Los capellanes, esos sacerdotes de hospital con bata blanca pegados a un busca, siguen a pie de cañón en plena emergencia del Cóvid-19. Desde ‘Iglesia en Aragón’ hemos querido contactar con los tres sacerdotes que guardan la salud espiritual del Hospital Clínico de Zaragoza para preguntarles de qué manera les ha afectado esta crisis sanitaria.
[divider]Juan José: «VARIOS PROFESIONALES VIENEN A RECIBIR LA COMUNIÓN POR LA MAÑANA»[/divider]
El padre Juan José es argentino y lleva once años atendiendo el hospital Clínico de Zaragoza. Él gestiona su capellanía formada por dos sacerdotes más, el padre Martín y el padre Gabriel. Juan José nos cuenta que antes de que empezaran las medidas de confinamiento tuvo que atender a una paciente en estado crítico. Cuando le llamaron para darle la unción de los enfermos, le advirtieron que fuera protegido. Era una neumonía y se temían que fuese muy contagiosa. Nunca se confirmó lo que tuvo pero pudo tratarse ya de los primeros casos del Cóvid-10.
Aparte de este caso, Juan José no ha tenido que atender otros relacionados con el virus. Sin embargo, nos cuenta que las rutinas cambiaron: «Las plantas 10, 11 y 12, al albergar casos de infectados, fueron prohibidas para la libre circulación. Los capellanes podemos atender a los pacientes en el resto de plantas y a las aisladas solo vamos si nos llaman. El control del acceso al hospital también ha cambiado, «es más estricto», nos dice Juan José, «los familiares que tienen que ir a ver a los enfermos del hospital tienen que entregar un carnet al entrar y depositarlo al marcharse».
Por otro lado, las misas las siguen celebrando a las 12.00 y a las 18.30. «Notamos que asisten más profesionales a misa y otros vienen a recibir la comunión a las 7.15 de la mañana. Es un lujo porque las iglesias ya no celebran misas al público. Además, algunos de los sanitarios que no suelen ir a misa nos piden que recemos por ellos», asegura el capellán.
[divider]Gabriel: «Ahora estamos en un momento de compromiso más grande, de intensificar la oración»[/divider]
Nuestra segunda llamada telefónica fue al padre Gabriel. «Aquí estamos, al frente del cañón como se dice en mi tierra, Colombia». Gabriel afirma que «esta (ser capellán) es una labor bonita, de acompañamiento en la fe, el amor y la esperanza. Ahora estamos en un momento de compromiso más grande, de intensificar la oración. Es el momento de vivir en el amor al prójimo el amor de Jesucristo».
Gabriel sí que ha atendido a dos pacientes con coronavirus. «La primera fue una señora de 90 años», nos cuenta. «Ella estaba tranquila y feliz pero con la pena de no poder hablar con su hermana. La confesé, le di la absolución, le administré el sacramento de la unción de enfermos y la comunión. Su hermana me llamó a mi teléfono, así que pudieron hablar y quedaron en paz». Ahora se encuentra en un proceso de recuperación.
El segundo paciente fue un hombre de unos 65 años que entró en coma a un box de la UCI. «Tuve que atenderlo a través de un vidrio que le protegía, los médicos me dijeron que tenía que mantenerme al otro lado. La familia quedó muy agradecida. Además, a petición de algunos sanitarios, bendije y consagré a la sangre de Cristo toda esa zona de la UCI. Fue muy bonito y especial».
Gabriel también nos cuenta cómo han de moverse los capellanes por el hospital: «Utilizamos mascarillas, y cuando la situación lo requiere, nos ponemos guantes y encima de nuestra bata blanca unas batas verdes de un solo uso». También señala que el hospital está gestionando muy bien la situación: «Por los pasillos se respira orden y esto se hace por el bien de los enfermos y sus familias. El ambiente es muy bueno. También vemos mucha gente que viene a orar, sienten que en estos momentos no pueden solos, necesitan a Dios y a la fe».
[divider]Martín: «Por el momento el hospital no está desbordado»[/divider]
Y la última llamada es para Martín. Es ruso y, aunque se defiende bastante bien con el idioma, todavía le cuesta un poco. Él nos dice que nota a los médicos y a las familias asustados. «A los pacientes del resto de enfermedades que están bien los mandan enseguida a casa para que no se expongan al virus». También nos cuenta que «desde que oímos las primeras noticias del Cóvid-19, hemos limpiado con alcohol desinfectante siempre toda la capilla, el sagrario, los pomos de las puertas, las llaves». También señala que el hospital no está desbordado y, por el momento, los médicos se apañan con los respiradores que tienen.
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