Domingo 2º de Pascua: 7 de abril de 2024

Raúl Romero López
1 de abril de 2024

No seas incrédulo sino creyente

INTRODUCIÓN

¡Cada uno de nosotros tenemos dentro de nuestro corazón un “Tomás incrédulo! Queremos un Cristo terreno, que siga caminando por nuestras calles y plazas, a quien podamos ver con nuestros ojos carnales. Y, cuando muere, deseamos meter nuestros dedos en sus llagas. Estamos bien en el Viernes Santo y no queremos que el calendario pase hoja.  Tiene que ser el Espíritu Santo el que nos empuje a la Pascua, a la Resurrección, a la Luz, a la Nueva Vida. A la felicidad sin fin. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar la más grande, la más maravillosa de todas las noticias?

LECTURAS

1ª Lectura: Hech. 4.32-35.                    2ª Lectura: 1Jn. 5,1-6.

EVANGELIO

Juan 20, 19-31

         Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré». Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído». Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

REFLEXIÓN

Lo que pretende el evangelista San Juan en esta bella narración es describirnos la situación concreta en que se halla una Comunidad que todavía no ha hecho experiencia de la Resurrección y esa misma comunidad cuando ya se ha encontrado con Él.

ESTA ES LA SITUACIÓN DE LA COMUNIDAD ANTES DEL ENCUENTRO CON EL RESUCITADO.

         – Al atardecer de aquel día. Al atardecer se va la luz y viene la noche, es decir, el tiempo de la desorientación, del no saber dónde uno está, (Pensemos en aquellas noches sin luz eléctrica) y simbólicamente, de la pérdida del sentido de la vida.  Lamentablemente hay muchas personas de nuestro tiempo en esta situación. Están convencidos de que con la muerte todo se acaba.

         – Las puertas cerradas. Esta frase está dicha especialmente para los cristianos que no creen en la Resurrección. No hay salida, no hay horizonte, no hay perspectiva. Tampoco hay nada que ofrecer. La fe se vacía de contenido. Lo decía San Pablo:” Si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe y somos los más desgraciados de todos los hombres” (1ª Cor. 15,13-14).

         – Por miedo a los judíos. Después de la muerte de Jesús, todo había terminado para los discípulos. La causa de Jesús había que olvidarla poco a poco como si se tratara de un sueño. Ya no tenían la persona que siempre los defendía. El miedo se había apoderado de sus corazones. En esta situación es imposible la evangelización. Para dar malas noticias ya tenemos los medios de comunicación.

SITUACION DE UNA COMUNIDAD QUE SE HA ENCONTRADO CON JESUS.

         – Los discípulos se alegran.  Pero no con una alegría normal, epidérmica, que dura muy poco. Se trata de una alegría profunda que “nadie ya puede arrebatar”. Alegría de cuerpo y alma, alegría que durará para siempre. Alegría que ya no pueden contener y sienten necesidad de comunicar. Ha nacido el testigo, el apóstol.

         – Puertas abiertas.   Aquellos que han estado encerrados, salen a dar esta maravillosa noticia a todo el mundo. Nadie los puede detener. Si tratan de acallarlos, dirán que “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech. 5,29). 

         – Pierden el miedo. El encuentro con el Resucitado les hace perder el miedo a morir. Van a la muerte cantando. “Y cuando los meten en la cárcel se sienten felices de haber padecido por el nombre de Jesús” (Hech. 5,41).

         Me pregunto: ¿Qué hubiera pasado si Jesús no se hubiera aparecido a Tomás? Se hubiera ido del grupo. No hubiera podido soportar la presión de unos compañeros felices y contentos y él lleno de tristeza. Se sentiría totalmente desfasado. Sin el encuentro con Jesús Resucitado, sin experiencia de Pascua, es imposible llevar una auténtica vida cristiana. La Iglesia no necesita cristianos con caras de Viernes Santo, sino cristianos con caras de Pascua de Resurrección.

PREGUNTAS

1.– Vivo mi fe como un peso o como un precioso regalo de Dios que me hace feliz?

2.– Después de la Resurrección de Jesús, ¿Todavía tengo miedo? ¿a qué? ¿a quién?

3.- ¿Cuándo termina la Semana Santa para mí: ¿el Viernes Santo o el Domingo de Pascua?

Este evangelio, en verso, suena así:

Al anochecer del día

primero de la semana”,

los discípulos tenían

todas las “puertas cerradas”

Su incredulidad, su miedo,

su tristeza, delataban

que, al morir Jesús en cruz,

se hizo “de noche” en las almas

Todos mostraban sus ojos

sin luz, llenos de legañas,

pues la fuente de su fe

se quedó sin gota de agua.

Entonces entró Jesús

como “SOL” de la mañana,

Y su “saludo de PAZ”

alegró  toda la casa.

También Tomás, el incrédulo,

era una llama apagada,

pero Jesús la encendió

en la hoguera de sus llagas…

Vemos en estos discípulos

nuestra imagen reflejada,

porque nuestra fe es muy débil

y se extinguen nuestras lámparas

Envía, señor, tu Espíritu,

tu paz, tu amor, tu Palabra,

Viste nuestros corazones

con el traje de tu Pascua.

(Escribió estos versos José Javier Pérez Benedí)

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