Este domingo celebramos la Solemnidad del Corpus Christi. Por las calles de nuestros pueblos y ciudades tendremos la oportunidad de acompañar a Jesús en la Eucaristía, en las muchas procesiones que se realizarán. Es un misterio de amor que Dios Padre nos manifiesta al enviarnos a su Hijo, hecho carne, para salvarnos y acompañarnos hasta el final de nuestros días. Jesús lo propone en la Última Cena cuando instituye la Eucaristía, dejando este misterio en el centro de la vida de la Iglesia. Por la Eucaristía, Cristo hace presente a lo largo de los siglos el Misterio de su muerte y resurrección. En ella se le recibe a Él en persona, pan vivo que ha bajado del cielo (cfr. Jn 6,51), y con Él se nos da la prenda de la vida eterna. En este día se nos llama a celebrar, adorar y contemplar este Misterio con la conciencia viva de la presencia real de Cristo, acogiéndola con nuestra fe y testimoniándola con nuestra actitud al servicio de los últimos con el objetivo de construir una sociedad más justa y fraterna.
A comprometernos con esa trasformación de nuestra sociedad nos invita Cáritas todos los años en este día del Corpus. La Campaña de esta ocasión, con el lema “Tu tienes mucho que ver”, nos exhorta, partiendo del don de la eucaristía que se hace servicio en los creyentes, a ampliar nuestra mirada y contemplar juntos esa otra realidad del mundo de la que formamos parte. En efecto, hay muchas personas que no pueden acceder a los mismos derechos: los que viven en desventaja por muchas razones, los que están sumidos en la tristeza, la soledad y en situación de pobreza. Haciéndonos prójimos, hermanos cercanos, especialmente, de los que más sufren. Un corazón eucarístico se sabe implicar y comprometer con un estilo de vida que transforme nuestro modelo de convivencia y lo haga más justo, solidario y fraterno.
Acogiendo estas dos facetas de la fiesta del Corpus, os invito considerar una tercera que tiene que ver con la eucaristía y la donación de la vida y que acontecerá el próximo domingo día 18: tres seminaristas de nuestra diócesis serán ordenados diáconos, camino del sacerdocio. Damos gracias por su sí generoso y decidido. Queridos seminaristas, el Señor os ha escogido, os ha llamado y habéis respondido con amor para servir (diaconía). La diaconía que desde ahora os caracteriza se ha de mostrar en el servicio de la caridad, en el servicio de la Palabra, en el servicio de la Eucaristía. Vuestra tarea como diáconos debe incluir el anuncio de la fe, la proclamación del Evangelio, con vuestra palabra y con vuestra vida. Pero hay más. Es esa fe y ese Evangelio son el fundamento de vuestro servicio al altar y de vuestro servicio a los pobres. Solo serviréis al altar y al pueblo dignamente, reconociendo a Cristo en los sacramentos de la Iglesia y especialísimamente en la Eucaristía, y reconociendo a Cristo en los necesitados. La caridad, por su misma naturaleza, tiene una fuerza transformadora. En este mundo en el que tantas personas están pasando necesidades, la caridad nos hace creíbles como verdaderos testigos de Jesús. Os pido que ante Jesús Eucaristía recéis especialmente por ellos.
¿Qué dicen ellos?
Ante este paso en el camino de respuesta al Señor me siento alegre y esperanzado; al mismo tiempo veo la necesidad de «descalzarme» porque estoy pisando terreno sagrado, descalzarme de mi propio «yo» para dejar un lugar más principal al Dios de Jesús que actúa en mi, hoy más que nunca siento la necesidad de dejarme hacer por El y dejar que El tome las riendas. La responsabilidad es grande, casi tan grande como la llamada recibida para amar y servir a Dios y a los hermanos con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas.
Daniel Clemente
Si tuviera que definir cómo me siento con una palabra sería que siento vértigo. Porque ante la ilusión y las ganas que me produce está la responsabilidad del ministerio. Asumo el reto desde la humildad de sentirme frágil y con voluntad de servicio y de entrega a los demás. Eso creo que nos pide el Señor con su ejemplo de vida que queda patente en el lavatorio de pies en la Última Cena. Tengo claro que una Iglesia que no sirve, no sirve para nada.
José Monge
Me siento con alegría y entusiasmo. Tras muchos años de preparación doy el paso a servir a Dios y a todas las personas, sobretodo a los pobres, los más vulnerables y los excluidos de nuestra sociedad. La propuesta del maestro nos lleva como a él; amar a fondo perdido en nuestra querida tierra aragonesa. Agradecer a todas las personas que me han acompañado y me siguen acompañando en esta llamada. Os pido que recéis por nosotros.
Jorge Gracia