Domingo 2º de cuaresma: 25 de febrero de 2024

Raúl Romero López
19 de febrero de 2024

“Éste es mi Hijo amado; escuchadlo”

INTRODUCCIÓN

“Está claro que este relato, en el segundo domingo de Cuaresma, apunta claramente a la Resurrección de Jesús. Es un Jesús transfigurado, deslumbrante. Estamos ante un evangelio de vida que trasciende la muerte y pretende mantener viva la esperanza. Pero el relato termina diciendo que los apóstoles no se enteraron de lo que Él les anunció. Se atascaban ante el anuncio de la Resurrección. Y es algo que a muchos no nos acaba de entrar en la cabeza. Jesús es el Viviente, que trasciende el espacio y el tiempo” (P. Castillo).

TEXTOS BÍBLICOS

1ª lectura: Gen. 221-2. 9ª – 10-13.15-18.        2ª lectura: Ro. 8,31b-34

EVANGELIO

Marcos 9,2-10.

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: “Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.” De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.” Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos”.

REFLEXIÓN

Este relato de la Transfiguración no se puede entender si se desconoce su sentido simbólico.

«A los seis días» El sexto día del Génesis, tiene lugar la creación del hombre.  También Moisés sube al monte Sinaí y está seis días cubierto por la nube, y al séptimo le habla Dios

El monte alto” sin nombre, es una clara referencia al Sinaí lugar de la más grande teofanía.

La nube”. La nube trae agua, trae sombra, trae vida. Sobre todo, en el tiempo del desierto está siempre presente como signo de que Dios les acompaña.

Los vestidos blancos son signo de la divinidad.

Moisés y Elías condensan todo el A.T. Moisés (La ley) Elías (los profetas).

1.– Llevó a Pedro a Santiago y Juan. ¿Por qué a estos tres? ¿Para darles un premio? ¡No! Porque necesitan una conversión, una transformación. Pedro, después de confesar a Jesús como Mesías, al aclararle   Jesús que el Mesías tenía que padecer, apartó a Jesús para quitarle esa idea de la cabeza. Jesús reacciona y le llama Satanás. Él es el Maestro y marca el camino; los discípulos deben ir detrás.  Santiago y Juan, mientras Jesús va camino de Jerusalén están hablando de los primeros puestos. Y al no querer recibir los samaritanos a Jesús le han pedido que enviara sobre ellos azufre del cielo. Jesús les ha reprendido. (Lc. 9,55).  Los tres necesitan alguna lección particular. Y esas lecciones se dan mejor en el Monte, más cerca de Dios, y separados de las motivaciones terrenas.  

2.– La voz de Pedro.  ¡Qué bien se está aquí! Para Pedro era mucho mejor lo que estaba viendo y disfrutando que la pasión y muerte, que les había anunciado unos versículos antes.   “Vamos a hacer tres chozas”. Pedro está en la «gloria», y pretende retener el momento. Pedro, tan espontáneo, dice lo que piensa, y manifiesta su falta total de comprensión del mensaje de Jesús. Le ha costado subir, pero ahora no quiere bajar. Es verdad que se había acercado a Jesús con buena voluntad, pero sin descartar la posibilidad de medrar. Pedro se equivoca al querer hacer tres tiendas iguales. Compara a Jesús con un personaje famoso del A.T.  No ha caído en la cuenta de quién es Jesús. Por eso dice el texto que Pedro “no sabía lo que decía”.

3.– La Voz del Padre.  ¡Escuchadle! Es la palabra clave.  Llega el momento en que sólo hay que escuchar a Jesús. A Moisés y Elías les habéis escuchado hasta ahora. Con relación al AT, tenemos un mensaje muy claro en el relato de hoy: hay que escuchar a Jesús para poder comprender La Ley y los profetas, no al revés. Seguimos demasiado apegados al Dios del AT, como si el mensaje de Jesús nos viniera demasiado grande. Como Pedro, a lo más que nos hemos atrevido es a poner al mismo nivel la Ley, los profetas y a Jesús. Todavía no nos hemos creído del todo que Dios sea Padre, Amor, Misericordia, Compasión. Todavía seguimos escuchando mensajes sobre un Dios lejano y castigador.

4.– “Al mirar alrededor no vieron más que a Jesús”. Este es el fruto de un encuentro auténtico con Jesús.Sólo vemos bien lo que tenemos que hacer, cuando hemos escuchado bien lo que nos ha dicho el Padre: “escuchadle”. Después de un encuentro al vivo con Jesús debe quedar muy claro que ya sólo nos interesa Jesús. Él es el absoluto. No debemos tener ya otros dioses. Ni debemos equiparar a Jesús con otras personas u otros intereses. Desde Jesús vamos a ser verdaderamente libres y vamos a llevar una vida en plenitud. Sólo Él nos puede hacer plenamente felices.

PREGUNTAS

1.- ¿Estoy convencido de la necesidad de la oración para transformar mi vida?  ¿Puedo bajar a la vida sin haber subido antes a la montaña?

2.- En mi vida práctica, ¿considero a Jesús como lo más importante de mi vida?  Y esto, ¿en qué se nota?

3.– Antes de escuchar a los hombres, antes de hablar con los hombres, ¿me gusta hablar con Jesús, escuchar a Jesús?

Este evangelio, en verso, suena así:

Los discípulos tenían

su fe y su esperanza heridas.

Con su “Transfiguración”

Jesús anima sus vidas.

Les anuncia una “victoria”

gloriosa, definitiva,

pero antes, han de doblar,

ante la cruz, su rodilla.

No se recogen los frutos

si no mueren las semillas.

Si el grano de trigo muere,

después florece la espiga.

El Padre, desde la nube,

habla con su voz divina:

“Escuchad a mi Hijo amado”.

Él es vuestra garantía.

Los creyentes en Jesús

vamos en su compañía.

Su palabra y su amistad

confortan nuestra fatiga.

Comprendemos que su amor

duele, poda, sacrifica,

pero de ese amor rebrota

una fuente de alegría.

Tú que dijiste: “Haced esto

en conmemoración mía”,

haz, Señor, de nuestra vida

una hermosa Eucaristía

(Compuso estos versos Javier Pérez Benedí)

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