Domingo 21, tiempo ordinario: 21 de agosto de 2022

Raúl Romero López
15 de agosto de 2022

Esforzaos en entrar por la puerta estrecha

INTRODUCCIÓN

“Para entender correctamente la invitación a «entrar por la puerta estrecha», hemos de recordar las palabras de Jesús que podemos leer en el evangelio de Juan: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí será salvo» (Juan 10,9). Entrar por la puerta estrecha es «seguir a Jesús»; aprender a vivir como él; tomar su cruz y confiar en el Padre que lo ha resucitado. En este seguimiento a Jesús, no todo vale, no todo da igual; hemos de responder al amor de Padre con fidelidad. Lo que Jesús pide no es rigorismo legalista, sino amor radical a Dios y al hermano. Por eso, su llamada es fuente de exigencia, pero no de angustia. Jesucristo es una puerta siempre abierta. Nadie la puede cerrar. Sólo nosotros si nos cerramos a su perdón” (J.A.Pagola).

LECTURAS

1ª lectura: Isaías 66,12-21;      2ª lectura: Hebreos 12,5-7.11-13. 

EVANGELIO

Lc. 13,22-30

Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén. Uno le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Él les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo:  Señor, ábrenos; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”. Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. Pero él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

REFLEXIÓN

 1.– La puerta estrecha. En las antiguas ciudades amuralladas, había grandes puertas que estaban abiertas durante el día y por ellas entraban los camellos cargados de toda clase de mercancías. Y estas puertas se cerraban por la noche. Pero había una escondida muy pequeña por donde sólo podían entrar las personas. Esta es la puerta estrecha. No se puede atravesar cargado de dinero o de mercancías materiales.  Hay que ir ligeros de equipaje, como decía el Señor: “No llevéis nada por el camino: ni alforja ni bolsa” (Lc. 10,4).   Entonces, ¿qué debemos llevar? Lo que llevaba María:  el evangelio hecho vida.  Esa es la “puerta estrecha” que ha abierto tantas puertas a tantas personas. A los que viven el evangelio, al pasar por la “estrecha puerta de la muerte”, se les concede abrir otra puerta que ya nadie puede cerrar (Apo. 3,7).  Es la puerta grande y universal que nos lleva a la Resurrección. Una puerta a la esperanza, al amor, a la ilusión, al gozo eterno y verdadero. 

2.- ¿Quién estará detrás de la puerta? La pregunta que le hicieron a Jesús en este evangelio era sobre números. ¿Son muchos los que se salvan? Jesús no está demasiado preocupado por los números. Jesús no entra en las cuestiones superficiales de las escuelas de los escribas y fariseos de entonces. A Jesús le encanta hablar de un Padre maravilloso que “hace salir el sol sobre buenos y malos y manda su lluvia sobre justos y pecadores” (Mt. 5,45).  A Jesús le interesa que todo el mundo se entere de lo bueno que es ese Padre que disfruta cuando están todos sus hijos alrededor de su mesa. A los discípulos también les interesaban preguntas semejantes: “Señor, cuando sucederá eso?  Estaban interesados por el tiempo. Tampoco eso le preocupa demasiado a Jesús. “Nadie sabe nada. Es algo que se ha reservado el Padre”. (Mt. 24,16). Detrás de atravesar la “puerta estrecha de la muerte” habrá un Padre “que nos sorprenderá”. Nos sorprenderá porque será mucho más maravilloso de lo que aquí habíamos soñado. Aquí sólo lo podíamos ver a través de “sombras y espejos. Allí le veremos cara a cara” (1Cor. 13,12).

3.- Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. El evangelio termina con una llamada a la “universalidad”. Por parte de Dios nadie puede estar excluido de la casa y de la mesa. El orgullo de un padre es ver a todos sus hijos alrededor de una mesa. Y la gloria del Padre, el orgullo de nuestro Padre Dios, es poder compartir con todos sus hijos “el vino de la alegría” en la mesa de su reino.  Este deseo de Dios nos debe incentivar a todos los que nos denominaos cristianos a ser cristianos de verdad y no de apariencias. Y vivimos en la verdad cuando intentamos ser coherentes entre lo que creemos y lo que vivimos. Más aún, en este mundo nuestro tan alejado de lo religioso, debemos dar testimonio de nuestra fe. La gente no nos va a preguntar por lo que sabemos de Dios. Pero sí les interesa que les digamos “a qué sabe Dios”. La gente necesita saber que con Jesús se vive muy bien, que es el “sentido de la vida”. Nos ha hablado de Dios desde la experiencia personal que Él ha tenido y, como resumen, sólo nos ha dejado una palabra: “Abbá”. Dios es un Papá maravilloso, encantador, comprensivo y perdonador. Como Padre sólo le interesa vernos felices.  Él es acogida “para todos”; alimento “para todos”; fiesta “para todos”. Por parte de Él, que no quede.

PREGUNTAS

1.- ¿Estoy convencido de que al llamarnos Jesús a entrar por la “puerta estrecha” es para abrir nuestra vida a la auténtica felicidad?

2.- ¿Me alegra el pensar que detrás de atravesar la “puerta estrecha” me voy a encontrar con un Padre maravilloso que me sorprenderá con su cariño?

3.- ¿Me encanta que la sala del banquete de Dios se llene de comensales?

ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:

El Mensaje de Jesús

es una preciosa oferta,

que promete «salvación»

al que acoge su propuesta.

El Mensaje es un «Banquete»

alrededor de una mesa,

con Dios y con los hermanos,

en sano ambiente de fiesta.

Jesús, a los invitados,

marca duras exigencias.

A la «Sala del Banquete»

conduce una «puerta estrecha «,

Los mendigos del placer,

los hinchados de soberbia,

los injustos, los violentos,

«no caben por esa puerta».

No vale decir: «Señor,

somos hijos de tu Iglesia».

Aquel que no se convierte,

llorando, se queda fuera.

Sólo pasan los humildes

que caminan por tus sendas,

los que te cantan con gozo:

«Eres, Señor, mi riqueza».

Gracias, Señor, por hablarnos

claramente, con franqueza.

Toma nuestro corazón

y nuestra vida en respuesta.

(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)

ORACIÓN POR LA PAZ

Señor Jesús, ten piedad de nosotros y concédenos la paz y la unidad, no permitas que nos soltemos de tus manos y danos un corazón capaz de amar como tú nos amas. María Madre nuestra, auxílianos en estas difíciles horas de la tribulación, se nuestra fuerza y consuelo. Cúbrenos con tu manto y que la sangre de tu bendito Hijo nos proteja de todo mal.

PDF: https://app.box.com/s/x78844m5km43xfaw6w7nb57uvyfd64ix

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