desde Teruel, agradece que se den estos foros de encuentro para encontrar luz en este cometido que llevan a cabo desde las diferentes diócesis. «Te das cuenta del enorme trabajo que queda por hacer», nos dice esta enfermera turolense, reciente- mente premiada por el apoyo que ofreció a los profesionales durante la pandemia. «Son millones las personas que necesitan acompañamiento, pero para eso también hay que for- marse. No sólo hay que tener voluntad de dar esperanza, a veces hay que saber callarse», reclama.
UNA PASTORAL DE LA SALUD PARA LOS JÓVENES
La realidad asusta con las cifras en la mano. Entre los jóvenes, el 26,4% considera que su salud mental es mala o muy mala. Entre los jóvenes de 18 a 24 años, el intento o ideación de suicidio se eleva actualmente al 31,8%. «Hemos estado muy centrados en los ancianos y tenemos que abrirnos a los jóvenes», dice Martín, quien apunta también a la participación de los más jóvenes como agentes de la Pastoral de la Salud. «Hay mucha gente que hace Pastoral de la Salud sin saberlo. A veces, la sola presencia de la persona ya resulta sanadora. En Teruel hemos tenido experiencias de acompañamiento con jóvenes que ha dado muy buen resultado».
EL PAPEL DE LAS PARROQUIAS
El delegado de la Pastoral de la Salud en Huesca, Wilson Ascensio,proponeque«las parroquias ofrezcan espacios para responder a esta profun- da crisis». Y señala que, como explicaba el teólogo Arnaldo Pangrazzi -otro de los ponentes-, «la Pastoral de la Salud ha de ir más allá de la dimensión espiritual, trabajando en equipo con el resto de profe- sionales de la Salud». En este sentido, Ascensio considera que hay que reflexionar sobre el papel de los capellanes de los hospitales, centrados hasta ahora en la administración de sacramentos, y que tendrían que trabajar en consonancia con el personal que asiste al enfermo, como una atención integral que englobe todas las necesidades del paciente. «Desde Aragón, trabajamos en equipo todas las delegaciones de Pastoral de la Salud con el fin de trazar una línea de acción coordinada que dé respuesta a estas necesidades».