Dos acontecimientos muy importantes vamos a celebrar los próximos días: la fiesta de la Navidad, como cada 25 de diciembre vamos a vivir de nuevo en nuestras vidas el momento en el que Dios se hace hombre, naciendo de la Virgen María en Belén y, el próximo domingo 29, el comienzo del Año Jubilar, conmemoraremos los 2025 años de la venida de Jesús al mundo para redimirnos con su muerte y resurrección.
El Papa convoca este Año Santo haciendo una llamada a todos los cristianos para que nos sintamos “peregrinos de esperanza” con la certeza de saber que “la esperanza no defrauda” (Rm. 5,5), con el deseo de que nuestra iglesia sea la casa de Dios que acoge a todos y para que, revitalizados por la fuerza del amor de Dios, sembremos nuestro mundo de esperanza. Así nos lo decía Francisco en la bula de convocatoria del jubileo “que pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, <puerta> de salvación; con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos, como nuestra esperanza” (1).
La celebración de la Navidad nos va a ayudar en este compromiso porque el nacimiento de Cristo constituye el nacimiento de la Esperanza. En torno al nacimiento de Jesús, vemos cómo se produce un peregrinar, Belén se convierte en el primer destino de peregrinaciones. Allí acuden los pastores que “pasaban la noche velando por turno su rebaño” (lc. 2,8). Guiados por los ángeles, acuden a contemplar aquel misterio del amor de Dios. Sólo con un corazón humilde y sencillo, abierto a Dios, es como se descubre y conoce este Misterio. También acuden unos Magos de Oriente, “entraron en la casa vieron al niño con María su madre y cayendo de rodillas lo adoraron” (Mt. 2,11). El que busca en su conciencia la verdad siempre verá la luz que lo guía al Señor. Los próximos seremos cada uno de nosotros; esta Navidad tenemos la ocasión de acercarnos a descubrir a nuestro Dios que se hace hombre para hacernos hijos suyos, de darle gracias y acogerle en nuestro corazón.
Y así, con este corazón sediento del amor de Dios, de su esperanza, nos acercaremos a la catedral el domingo 29 para comenzar el Año Santo en nuestra diócesis, como el resto de las iglesias del mundo. Tendremos una celebración a las 6 de la tarde. Iniciamos, un año de gracia para ganar el don de la indulgencia que “permite descubrir cuán ilimitada es la misericordia de Dios (…), pretende expresar la plenitud del perdón de Dios que no conoce límites” (23).
Indulgencia es el nombre que damos a la gracia jubilar que se alcanza este año. Para conseguirla necesitamos vivir con una actitud de arrepentimiento, de rechazo del pecado y de crecimiento en la caridad. Hay que acudir al sacramento de la penitencia para purificarnos del pecado, alimentarnos con la comunión eucarística y rezar por las intenciones del Papa. Tenemos ante nosotros un año de gracia para crecer en unión con Cristo, en santidad y como iglesia de diocesana.
El próximo domingo 29, te espero para la apertura de este año jubilar.