El viernes 13 de diciembre, D. Vicente Jiménez Zamora, padre sinodal y arzobispo emérito de Zaragoza, presentó oficialmente a toda la Archidiócesis el Documento Final del Sínodo de los Obispos. Este Documento, aprobado con un amplio consenso, marca un hito en la historia de la Iglesia y es fruto de un intenso proceso de escucha y diálogo a nivel mundial que ofrece una hoja de ruta para una Iglesia más sinodal, participativa y misionera. El Papa Francisco ha acogido con entusiasmo este documento, que se convierte en una referencia obligada para todos los católicos. Estas son algunas de las claves del documento final:
- Estamos sumergidos en un proceso eclesial donde el protagonista es el Espíritu Santo.
- En las cinco partes del Documento se nos indica que el camino sinodal nos exige a todos una conversión personal y comunitaria, con un espíritu de renovación espiritual y de reforma estructural: todos somos llamados por el Espíritu a la conversión de las relaciones, los procesos y los vínculos en nuestra diócesis y para ello necesitamos una formación para ser un pueblo de discípulos misioneros.
- Como Iglesia local, Pueblo de Dios, tenemos la misma dignidad bautismal que nos hace a todos discípulos misioneros para anunciar el evangelio y ser corresponsables dentro de la iglesia, como insistimos en los últimos cursos en nuestras planificaciones diocesanas.
- Para avanzar en sinodalidad, debemos ir formándonos para hacer un discernimiento cristiano y tomar decisiones consensuadas, conociendo bien el objetivo y las fases de un discernimiento cristiano, insistiendo en la oración, la escucha de la Palabra, la escucha recíproca entre los hermanos y la escucha del Espíritu. Para ello, proponemos formarnos en la metodología de la conversación en el Espíritu.
En consecuencia, el equipo sinodal ha propuesto distintas medidas y actuaciones como abrir un proceso diocesano de implantación sinodal, progresivo, participativo y de ayuda; invitar a incrementar la formación para el discernimiento mediante el aprendizaje de la conversación en el Espíritu para aplicarla, al menos, en los consejos parroquiales y diocesanos; evaluar y revisar en ambos consejos los avances sinodales logrados; y aumentar una cultura eclesial de la evaluación que ya se va dando, pero que necesita ser mejorada.