Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XXXII Domingo del Tiempo Ordinario – B – (10/11/2024)
El evangelio de este domingo (Mc 12, 38-44) nos dice que Jesús, antes de abandonar el Templo, protagonizó dos intervenciones atrevidas: primero criticó a los maestros de la Ley y luego puso a una viuda pobre como ejemplo a imitar por todos. Fueron dos gotas más que amenazaban que se rebasara el vaso de la animadversión de los jefes del pueblo hacia Jesús…
– Veo que seguías acumulando bonos para el sorteo de la persecución a muerte que se venía gestando en el ánimo de los que mandaban: hoy les diste en la línea de flotación -le he dicho cuando ya hemos estado cara a cara-.
– ¿Me creerás si te aseguro que no lo dije con intención de herirles? Pero no podía dejar de criticar el vacío de aquel culto externo y superficial que ofrecían al Padre en el Templo de Jerusalén y, además, por su propio bien debía incitarlos a que se convirtieran -me ha advertido-.
– Cómo no voy a creerte; pero deja que te diga que no te mordiste la lengua -he recalcado-.
– Tampoco se la mordían las buenas gentes que soportaban sus modos de vivir cuando en privado murmuraban sobre su vanidad y avaricia, aunque no se atrevieran a desenmascararlos en público para no ser expulsados de la sinagoga. Tenía que recordarles que debían ser ejemplo para todos y no lo eran, aunque me jugase algo más que mi prestigio -me ha dicho mirándome fijamente después de tomar un largo sorbo de café. Luego ha añadido: Como dije a Pilato, vine a vuestro mundo para ser testigo de la verdad y esto tiene un precio…
– Sobre todo si además les dices que una pobre mujer viuda, que sólo echó un cuadrante en el arca de las ofrendas, había echado más que ellos y que los ricos, que echaban en cantidad. ¿No sabías que el cuadrante era la moneda menos valiosa que usaban los romanos? -he replicado-.
– Bien lo sabía. Cuando vivía con José y mi madre, más de una vez hubo que contar los cuadrantes que quedaban para hacer frente al día a día. Como rezáis ahora en la fiesta de San José: «Di tú cómo se junta / ser santo y carpintero / tener a Dios propicio / y escaso el pan». José trabajaba mucho, pero la carpintería producía poco. Lo de la viuda pobre lo dije intencionadamente para que os sirviera a todos de ejemplo. Aquella pobre viuda fue la más generosa, porque no echó lo que le sobraba, sino todo lo que tenía para vivir… Espero que tomes nota. El encuentro con el Padre y el verdadero culto, en espíritu y verdad no se consigue con ritos externos, más o menos suntuosos, sino a través de esos gestos sencillos y silenciosos, que incluso pueden pasar desapercibidos, pero con los que lográis abandonar vuestras seguridades, confiados en las manos de Dios -me ha dicho con calma y firmeza-.
– Pero dar hasta lo que se tiene para vivir es muy difícil, por no decir imposible. Hemos de ser previsores para no terminar siendo una carga a los demás -he reaccionado mirándole fijamente-.
– Ya lo sé. No soy un desestabilizador de la vida social y familiar, y sé que todavía vivís en este mundo, aunque tenéis que empezar a sentiros ciudadanos del cielo… Con esos ejemplos extremados siempre he pretendido que descubráis la novedad de la meta a la que os llamo.
– Y bien que lo consigues, porque nos dejas sorprendidos e inquietos.
– Pero serenos, porque el Padre os mira siempre con compasión y os da la fortaleza que necesitáis -ha dicho mirándome amistosamente-.
– Pues veamos dónde tengo yo unos cuadrantes para el café de hoy -he concluido sonriendo-.