Carmen Murillo, 94 años de amor y servicio

Iglesia en Aragón
15 de febrero de 2019

Tras una vida de entrega alegre y generosa en la parroquia de la Magdalena, esta feligresa comparte su felicidad por la reapertura del templo. “Ya puedo morir en paz”, apunta sonriente.

La historia de la iglesia de Santa María Magdalena no puede entenderse, como la de ningún otro templo, sin la huella de sus feligreses. Carmen Murillo (Zaragoza, 1924) ilustra muy bien la vida parroquial ininterrumpida de este emblema pastoral y cultural de la capital aragonesa. Nació en la calle de la Rebolería y, a los siete días, fue bautizada en la misma pila bautismal que sigue en la Magdalena 94 años después. Al verla tras casi dos décadas, con las obras concluidas, Murillo la acaricia con devoción, felicidad y respeto.

“Ya puedo morir en paz, como el anciano Simeón”, apunta esta mujer de sonrisa permanente, con serenidad, mientras pasea por la nave central del templo y observa cada una de las capillas laterales. Para ella, con la reapertura se inicia una nueva etapa en la vida de la comunidad cristiana, pero –remarca– sigue siendo la misma iglesia: “No se inaugura nada, sino que se reabre un espacio en el que siglo tras siglo se ha celebrado la fe y se ha practicado la caridad cristiana, de acuerdo a las necesidades más acuciantes en cada momento”.

Carmen Murillo sabe de lo que habla, porque formó parte del Consejo Pastoral Parroquial de la Magdalena. “El primero que se constituyó en la diócesis de Zaragoza”, matiza orgullosa, al tiempo que recuerda su intenso servicio como catequista: “He colaborado en la transmisión de la fe, sobre todo en comunión”. Una tarea que exige “vivir lo que proclamas, con una existencia coherente, para que el anuncio del Evangelio sea de alma a alma”.

Emoción y alegría

Durante los últimos 18 años, Murillo ha celebrado la fe con las Canonesas del Santo Sepulcro, en el Monasterio de la Resurrección. En ocasiones, admite con sinceridad, pensaba que no llegaría a asistir a la reapertura del templo, aunque nunca perdió la esperanza: “Siento una gran emoción y alegría. Es como si el corazón bombeara con más fuerza. Aquí me bautizaron, aquí he servido al Señor con mi mejor voluntad y aquí podrán dejarme en las manos de Dios cuando llegue mi hora”.

Esta feligresa insigne de la parroquia de la Magdalena pertenece al Instituto de Misioneras Seculares (IMS), integrado por un grupo de mujeres convocadas por el Espíritu de Jesús en la Iglesia, con una misma vocación y misión: “Vivir en el mundo sin ser del mundo, con una actitud abierta y adaptada a cada momento histórico”.

Por ello, al margen de su atención pastoral, Carmen Murillo ha trabajado durante toda su vida para “ganarse el pan” honradamente: “Fui secretaria de dirección en Radio Zaragoza y en todos los ambientes he tratado de llevar la luz de Cristo”.

Este domingo, 17 de octubre, la iglesia de Santa María Magdalena reabre sus puertas con una ceremonia que Carmen Murillo espera vivir “en primera fila”, feliz de que la parroquia pueda “seguir acompañando” a cientos de personas y familias en su itinerario vital.

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