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El abandonado de Dios acaba abandonándose en Dios

Raúl Romero López
20 de mayo de 2019

SALMO 22

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2 Dios mío, Dio mío, ¿por qué me has abandonado?

a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza.

3 Dios mío, de día te grito, y no respondes;

de noche, y no me haces caso:

4 aunque tú habitas en el santuario,

esperanza de Israel.

5 En ti confiaban nuestros padres,

confiaban, y los ponías a salvo;

6 a ti gritaban, y quedaban libres,

en ti confiaban, y no los defraudaste.

7 Pero yo soy un gusano, no un hombre,

vergüenza de la gente, desprecio del pueblo;

8 al verme se burlan de mí,

hacen visajes, menean la cabeza:

9 «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;

que lo libre si tanto lo quiere».

10 Tú eres quien me sacó del vientre,

me tenías confiado en los pechos de mi madre;

11 desde el seno pasé a tus manos,

desde el vientre materno tú eres mi Dios.

12 No te quedes lejos, que el peligro está cerca

y nadie me socorre.

13 Me acorrala un tropel de novillos,

me cercan toros de Basán;

14 abren contra mí las fauces

leones que descuartizan y rugen

15 Estoy como agua derramada,

tengo los huesos descoyuntados;

mi corazón, como cera,

se derrite en mi entrañas;

16 mi garganta está seca como una teja.

la lengua se me pega al paladar;

me aprietas contra el polvo de la muerte.

17 Me acorrala una jauría de mastines,

me cerca una banda de malhechores:

me taladran las manos y los pies,

18 puedo contar mis huesos.

Ellos me miran triunfantes,

19 se reparten mi ropa,

echan a suerte mi túnica.

20 Pero tú, Señor, no te quedes lejos;

fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.

21 Líbrame a mí de la espada,

y a mi única vida, de la garra del mastín;

22 sálvame de las fauces del león,

a este pobre, de los cuernos del búfalo.

23 Contaré tu fama a mis hermanos,

en medio de la asamblea te alabaré.

24 Fieles del Señor, alabadlo,

linaje de Jacob, glorificadlo,

temedlo, linaje de Israel.

25 Porque no ha sentido desprecio ni repugnancia

hacia el pobre desgraciado;

no le ha escondido su rostro:

cuando pidió auxilio, lo escuchó.

26 Él es mi alabanza en la gran asamblea,

cumpliré mis votos delante de sus fieles.

27 Los desvalidos comerán hasta saciarse,

alabarán al Señor los que lo buscan:

viva su corazón por siempre.

28 Lo recordarán y volverán al Señor

hasta de los confines del orbe;

en su presencia se postrarán

las familias de los pueblos.

29 Porque del Señor es el reino,

él gobierna a los pueblos.

30 Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,

ante él se inclinarán los que bajan al polvo.

31 Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,

hablarán del Señor a la generación futura,

32 contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:

todo lo que hizo el Señor.

 

 

 INTRODUCCIÓN 

Este salmo es de súplica individual. Es la aventura de un justo que se ve en un profundo abandono y, gracias a su profunda fe, recurre a Dios con una confianza aún más grande que su intenso y profundo sufrimiento. Los movimientos del alma se chocan de una forma dramática: el temor ante la angustia y la confianza en aquel que puede librarle de esa angustia.  “La cosa difícil es esperar con la voz baja. La cosa fácil es desesperar. Y es la gran tentación” (Péguy).

Dado que Jesús recitó este salmo en la Cruz, nada mejor que él para internarnos en sus  sentimientos profundos en estos momentos. Pero hay que tener presente que este salmo tiene dos partes bien diferenciadas: Primera: Lamento individual donde se describen los terribles dolores físicos y morales. Segunda: Acción de gracias a Dios por haberle escuchado. Esta segunda parte es necesaria para entender la primera.

 

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO.

 El salmista se siente abandonado de Dios. (2)

La duplicación del título del Dios personal: “Dios mío, Dios mío” y la interrogación: “Por qué me has abandonado”  establecen un tono dramático y acuciante en la plegaria. La pregunta no es protesta. Es la necesidad de tratar de explicar lo inexplicable, es decir, que siendo tú mi Dios, me hayas abandonado como si tú ya no fueras mío o yo hubiera dejado de ser tuyo. En realidad uno que estuviera abandonado de Dios no podría rezar de esta manera. Pero es una interrogación llena de asombro, de estupor… con vistas a tener una respuesta clara y saludable.

El salmista no quiere entrar en discusión con Dios. Ni menos al estilo de Job, pidiéndole cuentas de su obrar misterioso. Sólo le interesa que Dios le escuche. Lo que no puede soportar es el peso abrumador del silencio de Dios. “A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza”. Los gritos de los que habla aquí son “palabras de rugido”. Se trata de una queja penetrante, semejante al rugido de un león que hace temblar a todo el mundo (Ez 19,7). Pero, a pesar del intenso rugido, Dios está tan alto que su oración no lo alcanza.

 

 

NI SIQUIERA ME ESCUCHAS EN LA NOCHE (3)

 Este grito es intenso y sin tregua. No hay antes y después. “El autor quiere separar el día y la noche para dejar en el centro el silencio de Dios” (P. Schökel). Si este silencio abarcara sólo el día y Dios se le revelara en la noche, aunque fuera en sueños, su dolor tendría alivio. Al abarcar el día y la noche no hay posibilidad de descanso. Es lo que expresa Jeremías: “Dejen caer mis ojos lágrimas de noche y de día sin parar” (Jer 14,17).

 

FINA IRONÍA DEL SALMISTA (4)

Hay por parte del salmista una especie de ironía velada acerca del comportamiento de Dios. Es como decirle: Tú eres rey… pero rey ausente. Estás en el Templo, pero desinteresándote del mundo, ajeno a los problemas de la gente. Precisamente para vivir con el pueblo y poder escucharle has querido habitar en el santuario. Pero, en estas circunstancias, el templo está frío. Nuestras oraciones se congelan. “¿Acaso no nos has dicho que no hay nación que tenga a sus dioses tan cerca de ella como nosotros al Señor nuestro Dios cada vez que lo invocamos? (Dtn 4,7). Cuando tú nos hablabas te sentíamos cercano. Ahora que guardas silencio te sentimos muy lejos.

 

Para mayor claridad vamos a invertir el orden de los versículos. Y hablamos de sufrimientos físicos y morales. Después  descubriremos el camino que elige el salmista para ver la luz.

 

  1. Sufrimientos físicos.
  2. Sufrimientos morales.
  3. ¿Por dónde salir del túnel para ver la luz?

 

Sufrimientos físicos.

 “Me cercan toros de Basán (13)

“Alimentados con ricos pastos al este del lago de Tiberiades,  los toros de Basán son particularmente poderosos y agresivos. Aparentemente parecen hombres como los demás: hablan, caminan, pero lo humano está anulado por lo animal, por lo bestial. Son fieras salvajes

 

“Estoy como agua derramada y los huesos descoyuntados. (15) “Mi garganta está seca como una teja” (16)

…Nos habla del tormento de la sed. Notemos el contraste. Lo seco (huesos) se licuan…, lo húmedo (garganta) se seca. Soy una contradicción. Se trata de un desquiciamiento del ser.

 

 Sufrimientos morales

 “Pero yo soy un gusano, no un hombre” (7)

El salmista describe el sufrimiento de orden moral. A veces el sufrimiento hace cambiar el carácter y el temperamento de las personas. Al salmista, el sufrimiento le ha reducido a animal. Y no cualquier tipo de animal, sino a “gusano”, animal sin consistencia, sin defensa, propio para ser escupido o aplastado.

 

v.9. “Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere”

Los enemigos son crueles. Aprovechan esta situación de desprotección por parte de Dios para dar el asalto a la fe. Quieren poner en crisis la confianza en un Dios que deja así a sus fieles en manos de los enemigos. Se burlan de un fiel que pone su confianza en un Dios impotente. Los enemigos hieren al salmista donde más le duele, en sus convicciones más profundas.

 

“Me aprietas contra el polvo de la muerte” (13)

Estamos ante el versículo más misterioso. Hay un cambio de tercera persona a segunda. ¿Quién le aprieta? Parece que Dios. El salmista, cercado por dentro y por fuera, en un relámpago mental, parece descubrir a Dios entre sus enemigos, como cómplice, consignando a la tumba al inocente. ¡Misterio abismal! Cuando el dolor nos aprieta con fuerza, la sensación que tenemos es que Dios está lejos…

 

Salidas hacia la luz.

 

“En ti confiaban nuestros padres, y los ponías a salvo; …en ti confiaban y no los defraudaste» (5-6)

El salmista, no obstante, quiere avanzar en la línea de Dios presente en la historia de su pueblo. Abraham fue probado hasta pedirle Dios sacrificar a Isaac. Jacob permaneció una noche luchando con el ángel. José fue vendido por sus hermanos. Moisés fue salvado de las aguas. A todos los salvó el Señor. Ninguno se sintió defraudado. ¿Por qué voy yo a ser una excepción? ¿No será que me está faltando la fe de mis mayores? La clave es saber confiar.

“Fijaos en las generaciones pretéritas: ¿quién confió en el Señor y quedó defraudado?… ¿Quién gritó a Él y no fue escuchado? (Sir 2,10). ¿Acaso Dios puede cambiar de conducta?

 

Escena delicada, llena de ternura. (10-11)

 

 “Tú eres quién me sacó del vientre…, desde el seno pasé a tus manos, desde el vientre materno tú eres mi Dios”

Evoca el momento de su nacimiento. “Tú me sacaste”. En otros nacimientos el niño sale. “Salió el primero… y lo llamaron Esaú… después salió su hermano y se llamó Jacob” (Gn 25,25-26). Aquí no sale, sino es sacado por Dios. Dios hace de comadrona. Coloca a la criatura en el pecho materno. “Desde el seno que me concibió permanecen tus ternuras hacia mí” (himno de Qumrán).

De ahí que en el versículo 11 grita enérgicamente: “Desde el vientre materno tú eres mi Dios”. Yo te pertenezco. Tú eres mi Dios desde mi  nacimiento.

 

 Suplica final.  “No te quedes lejos, que el peligro está cerca” (12)

Hay un juego entre “lejos y cerca”. El peligro está cerca y Dios lejos.

¿De verdad que está lejos? Lo que más duele al salmista es la lejanía de Dios. Le pide que venga a él, que se acerque, pero no andando sino corriendo. (Por más dolores que tenga un niño en el hospital, cuando llega la mamá parece que todo se le pasa. Y lo que le hace llorar es el tener que despedirse de ella).

 

Cantaré tu fama a mis hermanos (23).

Aquí  comienza la segunda parte del salmo, totalmente necesaria para entender la primera. El salmista ha sido escuchado. Goza de lo que más deseaba: de una abrumadora cercanía de Dios. Y  no tiene palabras para cantar, alabar, bendecir a su Dios.

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA.

 

La lengua se me pega al paladar (16)

“La garganta le hace daño ¿qué le escuece?, ¿quién le desgarra?; ¿qué le quema? La garganta seca y tiene sed. El gusto de la amargura en la garganta. La garganta seca de amargura. Seca, amarga de volver a tragar la ingratitud de los hombres” (Péguy).

 

“Pero yo soy un gusano, no un hombre” (7)

“Así lo había anunciado Isaías en el canto del Siervo: “Le vimos sin figura, sin belleza…lo estimábamos leproso… despreciado de los hombres (Is. 53).  Notemos que este salmo fue recitado por Jesús en la Cruz. Así de humillado y despreciado se vio el Hijo de Dios. “Su vida ha quedado desquiciada y su dignidad pisoteada en el polvo” (C. Westermann).

 

“Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere” (9)

Los enemigos son despiadados. Ahora que lo ven solo y abandonado, quieren dar el asalto a la fe. ¿Es ese el Dios del que te fiabas? Es lo  que le decían en la Cruz:” “Los que pasaban lo insultaban, meneando la cabeza  y diciendo: ¡Tú ibas a derribar el templo y a reconstruirlo en tres días! ¡Si eres Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y bájate de la cruz! De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, junto con los ancianos. Decían: —Salvó a otros, pero a sí mismo no puede salvarse. Es el Rey de Israel: ¡pues que baje de la cruz, y creeremos en él!  Ha puesto su confianza en Dios: ¡pues que Dios lo salve ahora, si de veras lo quiere! ¿No nos ha dicho que es Hijo de Dios? (Mt.27, 39-43).

 

“Me aprietas contra el polvo de la muerte” (13)

Jesús pudo tener también esta sensación. Es la sensación que tenemos todos cuando las cosas nos van mal: que Dios está lejos. Pero sabemos que Dios nunca estuvo tan cerca de su hijo que cuando moría en la Cruz.  Y San Pablo nos dirá que el Padre Dios, ante la visión de su Hijo en la Cruz, nos estaba acercando y haciéndonos sus amigos.  “Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo con El mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación” (2Cor. 5,19).

 

“Tú eres quién me sacó del vientre…, desde el seno pasé a tus manos, desde el vientre materno tú eres mi Dios”

Cómo recordaría Jesús el salmo 138: “Tú has creado mis entrañas. Me has tejido en el seno materno”. (13) Si alguien ha tejido con primor las entrañas de Jesús en el vientre de María, ha sido su Padre Dios. (Salmo 39, 13)

 

 Suplica final.  “No te quedes lejos, que el peligro está cerca” (12)

Tan cerca  ha estado el Padre de su Hijo en la Cruz que en ese Hijo se estaba entregando Él. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo por nosotros”. (Jn. 3,16). En la misma entrega de Jesús en la Cruz, se estaba entregando el Padre por amor. “El Padre y yo somos uno” (Jn. 10,30).

 

Cantaré tu fama a mis hermanos (23)

Este gozo  íntimo, profundo de la segunda parte del salmo al sentirse salvado por Dios, ¿no será un adelanto de la Resurrección?

Cuando no se sabe poner orden en los pensamientos, cuando no se pueden decir las cosas seguidas, si uno está en la imposibilidad de hablar, la oración es un “grito”. Pero un grito del alma que llega hasta Dios. La mejor oración es aquella que está inspirada por el sentimiento de la necesidad o la violencia del corazón” (Labbé Huvelín).

“Serán ceniza, más tendrán sentido. Polvo serán, mas polvo enamorado”. (Quevedo)

 

ACTUALIZACIÓN

          ¿Por qué me has abandonado? Es la pregunta de tantos y tantos hombres y mujeres abandonados, condenados a muerte, de enfermos solos, de pueblos oprimidos, de víctimas de la violencia de los hombres o de la naturaleza. El  mundo necesita una respuesta a esta pregunta lacerante. Y la respuesta no puede ser otra que la de Jesús en la Cruz, cargando con los sufrimientos de la humanidad y gritando al Padre para que le escuche.

Por un momento el Padre guarda silencio. Y este silencio se hace aplastante, insoportable. Después hablará solemnemente resucitando a Jesús de entre los muertos. Es la mejor manera de decir que Dios no estaba de acuerdo con el sufrimiento, con el dolor y con la muerte. “Y así se pasa desde la angustia oscura hasta la abertura iluminada, desde la soledad hasta la divina  cercanía y la solidaridad universal” (González Núñez)

 

Algo sorprendente en esta segunda parte del salmo

 28-33. Himno a Yavé, rey del universo.

El himno de alabanza salta las barreras del espacio y el tiempo. Los confines de la tierra y las familias de todos los pueblos, aunque no sean israelitas “recordarán”. Es un verbo propio de Israel que ahora resuena en todos los pueblos. Yavé es el rey de todos los pueblos. Y lo reconocerán y se postrarán ante Él. “En su presencia se postrarán las familias de los pueblos” (28)

El hecho de que en este salmo los muertos también se unan a la alabanza…y no sólo los de Israel sino los otros pueblos, ¿No puede dar cabida para considerar la muerte como  el acto supremo de humildad del hombre, la aceptación existencial de su ser creatural,  para así alcanzar la misericordia del Dios de la vida?

 

PREGUNTAS 

  1. ¿Sé descubrir en la Cruz de Cristo la única salida, la única respuesta al enigma del dolor?
  2. ¿Está mi comunidad cristiana preparada para el sufrimiento? En momentos duros y difíciles, ¿sabe vivir de fe? ¿De sola fe?
  3. Cuando me toca sufrir, ¿me uno al sufrimiento de Cristo en la Cruz? ¿Me solidarizo con todos los sufrimientos de los hombres, mis hermanos?

 

ORACIÓN 

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

Yo quiero hacer esta oración de rodillas. Es tu salmo, Señor. El que pronunciaste en la Cruz, en la profundidad de tu inmenso dolor físico y moral. Te sentías solo, abandonado de todos, incluso abandonado de tu Padre Dios. No intento abrir el misterio, descubrirlo, ni menos tratar de interpretarlo. Sólo quiero caer de bruces ante él y adorarlo.

 

“En ti confiaban nuestros padres”

Gracias, Señor, porque no arranco de cero. Puedo contar con unos padres maravillosos, llenos de fe. Ellos, al mismo tiempo que me enseñaron a comer y andar me enseñaron también a rezar. Ellos me enseñaron a fiarme plenamente de ti. Ellos también tuvieron problemas, dificultades, pero jamás dudaron de ti. Y tú nunca los defraudaste. Qué bonito es creer, vivir y morir en la fe de los padres.

 

“Mi corazón, como cera, se derrite en mis entrañas”

Quiero poner mi corazón de cera al contacto con el fuego de tu amor. Quiero gastarme, consumirme, derretirme en amor por ti. Quiero hacer de mi vida una ofrenda existencial y de mi muerte un acto supremo de adoración.

 

“Pero tú, Señor, no te quedes lejos”

Señor, te necesito. Necesito oírte, palparte, sentirte cercano. No te pido que me quites mis limitaciones humanas. el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte. Sólo te pido que estés cerca de mi dolor, de mi sufrimiento y, sobre todo, cerca en la hora de mi muerte. Y si alguna vez te vas, que sea sólo para sentir mejor tu ausencia y buscar más ansiosamente tu presencia. Que tu silencio ahonde en mi corazón y así aumente mi capacidad de ti.

 

¡Ven corriendo a socorrerme!

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