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«Cuaresma: convertirnos a la esperanza», por Estela Aldave Medrano

Iglesia en Aragón
9 de marzo de 2025

Como nos recuerda este año el papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma, «con el signo penitencial de las cenizas en la cabeza, iniciamos la peregrinación anual de la Santa Cuaresma, en la fe y en la esperanza». El Santo Padre nos invita así a caminar como «primera llamada a la conversión, porque todos somos peregrinos en la vida». Nos llama también a hacerlo juntos, a ser sinodales, «escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia». Y finalmente, nos pide que «recorramos este camino juntos en la esperanza de una promesa». Con esa esperanza puesta en Dios, la profesora de Sagrada Escritura en el Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón (CRETA), Estela Aldave, nos adentra en este nuevo tiempo litúrgico. La Iglesia peregrina en Aragón acoge sus palabras de aliento para afrontar esta nueva oportunidad de conversión animados por la «esperanza que no defrauda».


Estela Aldave Medrano

La cuestión de la esperanza no es algo que importe solo a los cristianos. En 2024 vio la luz una nueva publicación del filósofo coreano Byung-Chul Han, El espíritu de la esperanza, una pequeña joya en la que, además de presentar su propia visión de la esperanza, expone algunas de las propuestas que ha habido sobre el tema a lo largo de la historia. El lector percibe rápidamente que de la esperanza depende el rumbo y el futuro de la humanidad. De ahí que el tema haya sido objeto de reflexión desde antiguo y perdure en la obra de pensadores como Martin Heidegger o Hannah Arendt. La celebración eclesial del jubileo de la esperanza en 2025 es una buena muestra de la lucidez del papa Francisco: en este mundo nuestro, en el que el mal (guerras, catástrofes climáticas, injusticia, desigualdad, tensiones sociales) está alcanzando cotas altísimas, la necesidad de esperanza se hace especialmente acuciante. La realidad amenaza la esperanza, tan indispensable como frágil.

Esperanza vs optimismo

Afirma Byung-Chul Han que la esperanza da sentido y orientación a la existencia. La esperanza, cuyo opuesto es el miedo, no tiene su fundamento en lo que se ve (Rm 8,24-25), sino que confía en que, pese a las evidencias y en un futuro que posiblemente ni conozcamos, el bien se impondrá. El futuro que se anhela genera actuaciones que lo anticipan. No hay esperanza sin acción. Quien espera de verdad confía en que ningún gesto de bondad se pierde. Esperanza no es optimismo. El optimista ve todo bien. Por el contrario, quien vive de esperanza es muy lúcido frente al mal y el dolor. Los reconoce y se encara a ellos tratando de que desaparezcan. Sabe que es posible que su empresa no tenga éxito, pero, pese a todo, no desiste en su empeño.

Confianza en el espíritu

Esta visión de la esperanza trae fácilmente a la memoria la perspectiva bíblica, cuyo fundamento último no son los logros humanos, siempre frágiles, sino la promesa de Dios. Así lo vemos en Isaías, que en el exilio en Babilonia se atrevió a decir cosas como: «Los humildes y los pobres buscan agua, pero no hay nada… Yo, Yahveh, les responderé, Yo, Dios de Israel, no los desampararé.  Abriré sobre los calveros arroyos y en medio de las barrancas manantiales» (Is 41,17-18). Del mismo modo Jesús de Nazaret se atrevió a soñar con el Reino de Dios y anticiparlo en lo posible, consciente de las realidades de sufrimiento y las resistencias históricas a la bondad, tan grandes que al final acabaron con su vida. La esperanza cristiana lleva inscrito el signo de la cruz. Asumiendo los fracasos históricos, confía en la acción del Espíritu, que sigue suscitando gestos de bien. 

Esperanza con iniciativa

El título de estas letras vincula la esperanza y la conversión. Y es que la esperanza no es algo que tengamos de manera natural, sino que requiere cierto trabajo y decisión por nuestra parte. ¿Qué mejor empeño para este tiempo cuaresmal?.

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