Carta del obispo de Tarazona – Soy una misión en la tierra

Vicente Rebollo Mozos
21 de febrero de 2025

Permitidme que hoy, de nuevo, vuelva a escribir sobre el Congreso de Vocaciones celebrado los pasados 7-9 de febrero en Madrid, en el que participó toda la iglesia española diócesis, congregaciones, asociaciones, familias, jóvenes, niños, artistas, laicos y consagrados en general. Los que estuvimos allí, lo hemos sentido como la gran fiesta del Espíritu porque el Espíritu convocó, el Espíritu acompañó e iluminó lo que allí se vivió con profunda alegría y, esperamos, que el espíritu guíe el camino para poner en práctica lo allí descubierto y vivido.

La pregunta que nos convocaba era “¿Para quién soy?”, y la respuesta allí descubierta es “para el Señor en los hermanos”. Esta respuesta tiene su origen en que todos tenemos una misión en la tierra, y la tenemos porque Dios tiene un proyecto de salvación para los hombres y para eso somos llamados, para colaborar en ese proyecto. La palabra vocación lleva unida la de don, porque nace de Dios sin que nosotros hayamos hecho nada para merecerlo. La única explicación para sentirnos llamados es que Dios nos ama y nos invita a extender su amor.

Jesús, el Hijo Amado del Padre, es el que concreta esa llamada, nos llama a ser sus amigosya no os llamo siervos, sino amigos” (Jn. 15, 15) y nos invita a su morada, “venid y veréis… y se quedaron con Él aquel día” (Jn. 1, 35-39), Nosotros, llamados por Jesús, tenemos que profundidad en esa amistad que nos ofrece e intentar llevarla a otros.

Quién tiene esta misión, todos los que formamos la iglesia, familia de los llamados por Dios, laicos, sacerdotes y consagrados, todos llenos del amor de Dios y con una tarea específica: los laicos desde su vida cotidiana, familiar, laboral y social son llamados a santificar el mundo; los sacerdotes, son los servidores del Pueblo de Dios que anuncian el Evangelio y celebran los sacramentos y, los consagrados, son anuncio de la trascendencia y eternidad de nuestra vida por medio de las vivencias de los consejos evangélicos, obediencia, pobreza y castidad. Cada uno con su tarea, siendo la familia de la Iglesia que sirve a la misión de Dios y en ese servicio, cada uno desde su vocación, alcanza la santidad.

Una de los trabajos fundamentales realizadas en el Congreso fue descubrir unos retos que el espíritu nos planteaba:

Orar por las vocaciones, “que el dueño de la mies suscite nuevas vacaciones”.

Reavivar la conciencia vocacional y misionera de la Iglesia. Todos somos llamados, encargados por Dios para cumplir su proyecto para el hombre en la Tierra.

Vivir con gozo, con mucha ilusión nuestra propia vocación. Transmitir ese gozo a los demás desde una actitud de agradecimiento por ser llamados y por la diversidad de vocaciones.

– Que toda nuestra pastoral tenga este sentido y esta vivencia vocacional.

Sólo nos queda ponernos todos en camino, tenemos que transformar el mundo a ello nos llama el Señor. Que nuestra vida sea un signo del amor de Dios para todos.

Pedimos que María, Madre de la Iglesia, nos acompañe en esta tarea y nos ayude a saber escuchar al Espíritu.

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