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Carta a las familias

Carlos Escribano Subías
14 de enero de 2022

La belleza de este tiempo de Navidad que hemos celebrado seguro que nos ha ayudado a renovarnos espiritualmente, para poder así afrontar con más entusiasmo lo que nos queda de curso pastoral. Belleza que en muchos casos se ha podido ver eclipsada por las dramáticas cifras de contagios de COVID-19 que ha trastocado, en muchos casos, nuestras celebraciones familiares y ha creado situaciones muy dolorosas sanitaria o socialmente. Como siempre, pedimos a nuestra Madre, la Virgen del Pilar, que nos siga cuidando, especialmente a los enfermos. 

En este nuevo trimestre de nuestro curso pastoral, son muchos los temas que debemos seguir desarrollando. Por un lado, todo lo que tiene que ver con la vida habitual de nuestros grupos eclesiales y de nuestras parroquias, especialmente en lo referido a las catequesis de iniciación cristiana. Espero que esta nueva ola de la pandemia no nos impida seguir impartiéndolas adecuadamente.  Por otro, las tareas habituales de nuestros grupos parroquiales y de acogida, ayuda y acompañamiento a la gente que más pueda necesitarlo de nuestro entorno. Hay mucho sufrimiento en nuestra sociedad que debemos seguir acompañando. Y, por supuesto, nuestra necesaria participación en la fase diocesana del Sínodo, que hay que seguir desarrollando. 

Dentro del impulso renovador que hemos recibido en este tiempo de Navidad, me gustaría señalar la Carta a las Familias que el papa Francisco nos regaló en la fiesta de la Sagrada Familia con motivo del Año de la Familia | Amoris Laetitia. Como todos sabéis, este año propuesto por Francisco, en el quinto aniversario de la exhortación, está destinado a seguir acogiendo el contenido del documento en nuestras diócesis, con el fin de que las familias sigan siendo protagonistas de la evangelización. 

Entre otros temas muy interesantes, el Papa invita a las familias a “participar en la Iglesia, especialmente en la pastoral familiar”. Y les asigna una tarea concreta: “También los matrimonios deben ‘primerear’ dentro de la comunidad parroquial y diocesana con sus iniciativas y su creatividad, buscando la complementariedad de los carismas y vocaciones como expresión de la comunión eclesial; en particular, los «cónyuges junto a los pastores, para caminar con otras familias, para ayudar a los más débiles, para anunciar que, también en las dificultades, Cristo se hace presente»”. Y esa complementariedad en los carismas nos llama a cuidar juntos de las iglesias domésticas: “porque «la corresponsabilidad en la misión llama […] a los matrimonios y a los ministros ordenados, especialmente a los obispos, a cooperar de manera fecunda en el cuidado y la custodia de las iglesias domésticas»”.

Tareas ilusionantes para todos. Vamos a seguir trabajando en ellas en este curso pastoral en el que nos seguimos adentrando. 

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