Salmo 73
1 “Qué bueno es Dios para el justo,
el Señor para los limpios de corazón”.
2 Pero yo por poco doy un mal paso, casi resbalaron mis pisadas:
3 porque envidiaba a los perversos, viendo prosperar a los malvados.
4 Para ellos no hay sinsabores, están sanos y orondos;
5 no pasan las fatigas humanas ni sufren como los demás.
6 Por eso su collar es el orgullo, y los cubre un vestido de violencia;
7 de las carnes les rezuma la maldad,
el corazón les rebosa de malas ideas.
8 Insultan y hablan mal, y desde lo alto amenazan con la opresión.
9 Su boca se atreve con el cielo, y su lengua recorre la tierra.
10 Por eso mi pueblo se vuelve a ellos y se bebe sus palabras.
11 Ellos dicen: “¿Es que Dios lo va a saber, se va a enterar el Altísimo?”.
12 Así son los malvados: siempre seguros acumulan riquezas.
13 Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón
y he lavado en la inocencia mis manos?
14 ¿Para qué aguanto yo todo el día y me corrijo cada mañana?
15 Si yo dijera: “Voy a hablar como ellos”,
renegaría de la estirpe de tus hijos
18 Es verdad: los pones en el resbaladero, los precipitas en la ruina:
19 En un momento causan horror, y acaban consumidos de espanto.
20 Como un sueño al despertar, Señor,
al despertarte desprecias sus sombras.
21 Cuando mi corazón se agriaba y me punzaba mi interior,
22 yo era un necio y un ignorante, yo era un animal ante ti.
23 Pero yo siempre estaré contigo, tú agarras mi mano derecha,
24 me guías según tus planes, y me llevas a un destino glorioso.
25 ¿No te tengo a ti en el cielo? Y contigo, ¿qué me importa la tierra?
26 Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi lote perpetuo.
27 Sí: los que se alejan de ti se pierden,
tú destruyes a los que te son infieles.
28 Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio;
y contar todas tus acciones en las puertas de Sión.
16 Meditaba yo para entenderlo, pero me resultaba muy difícil:
17 hasta que entré en el misterio de Dios,
y comprendí el destino de ellos.
INTRODUCCIÓN
El salmista plantea una cuestión muy actual: ¿Qué hacer cuando la propia experiencia desmiente los planteamientos de la fe? La fe dice: Dios es bueno para los limpios de corazón, pero cada día observamos que prosperan los malvados y los que viven al margen de Dios. En la práctica ellos nos dicen: Se vive mejor sin Dios. Esto provoca en el salmista una crisis fuerte de fe. Y le hace sufrir terriblemente.
Parece que en él se condena el sufrimiento de su pueblo: “El salmista ha explicado poéticamente el sufrimiento de Israel bajo la cobertura de su propio sufrimiento”. Sin embargo, después de una experiencia fuerte de Dios, ha descubierto que aquellas personas que permanecen al margen de Dios, no tienen futuro. El salmista se ha unido a Dios visceralmente. “Corazón es la palabra que domina en todo el salmo” (Buber). El salmista ve con claridad que sus razonamientos humanos no le dan la solución. Y escoge el de la contemplación. Esto hace que sea “uno de los más grandes genios religiosos de la humanidad” (Grossow).
MEDITACIÓN-EXPLICACION AL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO
“De Dios se habla mucho mejor con admiraciones que con afirmaciones” (v.1)
El salmista, que como veremos en seguida, está en una profunda crisis de fe, quiere dejar bien clara su postura con relación a Dios. La bondad de Dios con el justo es algo incuestionable. Por eso, más que razonar su fe, prefiere confesarla, aclamarla, contagiarla. ¡Señor, qué bueno eres conmigo! Qué bien nos haría si, con frecuencia, nos dirigiéramos a Dios diciendo. ¡Qué bueno has sido conmigo! ¡Eres demasiado para mí y no te merezco! ¡Quiero vivir para alabarte y agradecerte!
“No soy de bronce sino de barro; por eso, en cualquier momento, me puedo romper”. (v. 2)
Aparece la debilidad del hombre. Por poco resbala en su fe. Ha estado a un paso de caer. Ha aceptado peligrosamente en su mente razonamientos humanos, incluso ha tenido envidia de los perversos que, sin contar con Dios, prosperan. “El mal es el escándalo del mundo. Y para nosotros el problema mayor es aquel que hace del mundo un problema. Nos impone su presencia sin que nosotros la podamos rechazar. Exige que no busquemos, a la vez, el explicarlo y quitarlo” (L. Lavelle).
“La mirada del hombre es superficial; pero la mirada de Dios es profunda y llega al corazón” (v. 4-12).
Aparentemente ellos son los que triunfan: están rebosando salud, no tienen amarguras. Se dan el lujo de abrir sus grandes bocas al cielo en señal de desprecio. El pueblo está arrastrado por ellos y se bebe todas sus palabras. Ese Dios que está más arriba de las estrellas no se entera de nada. Su formulación sería ésta: ¿Piensas que Dios se ocupa de los de aquí abajo? Él se pasea en la bola del cielo sin enterarse de lo que nos ocurre. Jeremías es más incisivo:” ¿Por qué triunfan los malos y son felices los malvados? (Jr. 12,1).
A los ojos de los hombres están felices, pero Dios está al tanto de todo lo que pasa y van a ser derrotados: “¡Ay de aquellos que se esconden del Señor para ocultar sus planes, que hacen sus maldades en la sombra y dicen: nadie nos ve. Nadie se da cuenta!” (Is 29,15).
¿Acaso es Dios una pasión inútil? (v. 13-16).
El salmista se siente salpicado por la conducta de los malvados. Y piensa: ¿De qué me ha servido a mí el ser bueno? ¿De qué me ha servido todo lo que yo he luchado por conseguir la virtud? ¿Qué clase de Dios es ese en quién creo? Fuerte sacudida a su fe. “¿Es que la virtud sólo es un fantasma y un sueño sin fundamento?” (W. Oesterley).
Pero el salmista pronto se da cuenta de que no puede seguir pensando como un pagano. Él no puede renegar de su pueblo y de la dignidad de ser hijo de la Alianza. Por eso intenta dar un giro a su modo de pensar y opta por lo que optó Tobías en momentos de apuro: “Desolado hasta el fondo del alma yo gimo, yo lloro y comienzo en los dolores, a rezar” (Tob 3, 1). Por cinco veces habla del corazón: (v. 1.7.13.21.26). El salmista ha iniciado el camino correcto: abrir de par en par su corazón a Dios.
“Ante el Misterio de Dios, doblo mis rodillas y lo adoro (v. 17-20)”.
Todo esfuerzo humano para comprender el misterio del mal termina en fracaso. El giro se produce en el Santuario de Dios, en el lugar donde Dios está cerca. La reflexión humana comparada con la contemplación iluminada por Dios es como el animal comparado con el hombre: “Yo soy un necio, menos que hombre, no tengo inteligencia humana” (Prov 30, 2). La contemplación confiere al hombre una racionalidad nueva y superior.
Desde esta nueva luz, comienza a ver la conducta de los malvados. Es como un sueño. “Con frecuencia, el sueño y la noche tratan de realizar lo que se espera durante el día. Se cree tener un imperio; otro una esposa codiciada; se despierta y no hay nada. Para los impíos el sueño es el desvanecimiento de todo en la muerte” (Casiodoro).
El misterio es lo inabarcable para la inteligencia humana. El camino del salmista va de la crisis a la fe; de las tinieblas a la luz; del rechazo a la unión mística. La mera razón no puede dar pasos tan bruscos, esto se consigue desde la fe, desde ese silencioso e inefable toque de Dios a nuestro corazón.
“Señor, yo siempre estaré contigo” (v. 23).
En el santuario siente una presencia cercana, arrolladora. Y descubre, en el fondo de su ser, la alegría y satisfacción que esto comporta. Por eso la frase suena a admiración: ¡Siempre contigo! Yo sé que nunca me vas a abandonar. Allá lejos quedan las dudas, las preocupaciones, los temores, ese dolor que punzaba mis entrañas. Todo está curado con tu presencia.
Además me agarras con tu mano derecha, signo de poder. Además esa acción supone un puesto de dignidad. Aunque para mí la mayor dignidad es estar contigo.
“Sois familia, amigo, casa, en ti tengo vida y alegría. Yo dejo lejos de mí los falsos bienes del mundo. Oh perla, oh fortuna, Tú eres todo” (Poeta hindú).
“Al salir el sol, desaparece esa lamparita de barro que lucía en la noche” (v. 25)
“¿No te tengo a ti en el cielo? Y contigo, ¿qué me importa la tierra? Dice el P. Schökel: “Este verso es una cumbre espiritual del Antiguo Testamento que ha de ser relacionada con la lucha de Jacob (Gen 32) o la experiencia de Elías en el Horeb (1 Re 19)”. Toda la serie de bienes que ha visto disfrutar a los malvados y que ha llegado a envidiar pierden su valor comparados con poseer a Dios. La tierra no importa. El encuentro personal desborda y anula todo lo demás.
“Unir el precio a los bienes de la tierra es bajarse a nivel de los niños que no se acuerdan de su valor, sino de sus juguetes. La verdadera grandeza es aquella que menosprecia lo que los hombres admiran” (S. Juan Crisóstomo).
Aquel hombre que sufría amargamente ya no busca ser sanado. Lo que le importa es Dios. Dios es mi roca y mi porción. Yavé ha llegado a ser para el orante la razón de su existencia. Poseer a Dios y gozarlo he aquí la clave de la felicidad terrestre y la solución al problema de la retribución. Cielo y tierra, con sus maravillas y sus riquezas, no ofrecen interés alguno para el salmista. Es la posesión de Dios en la que encuentra todas las cosas.
“Por encima de lo que Dios da a los buenos y malos, de lo que a veces quita a buenos y malos, por encima de todo esto, reserva algo para los buenos… ¿Qué les reserva? A sí mismo” (San Agustín).
¿Habla el salmo de la felicidad eterna? No olvidemos que el problema del salmo se plantea porque, en aquella época, no existía la creencia en la vida futura. El salmo, ¿resuelve el tema?
La fe robusta, que renuncia gozosamente a todo para agarrarse a Dios, en el amor puro, que aprecia esta posesión más que el cielo y la tierra, son más admirables colocados en este horizonte estrecho.
Desde que el salmista ha tenido esta experiencia fuerte de Dios todo, absolutamente todo: dudas, angustias, temores, envidias, salud, enfermedad, vida o muerte, ha quedado relativizado.
Al salmista sólo le interesa Dios: ¡Nada más! ¡Y nada menos!
La leyenda medieval habla del monje que, escuchando cantar un pájaro, cae en éxtasis, y cuando vuelve en sí, han pasado trescientos años. Algo así, dice el P. Schökel, sucede en este salmo: al gozar de una experiencia altísima, profundísima de Dios, descubre vagamente que eso tiene que superar el tiempo. Poseer a Dios de esa manera supera los límites de lo imaginado.
“En medio de una vida natural, caduca y pecadora, ha comenzado por dentro una nueva vida entregada a Dios; es prenda de que como Dios, con quien está unido, no puede perecer, tampoco él puede perecer” (Delitzsch).
Al final del salmo, ¿qué es lo bueno para este hombre de Dios? (v.28).
“Lo bueno es estar junto a Dios y contar sus acciones”. Esta es la conclusión a la que llega el salmista después de un largo recorrido de fe. Su fe ha pasado por momentos de “fragilidad” al ver que podía dar un mal paso; por momentos de duda al sentir envidia del bienestar de los malos; pero toda su fragilidad y sus dudas se han desvanecido ante la presencia del Misterio de Dios. Esa presencia envolvente y abrumadora de un Dios grande y maravilloso le ha abierto los ojos del alma hacia un horizonte nuevo, desconocido y fascinante. El resto de su vida lo empleará en contar esta experiencia tan fantástica y tan gratificante.
TRASPOSICIÓN CRISTIANA
Jn. 14,23: “Si alguno me ama guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él”
Jn. 1,3: “Esta comunión nuestra es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto para que sea completo vuestro gozo”
Aarón: “Los judíos edifican en el alma, edifican en el tiempo. Sus verdaderas catedrales son interiores; están en su corazón humano y son consustanciales a la historia”.
Epícteto: “Tú llevas a Dios por todas partes contigo y desgraciadamente lo ignoras. No creas que te hablo de un dios exterior de oro o de plata. Eres tú quien lo llevas”.
Hindú, s.XV: “¿Por qué mi corazón está tan impaciente? Aquel que cuida de los pájaros, las bestias y los insectos. Aquel que tiene cuidado de ti cuando estás en el seno de tu madre, ¿no te conservará en el presente del que tú has salido? Oh corazón mío, ¿cómo puedes tú olvidarte de sonreír a tu Dios y de errar tan lejos de Él? Tú has abandonado a tu bien amado para pensar en otros. He aquí por qué tu boca es vana”.
PREGUNTAS
1.- ¿Tratas de buscar a Dios con la razón o con el corazón? ¿Tienes alguna experiencia fuerte de Dios? ¿Te ha servido para algo?
2.- En tu grupo o comunidad, las ricas experiencias de Dios de una persona, ¿suponen una riqueza para todos?
3.- Hay muchas personas que ante la vida de prosperidad de los malvados y corruptos sienten una especie de envidia. ¿Estás preparado para dar razones profundas de tu fe en el Dios que nunca defrauda? ¿Estás contento y seguro con tu Dios?
ACTUALIZACIÓN
En nuestro tiempo estamos viviendo una de las crisis más fuertes de fe. Lo peor es que no nos damos cuenta de esta situación. Casi estamos llegando al convencimiento de que no necesitamos a Dios para vivir. La mayoría de la gente que se muere está convencida de que, con la muerte, se acaba todo. El salmo de hoy nos habla también de dudas, de zozobras, de dificultades para creer en Dios. Da la sensación de que “los que no creen” viven mejor.
Contra esta mentalidad se alza la voz del salmista que afirma rotundamente no sólo la existencia de Dios sino la presencia abrumadora de Dios en el interior de las personas, lo sepan o no. El salmista no razona su fe. La fe es un don que agradece a Dios.
Al mundo de hoy no lo salvarán ni los filósofos, ni tampoco los teólogos, sino “los místicos”. Esos hombres y mujeres que han experimentado a Dios y tratan de contagiarlo. No son maestros de fe, Son viajeros que han descubierto en Dios un continente desconocido y maravilloso y vienen a contarlo.
ORACIÓN
“Qué bueno es Dios para el justo”
Señor, salgo de mi casa, voy al campo, subo la montaña, me interno en la noche y descubro millones de estrellas… Y me digo: ¡Señor, qué grande es tu poder! Me miro a mí mismo, bajo hasta el fondo de mi propio corazón y te encuentro a Ti: llamándome, atrayéndome, arrastrándome hacia ti. Y digo: Señor, ¡qué grande es tu bondad! Déjame cantar las maravillas de tu bondad dentro de mí.
7“Pero yo…, por poco doy un mal paso”
Sí, Señor, te lo confieso: soy débil, soy frágil. Muchas veces he estado al borde del abismo y Tú, por tu misericordia, me has salvado. Haz que yo reconozca siempre mi debilidad, mi impotencia. Que nunca crezca en mí la mala hierba de la vanidad, el orgullo, la autosuficiencia, el creerme mejor que los demás. Haz que nunca pierda el miedo a caer. Y que este mismo miedo me guarde de resbalar y de dar un mal paso.
“Hasta que entré en el misterio de Dios”
El misterio es lo indefinido, lo no controlado, lo inabarcable, lo inmenso, lo infinito. El misterio, Señor, eres Tú. Mientras yo me mantengo fuera del misterio, dando vueltas al castillo por fuera, tengo muchas dudas; me acosa la incredulidad; me amenaza la envidia de los malos que prosperan en este mundo y viven al margen de Dios.
Pero cuando Tú, por pura gracia, me introduces dentro del misterio, del castillo interior, dentro de tu persona, dentro de tu propio corazón, todas las dudas desaparecen; el tiempo corre veloz y ya sólo me queda un deseo ardiente de permanecer siempre a tu lado.
“Pero yo siempre estaré contigo”
No es una promesa ni un deseo. Es la convicción más profunda de mi ser: el estar contigo es la única fuente de alegría y de felicidad para mí. Busquen otros otras fuentes. Yo sólo beberé de la fuente de la felicidad que eres Tú.