La celebración de distintos actos ayer, Domingo de Ramos, supuso el «pistoletazo de salida» a una Semana Santa en la que regresa la normalidad tras dos años de pandemia que ha provocado que no hubiera procesiones de Cofradías y Hermandades.
Ayer, el obispo de Tarazona, Mons. Eusebio Hernández Sola, participó en los actos que tuvieron lugar en la ciudad de Tarazona con motivo de Domingo de Ramos. La iglesia de San Francisco acogió la tradicional bendición de los ramos y palmas que portaban los fieles. Después tuvo lugar la procesión por las calles de la ciudad con la Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén hasta la S.I. Catedral de Ntra. Sra. de la Huerta donde se celebró la eucaristía.
En su homilía, el obispo de Tarazona se refirió a los comportamientos contradictorios que, a veces, tenemos los cristianos como aquellos que condenaron a Cristo que eran los mismos que por la mañana lo habían vitoreado. «Por un lado, con la misma boca con la que recibimos a Dios, ofendemos e insultamos al salir de la Iglesia cuando dejamos a tantos hermanos nuestros que sigan pasando necesidades o cuando nos imponemos ante los demás». D. Eusebio recordó que los ramos en nuestros hogares deben ser «un recordatorio de que hemos vitoreado a Jesús como rey de nuestras vidas y que queremos seguirle hasta la cruz, siendo consecuentes con la fe».
MISA CRISMAL
El próximo 13 de abril, Miércoles Santo, la Diócesis de Tarazona celebrará la Misa Crismal a las 11 de la mañana. Es una de las ceremonias más solemnes y hermosas de todo el año litúrgico. En ella, los presbíteros renuevan sus promesas sacerdotales y su sí incondicional a Cristo. También se bendicen los santos óleos y se consagra el Santo Crisma. Con este se ungirá los nuevos cristianos, serán signados los que reciban la confirmación y las manos de los nuevos presbíteros. Con el óleo de los catecúmenos serán ungidos los que van a recibir el bautismo y con el de los enfermos, el Señor fortalecerá a los que sufren en su cuerpo, para que unan sus dolores a la Pasión de Cristo, convirtiéndolos en torrente de vida para la comunidad eclesial.