Ayer conocíamos el testimonio del diácono Henry Joel Medina, cómo ha sido su trayectoria hasta llegar al sacerdocio. Hoy vamos a conocer el testimonio del diácono José Rodrigo Montoya.
JOSÉ RODRIGO MONTOYA
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Hola, soy José Rodrigo Montoya, natural de Guatemala, ahora mismo tengo 27 años. Soy el mayor de tres hermanos. Llegué a España hace seis años, exactamente en julio del 2014, gracias a la ayuda de otros sacerdotes que también son de Guatemala y que actualmente ya no se encuentran en la diócesis.
Mi comienzo fue en el Seminario de la Inmaculada de Tarazona, en septiembre del curso 2014-2015, pero en el curso 2015-2016 nos unimos al Seminario Metropolitano de Zaragoza, donde también he vivido muchas experiencias y he encontrado muy buenos amigos.
Mis primeros días en el Seminario de Tarazona… pues algo inolvidable, sin conocer muchas cosas, pero confiando en Nuestro Señor Jesús, sabía que comenzaba toda una aventura. Con un poco de miedo, pero con muchas ganas e ilusión de empezar en el seminario en aquel entonces.
Cuando vine a España, a nuestra Diócesis de Tarazona, solo tenía 21 años. Eso supuso algunos cambios como dejar a mi familia a tan temprana edad, y saber que venía a Tarazona para toda la vida me daba algo de temor, pero con valentía me atreví a decir sí, que era un sí también a ese gran llamado que me ha hecho Nuestro Señor Jesús a servirle y entregarme por su Reino al servicio de los hombres, para ser sacerdote, y concretamente en nuestra Diócesis de Tarazona.
Por supuesto, no faltaban las dudas, pero de igual manera tampoco las alegrías. Y la felicidad que me daba el comenzar en el seminario. Felicidad, que ahora creo que llega no al final, sino al comienzo de una alegría aún mayor, de mucha más responsabilidad, compromiso y entrega total, pues ya estoy a un paso de recibir el Sagrado Orden del Presbiterado, por lo cual doy gracias a Dios, y a Nuestra Madre la Virgen María.
Con todo esto también vienen a mi mente y a mi corazón muchos momentos, muchas experiencias vividas, (tanto en Tarazona nuestra diócesis, como también en Zaragoza donde hemos estudiado y formado), y sobre todo muchas personas con rostros concretos que de alguna manera han intervenido en mi proceso de formación, que a la vez ha sido un bonito camino de preparación para recibir el día 27 el regalo del Sacerdocio.
Aunque la vida en el Seminario se me hizo un poco difícil al principio por todo los cambios a la vez lo hacía muy a gusto, y poco a poco fui cogiendo el ritmo en todo. No puedo negar que quizá las clases y el estudio son algunas de las cosas que más me han costado, pero que también he disfrutado mucho al ver los buenos resultados y el progreso que he ido teniendo. Gracias también a todos aquellos buenos y grandes profesores que nos han instruido y enseñado mucho.
Fundamentos que me han hecho madurar y formarme: la vida comunitaria y la pastoral en las parroquias. Creo que aquí entran y se resumen de alguna manera esas cuatro dimensiones: la humana, la comunitaria, la espiritual y la pastoral. Son pilares porque tanto la oración personal (lectio divina), como también la comunitaria, y las relaciones que se iban cultivando tanto en el seminario como en las parroquias, ya han hecho mella. El conocer más de las tradiciones de los pueblos y sus costumbres… son tantas experiencias que nos han hecho conocer personas en nuestra querida Tarazona que, de alguna manera, he llegado a querer, pues también me he sentido siempre querido y acogido.
El Diaconado:. Ha sido un regalo, regalo que aún falta por ser completado. Pero que creo que no he desaprovechado en ningún momento (sin olvidar el mal rato que estamos pasando todos con la Pandemia). Con fuerza, con entusiasmo, responsabilidad y con mucha alegría e ilusión, puedo decir que junto a mi párroco de Tabuenca, Fuendejalón y Pozuelo, D. José María Sánchez, (donde he estado de Pastoral todo el curso pasado y donde nuestro Obispo Eusebio me había destinado) hemos vivido muchas experiencias, tanto antes, como durante y después del confinamiento. Párroco del que sigo aprendiendo mucho, y por quien he podido introducirme en la vida de las parroquias y sobre todo, conocer a gente muy buena y conseguir grandes amigos.
Por todo esto, doy nuevamente gracias a Dios Nuestro Padre, a Nuestra Madre la Virgen María por acompañarme en todo este proceso y camino y gracias a toda mi familia por apoyarme siempre, y a la cual llevo en el corazón y en mis oraciones. Y a ustedes familia de Tarazona y pueblos: Gracias y un fuerte abrazo para todos.