Que os améis unos a otros como yo os he amado
INTRODUCCIÓN
El amor no es un atributo de Dios sino Dios mismo. Dios es amor (1Jn. 4,8). El poder, la sabiduría, la justicia, están al servicio del amor. Cuando en el cristianismo nos salimos de esta esfera del amor y buscamos otros caminos, al margen del amor, lo que hacemos es fabricarnos ídolos. Si Dios es amor y nosotros estamos hechos a “imagen y semejanza de Dios”, cuando vivimos en el amor nos realizamos plenamente como personas; y cuando no vivimos en el amor nos vamos destruyendo poco a poco.
TEXTOS BÍBLICOS
1ª lectura: Hech. 10, 25-26. 34-35. 44-48. 2ª lectura: 1Jn. 4,7-10
EVANGELIO
15. 9-17
Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.
REFLEXIÓN
El tema de este Domingo no es uno más, un tema de un Domingo ordinario. Es el verdadero tema de los cristianos. El problema actual no está en el materialismo que nos invade, el enfriamiento en el terreno religioso, o el secularismo que deja nuestras Iglesias vacías. El escándalo de la Iglesia está en aquello que el Papa San Juan XXIII advertía: «A dos mil años de distancia, el mandamiento nuevo de Jesús sobre el amor, lo tenemos los cristianos todavía sin estrenar”. ¿Cómo es el mandamiento nuevo de Jesús? Lo vamos a descubrir en los textos de este Domingo.
1.- “Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”. La esencia de nuestra religión cristiana no consiste en que es una religión de amor. Lo esencial es que nos tenemos que amar “como Jesús nos ha amado”. “Como el Padre me ha amado a mí así os he amado yo”. Estamos llamados a amarnos con el mismo amor que el Padre ha amado a Jesús. No se trata de darnos un mero amor humano, se trata de recibir un amor que viene del Padre. Este amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. (Ro.5,5). Es lo que expresa la primera lectura de hoy cuando nos dice: «Cayó el Espíritu Santo sobre aquellos que escuchaban su Palabra”. Constantemente se nos dice que hay que pasar “de una Iglesia de cristiandad a una Iglesia comunitaria”. Que las pequeñas comunidades son el futuro de la Iglesia. Esto es verdad. Pero hay que preguntar: ¿No jugamos los cristianos muchas veces a hacer comunidades? ¿Pensamos que esta tarea la podemos hacer nosotros con nuestras propias fuerzas? Sólo podemos hablar de grupos de Jesús si vivimos el amor tal y como Él lo vivió. Por eso nos advierte la segunda lectura: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó primero”. Ser cristiano no consiste sólo en amar sino en dejarse amar por Dios, experimentar el amor que Dios nos tiene.
2.- Esto os mando. Jesús, en otras cosas, aconseja. Y de hecho hablamos de “consejos evangélicos”. Pero cuando se trata del amor, no aconseja, sino que manda. En griego tiene más fuerza: “ésta es vuestra obligación” (entolé). Nos preguntamos: ¿Cómo se puede obligar el amor? Nosotros no tenemos obligación de ser cristianos. Nos podemos borrar del libro de bautismos cuando queramos. Pero, si aceptamos ser cristianos, ya no somos libres para el amor. Lo dice muy bien San Juan: “El que no ama, está muerto”. (1ª Jn. 3,14) No es posible encontrar a un cristiano sin amor, como no es posible encontrar a una persona viva sin pulso. El amor es el soplo, la respiración, la vida del cristiano. Lo decía muy bien San Agustín a los cristianos que iban a la Misa: “Todos vosotros habéis hecho la señal de la cruz, habéis escuchado la palabra de Dios, habéis comulgado, habéis cantado aleluya; pero si no os amáis, no sois cristianos”.
3.- Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud. Jesús quiere que vivamos alegres, que seamos plenamente felices. Por eso, el que nos da su amor, nos da también su gozo. No quiere que seamos felices al estilo humano. No se trata de placer sino de felicidad. Ahora bien, si por definición, “el gozo es la posesión del amor”, sin amor no podemos ser felices y sin el amor de Jesús, no podemos disfrutar de la felicidad de Jesús, la que realiza plenamente a las personas. Si Jesús es exigente en el amor es porque no se conforma con que seamos felices a medias sino del todo. Y esta felicidad comienza ya en esta vida, pero no acaba aquí, sino que nos acompañará para siempre. “Quiero que donde yo estoy estéis también vosotros”. (Jn.14,3). El que quiere que vivamos de su amor, quiere que participemos de su propio cielo, de su propia felicidad.
PREGUNTAS
1.- ¿Tengo experiencia de haber amado con un amor gratuito, desinteresado, siendo feliz viendo feliz al otro?
2.- ¿He caído en la cuenta de la grandeza, belleza y también exigencia del ser cristiano? Todo esto, ¿A qué me compromete?
Este evangelio, en verso, suena así:
Señor, sentimos gran gozo,
desbordamos de entusiasmo,
al escuchar que nos amas,
como el Padre a Ti te ha amado.
Tú eres el Hijo y el amor
del Padre en Ti se ha entrañado.
Su amor se vistió de carne
en tu cuerpo enamorado.
Al vivir entre nosotros
como uno más, como hermano,
nos amaste hasta el extremo
de morir crucificado.
Tu “testamento”, Señor,
contiene un solo mandato:
Que con amor nos fundemos
en un encendido abrazo.
No es el culto ni la Ley,
ni el miedo a un Dios soberano.
Es el amor el que salva
y define a los cristianos.
Danos, Señor, un amor
que no se quede en los labios.
Un amor fuerte que pase
del corazón a las manos.
Que el amor sea, Señor,
el aire que respiramos.
En nuestra vida, el amor
es siempre el mejor regalo.
(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)