Domingo 3º de Adviento: 12 de diciembre de 2021

Raúl Romero López
6 de diciembre de 2021

¿qué debemos hacer?

INTRODUCCIÓN

El evangelio continúa con la predicación de Juan Bautista. La conclusión a la que llegan Jesús y el Bautista es la misma: preocuparse por los demás según la situación de cada uno. La motivación cambia radicalmente. Según Juan, hay que hacer todo eso para escapar del juicio de Dios. Para Jesús, hay que obrar así porque debemos responder a Dios que es amor y nos trata con total generosidad. “La fe consiste en saberse amado por Dios y responder al amor con amor”. (O. Clément.). Satisfacer las exigencias de los sentidos, los apetitos, las pasiones nos proporcionará placer, pero eso nada tiene que ver con la felicidad. En cuanto deje de dar al cuerpo lo que me pide, responderá con dolor y nos hundirá en la miseria. Se trata de que el centro de mi ser, mi corazón, esté empapado del amor que el Padre me regala. Y, desde ahí, ya puedo enviar amor a todo el organismo de la Iglesia y del mundo.

TEXTOS BÍBLICOS

1ª lectura: Sof. 3,14-18ª.         2ª lectura: Fil. 4,4-7.

EVANGELIO

Lucas, 3, 10-18:

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «Entonces, ¿qué debemos hacer?» Él contestaba: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacemos nosotros?» Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido». Unos soldados igualmente le preguntaban: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer nosotros?» Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga». Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.

REFLEXIÓN

Al tercer Domingo de Adviento se le denomina “Domingo de la alegría”. Así lo expresa la primera lectura del profeta Sofonías: «Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel”. Y la segunda de Pablo nos invita a “estar siempre alegres”. La alegría es una especie de agua fresca y transparente  de manantial, que inunda toda la liturgia de este día. El evangelista Lucas nos va a señalar el camino de la verdadera y auténtica alegría.

1.– La gente preguntó a Juan: ¿Qué hacemos? El verbo “hacer” es el verbo de la verdad. Muchos se pasan la vida conjugando el verbo “hablar”. Ahí tenemos a los “parlamentarios”. Otros se entretienen con el verbo “pensar”.  Son los filósofos y los sabios. A otros les va bien el verbo “soñar”. Son los poetas. El cristiano opta por el verbo “hacer”. ¿Qué debo hacer? Es la pregunta de Pablo al Señor después de su conversión ¿Qué quieres que haga? (Hechos.9,6) Los que escuchan las palabras y no las ponen en práctica se parecen a unos “necios que edificaron su casa sobre arena”. Toda su vida se arruinó (Mt. 7,26-27).

2.– El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene. No basta con querer hacer cosas buenas, sino que San Lucas es muy concreto: Esto hoy día significa: el que tenga dos vestidos, que dé uno; el que tenga dos coches que dé uno; el que tenga dos casas, que dé una; el que tenga dos puestos de trabajo ceda uno al que no tiene ninguno.  Y, en seguida, vienen las objeciones: ¿Qué pecado es tener dos viviendas, dos coches, etc, si lo he conseguido con un dinero justo?  Todo eso podría estar bien si todo el mundo tuviera cubiertas las necesidades más elementales. El problema está en usar tranquilamente las cosas superfluas sabiendo que otros hermanos míos no tienen las necesarias. Esto es muy difícil de explicar. Lo entendemos los que hemos vivido años en países del “tercer mundo”. El hecho de haber nacido en un país pobre, ¿puede quitar a sus habitantes el derecho de tener una comida, un vestido, unos zapatos, una escuela, una vivienda humilde, un hospital?  Esos, también son hijos del mismo Padre que hace salir el sol y manda la lluvia para todos.  ¿Qué pecado han cometido los que han nacido en un país pobre?  

3.– Con todo, la liturgia de hoy nos invita a la alegría. La alegría llega a este mundo porque viene Dios a reinar. Y el reino de Dios es un reino de fraternidad, de libertad, de solidaridad. Y los seguidores de este Reino son los auténticamente felices. Los pobres no son felices por el hecho de ser pobres. Pueden ser felices porque tienen a Dios como suprema riqueza de su vida y saben que es un Padre que quiere inmensamente a sus hijos y no puede tolerar que nadie se muera de hambre. Jesús ha venido a servir, a crear fraternidad, a sanar, a quitar pesos que oprimen a la gente. Pero para ser felices no basta que sepamos esas bellas enseñanzas. Hay que ponerlas en práctica. Después del lavatorio de los pies, Jesús dice esta frase: «Y sabiendo, como sabéis, estas cosas, seréis felices si las cumplís” (Jn. 13, 17).

PREGUNTAS

1.- ¿Qué verbo uso más en la vida: el verbo pensar, el verbo hablar o el verbo hacer?

2.- ¿Me gusta concretar mis compromisos? ¿O me conformo con decir que tengo que ser bueno?

3.– Todos queremos ser felices. Pero, ¿estoy convencido de que lo voy a ser por el camino que llevo? ¿En qué debo cambiar?

ESTE EVANEGLIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:

San Juan nos dice que “el pueblo

estaba a la expectativa”.

Siempre los pobres esperan

sus limosnas de alegría.

También nosotros, Señor,

esperamos tu venida,

fuente de gozo y de paz,

salud de nuestras heridas.

“La esperanza está en un Niño”

recordamos cada día.

Él es nuestro Salvador,

el amor de nuestra vida.

Dando la mano a los pobres

esperamos tu visita.

comprendemos que tu paz

es obra de la justicia.

Lejos, Señor, de nosotros

robos, violencias, mentiras.

Nuestro gozo es compartir

el vestido y la comida.

Estamos, Señor, alegres,

cuando amamos sin medida,

si nos sentimos hermanos,

formando una gran familia.

Señor, que en tu Nacimiento,

resuene la melodía:

“Paz en la tierra a los hombres,

a Dios, la gloria divina”

(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)

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