Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del Domingo del Bautismo de Jesús – C – (12/01/2025)
En este domingo, la Iglesia recuerda el Bautismo de Jesús y, con este hecho, cierra el tiempo de Navidad. A partir del próximo domingo, Jesús tomará el relevo de Juan y le oiremos proclamar que el reinado de Dios está llegando…
– Parece que, en la intención del evangelista al recordar el acontecimiento histórico de tu bautismo en el río Jordán, también latía su deseo de justificar la necesidad del Bautismo, que entonces ya se venía celebrando en su comunidad -he dicho a Jesús para empezar a hablar-.
– Efectivamente -me ha respondido-. Yo me encarné en vuestra raza cuando el Espíritu Santo cubrió con su sombra a María, mi madre. Tal como os dijo el evangelista Juan el domingo pasado, «la Palabra se hizo carne…» Yo no nací «de sangre, ni de deseo de hombre, sino de Dios». Pero aquella presencia del Espíritu Santo en mi madre quedó oculta a los ojos de la gente. Por eso, el Padre quiso desvelarla ante los buenos israelitas que seguían a Juan el Bautista pidiéndole que los bautizara en señal de que aceptaban el nuevo estilo de vida que él les proponía.
– Y bien que la desveló -he dicho acercándole su taza de café-. El pueblo estaba expectante y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías, pero él, con un admirable ejercicio de sinceridad, los desengañó al decirles: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y con fuego».
– Así fue como Juan anunció la novedad del Bautismo cristiano, que no es sólo un rito de ablución, frecuente en aquella época, sino que proporciona “el don del Espíritu Santo”. El Espíritu os hace reconocer vuestra identidad de hijos de Dios y de hermanos míos. ¿Te das cuenta de lo que esto significa? Cuando se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo y se oyó una voz del cielo que dijo: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco». Eso mismo os dice el Padre cuando sois bautizados: “tú eres mi hijo querido…” -ha añadido mirándome cariñosamente-.
– Si los padres sopesaran que, cuando bautizan a sus hijos, también el Espíritu dice a cada uno de ellos “tú eres mi hijo querido”, algunos no dejarían de proporcionarles el don del Bautismo, como a veces ocurre -le he dicho dando un suspiro-.
– Y con el Bautismo iniciarían el itinerario que, antes o después, les llevará a reconocerse hijos de Dios y capaces de hacer frente a las vicisitudes de la vida con el espíritu de fraternidad y de justicia que Juan el Bautista propuso a sus oyentes -ha concluido-.
– Pero la vida de tus discípulos en este mundo está llena de sobresaltos, como la de los profetas. Mira a Juan; al igual que muchos otros profetas, terminó encarcelado y decapitado por ser fiel a su misión -he dicho tratando de congraciarme con nuestra debilidad-. ¿No temes que las consecuencias que el ser fiel a las exigencias del Bautismo retraiga a algunos?
– ¿Y para qué se os da el don del Espíritu Santo? Recuerda que Juan anunció que el que viene os bautizará con Espíritu Santo y con fuego. Anunció ya lo que ocurrió en Pentecostés, cuando el Espíritu se derramó sobre mis discípulos en forma de llamaradas que se posaron sobre cada uno. El Espíritu los hizo capaces de afrontar una tarea imposible para un grupo de pescadores, sin estudios rabínicos y sin más prestigio que el de manejar las redes en el lago de Galilea: se atrevieron a tapar la boca a los maestros de la Ley y se sintieron contentos a pesar de sufrir ultrajes por seguirme; esto no lo da vuestra naturaleza humana, sino la fortaleza de mi Espíritu.
– Sí; el Bautismo nos da más de lo que nos exige -he añadido mientras buscaba mi monedero-.