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Celebración hoy de la memoria de dos beatas

Diócesis de Tarazona
23 de julio de 2024

La Diócesis de Tarazona celebra hoy, 23 de julio, la memoria de las Beatas María Montserrat (Josefa Pilar) García Solanas, religiosa, y Lucrecia García Solanas, laica, y compañeras mártires.También la de Santa Brígida, copatrona de Europa.

En nuestra diócesis recordamos a las dos beatas mártires. María Montserrat que pertenecía al grupo de nueve religiosas (5 monjas de coro y 4 hermanas de obediencia) del convento de Jesús María de monjas Mínimas de Barcelona y su hermana Lucrecia, laica, mandadera del convento, asesinadas en 1936.

Josefa Pilar García Solanas, en religión María Montserrat, nació en Aniñón en 1872. A la edad de 27 años ingresó en al convento de monjas Mínimas de Barcelona, donde tomó el nombre de María de Montserrat, profesando de votos solemnes en noviembre de 1899.

Según el testimonio que de ella se da en su proceso de beatificación: “Era una monja muy edificante que sobresalía en la humildad, muy puntual a todos los actos de la comunidad, caritativa con todos, y muy amante de la Virgen”. Era la superiora de la comunidad de Barcelona.

Lucrecia García Solanas nació en Aniñón en 1866. Hermana de la beata Madre María de Montserrat. En 1910 se casó con José Gaudí Negre, que murió en 1926. Al quedar viuda, había decido vivir en el convento de su hermana haciendo los servicios externos. Vivía con ellas desde hacía más de 10 años, en una casa fuera del convento y hacía de intermediaria entre el monasterio y el mundo externo. Estaba siempre a disposición de las monjas. También se le concedió que participase en la oración comunitaria.

Cuando estalló la guerra civil en 1936, las monjas tuvieron que abandonar el convento y refugiarse en un edificio cercano, Torre Arnau, se le ofreció la posibilidad de refugiarse entre algunos parientes de Barcelona, a lo que se negó para no abandonar a su hermana y el resto de la comunidad.

El 23 de julio de 1936, el grupo de monjas, refugiadas en una casa, fueron traicionadas por el portero del convento, que conocía su escondite. Los milicianos las encontraron en la casa de campo rezando el rosario. Preguntaron por la madre superiora para interrogarla sobre las riquezas que esperaban encontrar en el monasterio.

La superiora ofreció su vida a cambio de las hermanas y les dijo a los milicianos que su hermana Lucrecia era una laica, pero ellos no la escucharon y querían saber dónde estaban las otras monjas. Las encontraron en el sótano de rodillas en oración. Todas las mujeres fueron arrestadas.

Fueron martirizadas en la granja de la Rabasada (Barcelona). Mientras eran torturadas, todas las religiosas y Lucrecia, temieron más al estupro que a la muerte, tanto que en sus cuerpos se encontraron signos de una lucha durísima.

Cuando iban al martirio fueron repitiendo en voz alta: “¡Viva Cristo rey!” y los milicianos, en la granja de la Rabasada, comentaron: “Vaya valientes esas monjas que han caído esta tarde…” y ofrecieron gozosamente su vida como testimonio de su fe.

Ignacio Tomás Cánovas.
Delegado de Liturgia

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