De Barbastro-Monzón a Almería

Diócesis de Barbastro-Monzón
16 de marzo de 2018

El obispo de la diócesis de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez, ha dirigido recientemente en Almería unos ejercicios espirituales para laicos que uno de los participantes ha resumido de la siguiente manera:

Comenzó como un juego “veo, veo” y terminó con una baraja de naipes donde nos invitaba al servicio laical en los distintos ámbitos de la realidad diocesana. Un juego de preguntas y respuestas ¿Quién soy yo? ¿de dónde vengo y a dónde voy? ¿cuál es mi lugar? Para buscar las respuestas en el interior del corazón, pues hacía esta intimidad nos dirigían estos ejercicios espirituales “abiertos” que acabaron siendo a corazón abierto. Y es que don  Ángel es así, buscaba cual pastor acompañarnos a las verdes praderas y aguas abundantes que él había conocido, aunque tuviéremos que atravesar el oscuro e intransitado camino interior propio de cada uno. Y todo ello “sin que nadie se pierda”.

Con el Evangelio en la mano y con la ayuda del presidente de una multinacional, o de un físico relativista, o un profesor de Harvard que descubrió ese camino en el servicio a los más necesitados, Adam o aquel arquitecto que padeció la lepra, todos ellos hablaban de Dios, todos ellos habían descubierto a Dios, y casi todos a través de ese camino de servicio al encuentro con Cristo en el hermano. Sin rebuscar mucho encontramos aquellos talentos que Dios puso en nosotros y que debemos apostar en esta vida, tal y como rezaba aquel grafiti, “la vida que hay antes de la muerte” Tenemos solo dos peces y cinco panes, somos pobres, pero puestos en las manos de Dios servirán para alimentar a toda una multitud, nos quedamos sin nada nos quedamos con todo. Nos deshacemos de lo material, nos llenamos de lo sobrenatural. Como dice San Pablo este tesoro lo llevamos en vasijas de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros.

Todo este torrente de gracia vino asociado con un acompañamiento personal e individual que sumergió a cada uno de los que pudimos conversar con don Ángel en una renovación espiritual y un Tabor en medio de la Cuaresma. Toca ahora, ponerse manos a la obra en discernir nuestro compromiso, nuestra labor en este Reino de Dios, ver que nos pide y ser capaces de responder sin demoras al sabernos “El amado de Dios”.

 

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