Cuando todo se hunde y parece precipitarse en el abismo, aún me quedas tú, Dios mío

Raúl Romero López
15 de julio de 2019

Salmo 30

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2 Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

3  Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste.

4  Señor, sacaste mi vida del abismo,

me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

5   Tañed para el Señor, fieles suyos,

dad gracias a su nombre santo;

6   su cólera dura un instante,

su bondad, de por vida;

al atardecer nos visita el llanto,

por la mañana, el júbilo

7 Yo pensaba muy seguro: «No vacilaré jamás».

8 Tu bondad, Señor, me aseguraba el honor y la fuerza;

pero escondiste tu rostro, Y quedé desconcertado.

9 A ti, Señor, llamé, supliqué a mi Dios:

10  «¿Qué ganas con mi muerte, con que yo baje a la fosa?

¿Te va a dar gracias el polvo, o va a proclamar tu lealtad?

11    Escucha, Señor, y ten piedad de mí, Señor, socórreme».

12 Cambiaste mi luto en danzas,

Me despojaste del sayal y me has vestido de fiesta;

13 te cantará mi alma sin callarse,

Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Te ensalzaré porque me has librado

 

INTRODUCCIÓN

 El salmo 30 es un salmo de acción de gracias por la liberación de un peligro de muerte. Es como un canto a la vida después de haber llegado a gustar ya el amargo sabor de la muerte. Estar aún con vida, sentirse de nuevo vivo física o espiritualmente después de una  experiencia de muerte, es como resucitar. Y es precisamente este contraste entre la vida y la muerte lo que hace que el salmo se convierta en un prisma de colores distintos y enfrentados que constituyen la esencia de la vida humana.

 

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO.

 ¿Me he asomado alguna vez al abismo? ¿Ha cambiado mi vida después? (2.4)

 El salmista comienza con una alabanza a Yavé por haberle librado. Le exalta, es decir, pone la  nota más alta y no se limita a una simple acción de gracias o alabanza. ¿De qué se trata?  Él ha elevado al que había caído. Ha levantado al que estaba hundido del todo.  “Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa”

El verbo dalah es el que se usa para sacar agua de un pozo. “Los consejos del corazón son aguas profundas que el hombre debe sacar” (Prov 20,5). La imagen es muy viva. Y el P. Alonso Schökel se recrea en la misma: “Se descuelga a un cadáver a la fosa, al pozo, al abismo. La muerte derriba la verticalidad del hombre. Es caída, bajada, declive, hundimiento. Pues bien, cuando los sepultureros están descolgando con cuerdas el cadáver, el Señor, desde arriba, da un tirón y saca al cadáver ¡vivo!”. A estas profundidades abismales llega la acción de Yavé.

 

¿Qué enseñanzas va a sacar el salmista de esta experiencia personal?

  1. Confianza ciega en Dios. “A ti grité y tú me sanaste” (3)

Él sabe que Dios siempre tiene abierta la puerta de la esperanza. Por eso puede decir” Cuando todo se acaba, aún me queda Dios”. Si no escucha mis palabras, le gritaré. Y eso es lo que ha hecho el salmista. Jesús se siente como abandonado del Padre. Y le grita. (Mc. 15,37). Y Heb. 5,7 nos dirá que ese grito fue escuchado por su piedad filial. Tratándose de  personas del A.T. que no creían en la inmortalidad, la muerte era el final. Por eso Dios les daba la salud para prolongar la vida en este mundo. En Jesús hemos aprendido a esperar la respuesta incluso más allá de la muerte.

  1. Hay un antes y un después. “Cambiaste mi luto en danzas” (12)

La sanación  se considera como un nuevo nacimiento. Dios lo ha sacado de la tumba. Desde ahora va a vivir en pura gratuidad. Cada día va a ser como un milagro para él. Se le da la oportunidad de estrenar la vida en cada instante. Aquí ya no cabe ni el cansancio, ni el desmayo, ni el aburrimiento, ni la superficialidad. Vivir en plenitud, vivir a tope, estrujar la vida y llenarla de sentido, es lo mínimo que se le puede exigir a uno que ha visto la muerte tan de cerca.

  1. Un nuevo rostro de Dios a la vista. “Me despojaste del sayal y me has vestido de fiesta”. (12)

Los enemigos del salmista, siguiendo el estrecho esquema religioso de la época, pronto descubren que la causa de la enfermedad se debe a un pecado que ha debido cometer el salmista. Por eso le ha castigado Dios. La muerte  cercana la consideran como la separación definitiva de Yavé.  Al liberarlo Dios de lo que parecía ya irremediable, les despoja de sus argumentos. Es  falso que Dios está más cerca de nosotros cuando todo nos sale bien y está lejos cuando todo nos va mal. Precisamente suele ser al contrario. Precisamente a este cambio de mentalidad, a este paso de un Dios que castiga a un Dios que ama, el salmista llama “vestirse de fiesta”.

  1. Nace el verdadero catequista de todos los tiempos.

El salmista no se conforma con dar gracias él solo (v.13). Necesita un coro que refuerce su voz de solista. La invitación no la hace a cualquiera, sino a los hasidim, los piadosos, los entregados, los consagrados; aquellos que saben hablar a Dios cara a cara, los que están en el Templo. “Tañed para el Señor, fieles suyos” (v.5) Es la propia experiencia personal la que le convierte en catequista para otros. Un Catequista que no habla desde los libros sino desde la experiencia. “En realidad de Dios sólo podemos decir lo que Él hace en nosotros” (K. Bart).  Lo mismo que María: En el Magníficat canta “lo que el Poderoso ha hecho en Ella”.

  1. Se vislumbra el verdadero Dios anunciado por Jesús.

Es verdad que en el salmo se habla de la cólera y la bondad de Dios.   “Su cólera dura un instante, su bondad, de por vida” (v. 6) La cólera de Dios no es sino la reacción de Dios frente al pecado, no frente al pecador. Pero ésta dura un instante. “Por un momento te abandoné, pero con inmensa piedad te recojo de nuevo. En un rapto de mi cólera oculté de ti mi rostro, mas con eterna bondad me apiado de ti” (Is 54,7-8). El tiempo de la prueba se encuentra acortado por Dios y alargado por Él mismo el de la bondad. Ya nuestros escolásticos habían dicho: “La obra propia de Dios es el amor. La ira, lo más ajeno a Él”.

El atardecer es el tiempo de la prueba y el llanto (v. 6). Pero el atardecer acaba pronto. La mañana es el tiempo de la intervención de Dios y, por consiguiente, del júbilo. Y ésta tiene un largo día por delante. Por lo demás, “Más vale un día en tus atrios que mil en mi casa” (Sal 83,11).

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

“Con razón se asigna la noche al llanto, el día al gozo. Primero, porque cuando pecamos se aparta de nosotros la luz de la gracia divina; cuando nos reconciliamos, retorna. Segundo, porque esta vida, en la que lloramos los pecados y suspiramos gimiendo por la patria, es tiempo nocturno en el que no vemos a Dios, Sol de justicia. La vida futura será el día en que veremos a Dios como es”. (Bellarmino)

“El tema fundamental de la muerte y de la vida, la noche y la mañana, el desconcierto y la confianza, el luto y la fiesta, permiten transportar este salmo al momento culminante de estas oposiciones, cuando la muerte llega al extremo de su audacia y la vida al extremo de su exaltación: en la muerte y Resurrección de Cristo. El cristiano, que vive en Cristo, participa con Él de este luto y fiesta, que forman el ciclo litúrgico y la sustancia de nuestra vida en Cristo”. (P. Alonso Schökel)

“Sólo le pido a Dios…que me libre de Dios”.  (M. Ekard)

Estas famosas palabras del místico alemán nos alertan sobre las posibles caricaturas que podemos hacer de Dios. Por eso le pide a Dios (el Dios auténtico y verdadero) que le libre de las manipulaciones que los hombres religiosos podemos hacer en nombre de Dios.

 

ACTUALIZACIÓN

Hay muchas personas de nuestro tiempo que se han apartado de Dios ante las desgracias y catástrofes de nuestro mundo. ¡El cielo no responde! ¿Qué decir? Cuando Jesús estaba clavado en la cruz, los enemigos le decían: “Baja de la Cruz y creeremos en ti”. Y Dios dejó que siguiera el curso normal de las cosas y que se precipitara la muerte de Jesús. Ese silencio aparente de Dios dio pie a los judíos para que  no creyeran en un Dios que no salvó a Jesús en esos momentos. El Padre no tuvo prisa y dejó que Jesús muriera para darle el triunfo total, el triunfo definitivo. La solución no estaba en devolverlo de nuevo a esta vida. Así estaríamos todavía en el Antiguo Testamento. La solución del Padre no estaba, como en el caso del salmo, en no dejar a su Hijo bajar al sepulcro, sino en darle la Resurrección. Así también nosotros nos  podemos beneficiar de su misma vida.

Muchos de nosotros hemos tenido experiencia de haber superado una enfermedad grave, muchos de nosotros hemos estado al borde de la tumba y hemos sanado. La vida nos ha cambiado. Hemos relativizado muchas cosas, hemos aprendido a agradecer a Dios el don de la vida. Y también hemos aprendido a “disfrutarla” recibiéndola como un bonito regalo que Dios nos hace  cada día.

 

PREGUNTAS

  1. ¿Sobre qué estoy sosteniendo mi vida? ¿Sobre la arena movediza de mis propias seguridades o sobre la roca firme de Dios?

 

  1. Mi comunidad, mi grupo cristiano, ¿están amenazados por el miedo, la zozobra, la angustia, el sobresalto? ¿A qué se debe?

 

  1. Después de haber salido de algún apuro grave, alguna dificultad seria ¿me sale espontánea la acción de gracias a Dios? ¿Enseño a la gente a ser agradecida?

 

ORACIÓN

Yo pensaba muy seguro: no vacilaré jamás”

Señor, cuántas veces yo también me he sentido seguro de mí mismo, de mis propias fuerzas; y, como el salmista, he pensado que no pecaría más. La experiencia me dice que sólo cuando pierdo todas mis seguridades y me apoyo totalmente en ti, estoy seguro. No quiero tener la seguridad de Pedro que decía: “Aunque todos te abandonen, yo no”. Pero sí quiero tener la seguridad de Pablo que afirmaba: “Todo lo puedo en Aquél que me da fuerzas”. Señor, que aprenda a desconfiar de mí mismo y a confiar sólo en ti.

Escondiste tu rostro y quedé desconcertado”

Ver tu rostro, sentir tu cercanía, gozar de tu presencia, ésa ha sido la ilusión de los santos, tus amigos. Por eso, cuando tú te ausentas de ellos los dejas desconcertados. Así se expresa S. Juan de la Cruz:

¿A dónde te escondiste, Amado,

y me dejaste con gemido?

Como ciervo huiste habiéndome herido.

Salí tras ti clamando y ya eras ido.

Hazme, Señor, gozar de tu presencia, de tu cercanía, de tu seguridad. Y si alguna vez te siento ausente. que jamás saque la consecuencia de que estás lejos y ya no me quieres. Tu amor es siempre gratuito. No me quieres por lo que yo puedo darte, sino por puro amor, por aumentar en mí mi capacidad de amar. Gracias, Señor.

“Te daré gracias por siempre”

Dame, Señor, constancia y equilibrio interior. Que mi paz sea honda, profunda y no esté al vaivén de mis sentimientos propios. Que aprenda a ser feliz por estar contigo, por saber que eres mi padre y me amas con inmensa ternura. Y que aprenda, como el leproso samaritano, a ser agradecido.

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