Cristina Inogés, teóloga y escritora zaragozana, compartió en la Casa de la Iglesia de Barbastro su experiencia sinodal. Invitada personalmente por el papa Francisco para participar en la Asamblea, ha formado parte de la Comisión Metodológica sinodal y ha sido una de las 54 mujeres que ha tenido derecho a voto. La aragonesa pronunció el discurso previo al del Santo Padre en la apertura oficial del Sínodo de los Obispos, el 9 de octubre 2023, convirtiéndose así en la primera laica en participar en un sínodo. Confiesa ahora, cuatro años después, haber vivido una evolución personal paralela a la propia evolución del Sínodo, un «resituarse» en cuestiones como la comunión en la diversidad.
En la Casa de la Iglesia, Inogés respondió a las preguntas de los asistentes, desde la conversión «sinodal» –por recordarnos permanentemente que estamos en un proceso y que como tal proceso va llevar su tiempo–, el clericalismo, el papel de los laicos, de la mujer, los jóvenes o la pluriculturalidad de la sociedad actual. Todo ello en una larga conversación que comenzó con un enhorabuena para los presentes porque «cuando Francisco decide – y nadie lo intuía ni lo sospechaba- hacernos partícipes de que él no va a escribir una exhortación sino que asume y ratifica el documento final que se transforma, vamos a decir, en esa exhortación, lo que nos está diciendo es que ese documento se acaba de convertir en magisterio eclesial y lo hemos hecho entre todos, todo el Pueblo de Dios». Un documento final muy abierto porque «la Iglesia es muy distinta. Aprender a vivir la comunión en la diversidad es una de las grandes aportaciones que nos ha dejado este Sínodo«.
Otra, la esperanza. Estamos de enhorabuena, repitió, porque «ahora toca aterrizar todo lo hemos estado trabajando, compartiendo, reflexionando durante estos tres años que se ha plasmado en este documento y ahora toca aplicarlo. Eso no significa que lo anterior fuera menos bueno, significa que es ahora es cuando en todas las diócesis nos vamos a tener que embarrar un poco, mancharnos las manos, para poner esto en marcha. Vamos a disfrutar de lo que hemos estado trabajando y pensando». Una de las claves, subrayó, está en el papa Francisco «que tiene una escucha del Espíritu para aprender. Ha ido marcando unas pautas a lo largo del proceso muy interesantes, de muchísima apertura, y eso nos ha llevado también a los demás a ir madurando y a ir evolucionando, no teniendo miedo, arriesgándonos de forma positiva; lanzándonos al vacío pero sí de una manera controlada vivir esa experiencia que es la escucha del Espíritu.»
Entiende que hay quien considere que el Sínodo ha llegado muy lejos y que para otros se haya quedado corto porque «para muchas personas cualquier cambio, por pequeñito que sea, es como un terremoto; para otras un terremoto es como una suave brisa. Hay que buscar el equilibrio». Por eso considera que para avanzar como comunidad debemos aprender a relacionarnos de otra manera. «Primero tendremos que querernos y después creernos. Y creernos pasa por unos gestos de transparencia, por eso una gran parte del documento está dedicada a la transparencia y a la rendición de cuentas pero no una transparencia ni una rendición de cuentas entendida, sentida, o vivida como un juicio. A partir de que nos queramos un poco más que ahora y nos creamos más unos a otros, el resto de los procesos irán rodados». Todo ello, redundará, en ganar relevancia en una sociedad en crisis.
La madre sinodal tuvo palabras de elogio a la figura de los animadores de la comunidad, enmarcados en la reestructuración pastoral y geográfica de la Diócesis de Barbastro-Monzón. «Lleváis diez años caminando sinodalmente y os animo a seguir caminando, seguir en la escucha y, sobre todo, eso: que os queráis y que os creáis. Vosotros sois la prueba evidente de que la unión hace la fuerza. Con todas las piedras en el camino, tenéis esa capacidad de superación de ir paso a paso, de abordar la realidad».